Debes saber

El Rosario es una oración repetitiva, pero no es vana repetición

Creo que deberíamos comenzar aquí citando el texto real de Mt. 6, 7:

Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. -Mateo 6, 7

La palara que usó Jesús en el texto original en griego es «battalagesete», que significa tartamudear, balbucear, parlotear o repetir las mismas cosas una y otra vez sin pensar. Si repetimos con sentido es muy diferente.

Uno debe orar con un corazón de arrepentimiento y sumisión a la voluntad de Dios. Pero, ¿quiere Jesús excluir la posibilidad de devociones como el Rosario o la Coronilla de la Divina Misericordia que repiten oraciones? No, no lo hace. Esto se hace evidente cuando, en los siguientes versículos de Mateo 6, 8-15, Jesús dice:

No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Jesús nos dio una oración para recitar, pero debemos hacer énfasis en vivir las palabras de la oración. Esta es una oración para ser recitada, pero no son «frases vacías» ni «vanas repeticiones».

Oraciones repetitivas en la Biblia

La oración de los ángeles en el libro de Apocalipsis

Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, Aquel que era, que es y que va a venir». -Apocalipsis 4, 8

Estos «cuatro seres vivientes» se refieren a cuatro ángeles, o «serafines», que Isaías vio como revelados en Isaías 6, 1-3 unos 800 años antes, y veamos cómo oraban:

El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban, Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria.» -Isaías 6, 1-3

¿Deberían estos ángeles orar de otra forma? Habían estado orando así durante casi 800 años. Aunque no entendemos completamente el “tiempo” en lo que se refiere a los ángeles, digamos que han estado orando de esta manera durante mucho más de 800 años. ¡Qué tal más de lo que ha existido la humanidad! ¡Eso es un largo tiempo! Obviamente, hay algo más en las palabras de Jesús que simplemente decir que no debemos orar las mismas palabras más de una o dos veces.

Debemos también examinar seriamente el Salmo 136 y considerar el hecho de que judíos y cristianos han rezado estos Salmos durante miles de años. ¡El Salmo 136 repite las palabras “porque su gran amor es para siempre” 26 veces en 26 versículos!

Quizás lo más importante que tenemos es a Jesús en el Huerto de Getsemaní, en Marcos 14, 32-39:

Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.» Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.» Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.» Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras.

Nuestro Señor estuvo aquí orando durante horas y diciendo «las mismas palabras», pero no ha sido vana repetición.

Y no solo tenemos a nuestro Señor haciendo oración repetida, sino que también elogiando la insistencia. En Lucas 18, 1-8, leemos:

Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: «¡Hazme justicia contra mi adversario!» Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: «Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme.»»

Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»



El Rosario no es vana repetición

Repetimos las oraciones del Rosario, pero lo hacemos para mantener nuestro enfoque mientras meditamos sobre los misterios más importantes de la Fe. Es una manera maravillosa de poder concentrarnos en el Señor.

La clave es que entramos verdaderamente en las palabras para que salgan de nuestro corazón.

Las oraciones, devociones y meditaciones de la tradición católica en realidad nos salvan de la “vana repetición” de la que advierte Jesús en el Evangelio. Esto no significa que no exista el peligro de repetir sin pensar el Rosario u otras devociones similares. Siempre debemos estar en guardia contra esa posibilidad tan real. Pero si caemos presa de la «vana repetición» en la oración, no será porque estemos «repitiendo las mismas palabras» una y otra vez en la oración como lo hizo nuestro Señor en Marcos 14, 39, sino porque no estamos orando con el corazón y entrando verdaderamente en las grandes devociones que la Santa Madre Iglesia provee para nuestro sustento espiritual.

Una vez, una joven mujer dijo al Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen que ella nunca rezaba el Rosario, porque cualquiera que repitiera una y otra vez las mismas palabras no podía ser sincero. El Arzobispo le preguntó si ella estaba comprometida en matrimonio. Ella le respondió que sí.

-¿Te ama tu prometido?
-Por supuesto
-¿Cómo lo sabes?
-Él me lo ha dicho
-¿Te lo ha dicho tan solo una vez?
-Por supuesto que no
-¿Te lo ha dicho dos veces?
-Él me ha dicho cientos de veces que me ama.
-Oh, en tal caso yo no me casaría con él. No ha de ser sincero si repite la misma cosa una y otra vez.

Cuando dos personas se aman, lo dicen, no una sino cientos de veces, lo repiten y lo repiten.

La verdad es que la repetición es el lenguaje del amor. La repetición no crea monotonía, de hecho crea estabilidad, reafirma, incluso sirve como amortiguador contra el impacto de un cambio futuro. Cuando una madre dice a su hijo «Yo te amo», el niño quiere oírlo una y otra vez.

La monotonía es eliminada no por un cambio constante sino por la atención, la sinceridad y el propósito. Si jugar al golf consistiera únicamente en golpear una pelota, sería más que monótono. Pero démosle un propósito: el propio campo de golf y una copa como trofeo y ah, entonces se convierte en un juego fantástico.

Las funciones más esenciales de la vida son repetitivas: comer es repetitivo, dormir es repetitivo, trabajar es repetitivo, amar es repetitivo. El Rosario es el lenguaje del amor.

Fuentes:

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