«Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama. ¿Acaso alguno de ustedes daría a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O le daría una culebra cuando le pide un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan!» Mateo 7, 7-11
¿Cómo hacer que Dios me escuche?
La verdad, querido hermano o hermana que lees esto, no es que Dios no te escuche. Dios escucha todas las oraciones, así como también nuestro Señor Jesucristo, nuestra Santísima Madre María y todos los santos.
Entonces te preguntarás «¿Por qué no me responde?» Y es que Dios responde de diferentes maneras. A veces cuando algo no sucede significa que la respuesta es un simple «no» de parte de Dios, porque Él sólo concede aquello que está dentro de Su voluntad.
¿Cómo sé si algo está dentro de Su voluntad?
Dios nunca te dará algo con lo que peligre la salvación de tu alma, por ejemplo un carro del año, la casa más grande, etc. Y te preguntarás por qué ese tipo de cosas me pueden costar la salvación. Pues bien, ciertas cosas materiales, sobre todo el dinero, suelen hacer que enfoquemos nuestra atención en cosas vanas sin ningún sentido espiritual y nos olvidemos de Dios y del prójimo, y así de nuestra propia salvación.
Pero, por el contrario, si lo que pides es algo noble, como la curación de una enfermedad, debes saber que las enfermedades son sufrimiento y como tal, purifican el alma.
¿Qué significa purificar el alma?
No se trata simplemente de sufrir para pagar las culpas. Se trata de purificación, esto quiere decir «despojarme de aquello que no necesito». ¿Has visto personas que al estar en enfermedades terminales comienzan a pedir perdón a sus seres queridos, a tomar conciencia de lo que no hicieron y a aprovechar sus últimos días de una forma muy diferente a como solían vivir? Ya no van a fiestas, sólo comparten con sus seres queridos y ya no necesitan de cosas vanas. Eso es purificación: valorar la vida, el tiempo que tenemos para vivirla y servir a Dios, valorar lo que tenemos por poco y humilde que sea, amar a los seres queridos tal como son, pasar tiempo haciendo lo que te gusta, cuidar de tus mascotas, plantas, etc. En resumen, dejar todo aquello que no necesitas, que te va dañando el alma, que afecta a tu salvación.
Dios quiere que vivas por toda la eternidad en su presencia. Sí para ello debe permitir tu sufrimiento, así tendrá que ser. Porque evitar ese sufrimiento, puede provocar que nunca te purifiques y pierdas tu salvación. ¡Pero Dios no quiere verte sufrir! ¡Él no quiere vernos enfermos! Él quiere que seamos puros, sin embargo caemos enfermos o sufrimos como consecuencia de nuestros propios actos, y a veces por obra del maligno.
Podrás pensar que en el primer punto la culpa es tuya, y el segundo, la obra del maligno, no es tu culpa. Y en parte tienes razón, pero ¿por causa de quién no estuviste lo suficientemente protegido cuando el maligno atacó? ¿Orabas a diario al Señor pidiendo su bendición y protección? ¿Tomaste en cuenta Su amor y poder siempre? ¿Confiaste siempre en Su misericordia? ¿Amaste al prójimo? ¿Ayudaste a los más débiles? Y un largo etcétera. En resumen, ¿respetaste los mandamientos lo mejor posible? Y digo lo mejor posible porque es muy difícil respetar todos, pero el esfuerzo es lo que vale, y no esforzarse nada es lo que nos condena.
Y la falta de purificación es evidente en muchas personas que al estar sanos y no faltarnos nada, no valoramos lo que tenemos, reclamamos por lo que no tenemos, nos olvidamos de nuestros seres queridos y de los más necesitados, y lo peor: nos olvidamos de Dios. Y sólo nos acordamos de él cuando necesitamos un favor. ¡Cuántas veces no entré a la Iglesia a saludar al Santísimo porque tenía prisa! Cuántas veces dejé de orar porque preferí gastar el tiempo en otras cosas más «divertidas». Cuántas veces permití que los demás pronunciaran herejías en mi presencia.
