El Rosario, una oración de meditación

Este texto ha sido extraído del libro El Poder del santo Rosario, del padre Albert J. M. Shamon.

El 7 de Octubre de 1983, Nuestra Señora le dijo al Padre Gobbi:

Hijos predilectos, en la batalla en que cada día estáis empeñados contra Satanás y sus insidiosas y peligrosas seducciones, contra el poderoso ejército del Mal, además de la ayuda especial que os dan los Ángeles del Señor, tenéis necesidad de usar un arma segura e invencible. Esta arma es vuestra oración. […] La oración posee una fuerza poderosa y suscita en el bien reacciones en cadena la cual es mucho más potente que las reacciones atómicas.

Ahora escuchen esto:

La oración de mi predilección es el Santo Rosario. Por esta razón, en mis apariciones yo siempre pido que se rece. (No. 275)

¿Por qué este énfasis en el Rosario?

Nuestra Madre, la Virgen prudentísima, sabe perfectamente que tal como pensamos es como nosotros actuamos. Las creencias anteceden a los hechos. Y Ella sabe también que no hay nada tan capaz de enderezar nuestro pensamiento y contrarrestar los errores de nuestra sociedad moderna que la meditación diaria de los Misterios del Rosario.

El Rosario es pensar bien. Nos lleva a las cuatro grandes verdades de nuestra religión.

1. Los Misterios Gozosos del Rosario nos enseñan la primera gran verdad de la religión: esto es, la vida y la religión están hechas para ser gozosas.

Hay tantos que no piensan de esa manera. Con mucha frecuencia, piensan justamente lo contrario. George Eliot describió a algunos hombres del clero de sus días como «Monumentos de caras pálidas llenos de solemnidades. ¡Seres sombríos! Los Misterios Gozosos nos enseñan justamente lo opuesto.

Nos recuerdan que la vida está hecha para ser gozosa y la religión también está hecha para ser gozosa: que Dios ha creado para la felicidad. Es por ello que él puso a nuestros primeros padres en un mundo que era un paraíso. ¿El propio Pablo no instaba a sus tan queridos Filipenses: «Vivid siempre alegres en el Señor siempre. Os lo repito: ¡Vivid alegres!» (4,4)?

Pero mejor aún, los Misterios Gozosos nos dicen cómo podemos obtener esa alegría: esto es, haciendo la voluntad de Dios, como María y José lo hicieron, como Isabel y Zacarías lo hicieron, como Ana y Simeón, los pastores y los reyes magos lo hicieron.

2. Los Misterios Dolorosos del Rosario nos enseñan la segunda gran verdad de la religión. Esto es, es el pecado lo que hace de esta vida un valle de lágrimas.

Los Misterios Dolorosos nos dicen que el pecado – no hacer la voluntad de Dios, sino hacer nuestra voluntad- es el camino al dolor. ¡Cuán pocos piensan así! La juventud, por ejemplo, piensa con frecuencia que el alcohol, las drogas y el sexo son el camino a la felicidad. Tomar nuestro propio camino y no el de Él es el camino al dolor y a la infelicidad.

3. Los Misterios Gloriosos del Rosario nos enseñan la tercera gran verdad de la religión; esto es, que la vida tiene un propósito, una meta más allá de esta vida.



Para el cristiano, la vida no es cíclica: no andamos dando vueltas en círculo, como los paganos. Es por ello que el signo distintivo del pagano es el tedio, el aburrimiento, el suicidio. Una actividad sin ningún propósito puede ser enloquecedora. Si tuviéramos que tirar una bola por un pasillo sin bolos, tan solo una noche, nos aburriríamos hasta la muerte. Pero levantando los bolos, dando un propósito a la acción de arrojar la bola, hace que se convierta en un juego divertido.

Para el cristiano, la vida es lineal; nos dirigimos hacia algún lado – al Cielo o al Infierno.

Los Misterios Gloriosos hacen énfasis en que nuestro destino es el Cielo; una vida gloriosa más allá de esta vida.

Los 15 misterios enteros del Rosario nos enseñan la cuarta gran verdad DE NUESTRA RELIGIÓN: ESTO ES QUE LA SANTIDAD ES PARA TODOS Y ESTÁ AL ALCANCE DE NOSOTROS.

Todos los 15 misterios nos enseñan la gran santidad que puede alcanzarse por gente común y corriente haciendo cosas comunes y corrientes, de todos los días por amor a Dios. justamente como María y José lo hicieron.

A los ojos del mundo, José y Maria eran precisamente gente común y corriente. Cuando Jesus admiró a los hombres de su pueblo con su elocuencia, ellos preguntaron: ¿No es ese el hijo de José?- un carpintero común (Lc. 4.22). Cuando Jesús clamó ser Pan del Cielo, ellos nuevamente protestaron sobre la base de que él venía de gente ordinaria y común.¿No es éste Jesus? ¿No conocemos ya a su padre y a su madre?» (Jn 6, 42) –Justamente gente común y corriente! Dios no nos pide otra cosa más que ser gente común-pero gente buena cuyo punto central es Cristo.

El Rosario nos pone a pensar en tales verdades y el pensamiento conduce a la acción. Nuestra Señora sabe que no podemos estar pensando todos los días en los misterios de la vida de Nuestro Señor y no cambiar, dado que los pensamientos que los rodean son los pensamientos que los moldean. Nuestra Señora sabe eso. De ahí Sus ardientes peticiones para que recemos el Rosario.

Nuestra Señora no nos pide una revolución (lo cual es sólo un cambio de estructuras), ya que cambiar una estructura no cambia nada. El derrocamiento de la monarquía de Francia no mejoró a la nación. El derrocamiento de la dinastía Romanoff y el gobierno de Kerensky por parte del comunismo no ayudaron a Rusia. El derrocamiento del régimen de Batista por Castro no salvó a Cuba. Nuestra Señora busca -y la Iglesia y el Evangelio también- una Renovación, la cual consiste en el cambio de nuestros corazones. Es por eso que Ella pide el Rosario y es que el Rosario renueva los corazones, cambia a la gente. Y cuando la gente cambia, la sociedad cambia.

Fuentes: Libro El Poder del Rosario, del padre Albert J. M. Shamon.