¿Cuántas veces le dimos las gracias a Dios por los alimentos y lo alabamos por su infinita bondad?
¿Por qué Dios no me responde?
En otra ocasión, diferente a la necesidad de purificación, puede ser que Dios te haya dado en respuesta a tus plegarias algo diferente a lo que pediste, y no estás conforme con ello, pero como dicen los refranes, «no hay mal que por bien no venga» y «sólo Dios sabe por qué hace las cosas».
Puede que digas «Le pedí a Dios recuperar mi antiguo trabajo y en lugar de ello terminé trabajando en otro lugar. Dios no me hizo caso». Eso es porque Dios sabe mejor que tú lo que tú necesitas. Debes confiar en él.
Pero, ¿qué pasa si no soy una persona superficial y he rogado por años un milagro? ¿Qué error estoy cometiendo?
Es posible que estés cometiendo un error y por eso te quiero ayudar. Pero debes saber que Dios sí te escucha, sólo está esperando que tengas la madurez espiritual para recibir su bendición (purificarte). Y debes tener mucha fe. Sí pedimos algo a Dios «sabiendo» que no lo hará o creyendo que no lo merecemos, no estás confiando en Su amor y misericordia. Ese puede ser el primer error. Y Dios sabe lo que estás pensando, así que aunque no lo digas, él sabe que no estás confiando.
Por eso, nuestro primer error suele ser la falta de fe.
«Tened fe en Dios.Yo os aseguro que quien diga a este monte: «Quítate y arrójate al mar» y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas.» Marcos, 11: 22-25
Pero Dios no quiere castigarte, repito, Él está esperando que te des cuenta de que debes tener fe.
Ten en cuenta que Dios es justo. Preguntémonos ahora lo siguiente: ¿Lo merezco?
¿Sera que no merezco lo que estoy pidiendo?
¡Pues merécelo! Tú puedes merecerlo al igual que muchos lo hicieron, incluso los más pecadores. Cuando Jesús sanaba a los enfermos, no les pedía cuenta de sus pecados, sólo tomaba en cuenta su fe, perdonaba sus pecados y los instaba a no pecar más. Ve y reconócele al Señor que te sientes indigno y ten fe en Su misericordia, ¡y no peques más! (dentro de lo humanamente posible, porque por más que queramos pecaremos hasta el fin de nuestros días)
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Mateo 8:8
Dios conoce tus pecados. Muchas personas se quejan de que llevan años pidiendo un trabajo mientras siguen robando en la empresa. Muchas mujeres piden un hijo que no pueden tener pero reclaman de lo malcriado que es el hijo de su amiga. Otro hombre quiere tener su casa propia pero lleva años viviendo en la casa de sus padres sin aportar económicamente aunque se lo han pedido.
Dios es justo, y esperará a que te des cuenta, pidas perdón, te confieses y no vuelvas a pecar. Entonces cuando estés limpio, ya no habrán impedimentos para merecerlo todo.
Aunque no te sientas digno, Dios atenderá tus súplicas debido a tu fe. Y es posible que te ponga a prueba.
«Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos*.» «Sí, Señor – repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.» Mateo 15: 21-28
*Explicación: En aquella época los judíos llamaban «perros» a los extranjeros, sin embargo Jesús se refirió a los «perritos», para hacerlo menos rudo. Él no había sido mandado más que a las ovejas de Israel, pero la mujer insistió, con una actitud humilde y con fe. Entonces Jesús decide hacerle caso.
Qué puedo hacer para merecer la ayuda de Dios
Puedes estar seguro de que Dios te escuchará y responderá si sigues los siguientes pasos con amor y devoción (no por conveniencia). Puede parecer un trabajo arduo pero realmente no lo es. Recuerda siempre que Dios sabe bien lo que hay dentro de nuestros corazones y conoce toda nuestra vida.
El que no se merece Su ayuda es realmente el pecador que no se arrepiente y no quiere a Dios, y no lo busca, pero empieza a merecerla una vez que se convierte y entrega su corazón.
«¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos.» Lucas, 12: 6-7
- Confiésate
- Ve a Misa aunque sea los domingos y comulga si te corresponde. Si no has hecho la Primera Común, hazla para que puedas comulgar, pero tranquilo, Dios te esperará. Puedes prometerle que lo harás e ir devotamente a misa sin comulgar.
- Hazte devoto del rezo del Rosario o si prefieres otro rezo como la Coronilla a a Divina Misericordia o el Via Crucis y hazlo todos los días al menos una vez.
- Ora varias veces al día pidiendo la bendición a Dios y su protección.
- Te recomiendo portar el Rosario o Escapulario devotamente.
- Realiza constantemente obras de caridad dentro de tus posibilidades y ofrécelas a Dios.
- Reza por las almas del Purgatorio
- Ofrece algo al Señor, algo que sea de poco o ningún provecho para ti pero de buen provecho para tu prójimo. Por ejemplo una obra de caridad, ayudar a alguien con un trabajo, hacer un voluntariado, dejar de hacer algo que haces por placer, etc.
- Haz ayuno, no solo de comida sino dejar algo que te gusta pero solo presenta placer.
- Opcional, ofrecer castidad por determinado tiempo.
- Acostúmbrate a bendecir tus alimentos
- Bendice tu casa con agua bendita o pídeselo a un sacerdote.
- Procura que un sacerdote bendiga tu Biblia, tu Rosario o aquellas cosas que utilizas para tus oraciones.
- En tus oraciones presenta siempre tus agradecimientos y alabanzas, no solo peticiones. Incluye entre tus peticiones a tu prójimo, especialmente las ánimas del Purgatorio.
- Únete a grupos de oración o grupos cristianos de apoyo.
- Pide oración a tu prójimo y ora por él.
No es necesario que hagas todo esto al pie de la letra sino lo que vaya saliendo poco a poco de tu corazón. Te aseguro que Dios responderá prontamente a tus plegarias y te dará consuelo.
Resígnate a que se haga Su voluntad, analiza qué cosas son Su voluntad y qué no. No pidas aquello que sabes que no corresponde, y ten la confianza de que si pides la curación de una enfermedad, Su voluntad es curarla si esa persona se entrega a él de la misma forma que tú, de lo contrario puede tardar mucho o no suceder nunca. No es que Dios no quiera curarla, pero si esa persona por ejemplo es pecadora y se mantiene en sus pecados, no quiere acercarse a Dios, es hereje, etc., difícilmente va a recibir ayuda que está rechazando.
Ten fe que Dios no quiere que suframos, sólo nos permite sufrir por consecuencias de nuestros actos para purificarnos. Por lo tanto, cuanto antes te rindas a ser purificado, más rápido Dios querrá quitarte el tormento. Aunque Dios nunca te cobrará nada porque te lo ha dado todo, podría ser parte de tu purificación hacer algo por Él, es decir por tu prójimo, por eso es bueno hacer obras de caridad, con amor, sin interés de fondo. Muchas personas hacen lo que conocemos como «mandas», que consisten en promesas (más información sobre esto en este link)
Recuerda que hay sufrimientos que los causa el maligno, por lo tanto Dios siempre querrá salvarte de ello, sin embargo, bien decía Jesús que algunos «demonios sólo se pueden expulsar con la oración y el ayuno» (Mateo 17:21).
Estos ataques son sutiles, no se trata de una persona poseída que camina por las paredes, es mucho más simple que eso. Muchas enfermedades mentales son causadas por estos seres.
Sé siempre humilde, no exijas nada a Dios ni te enojes con él si tarda, porque él tiene sus razones. Entrégale tu vida, tus obras, tu trabajo y dedica una parte de tu tiempo a él.
Insiste en la oración
Este es un ejemplo de cómo la insistencia y perseverancia en la fe puede hacer que Dios no de la atención que queremos:
«Jesús les ofreció una parábola para mostrar que siempre es necesario orar sin dejar de hacerlo. “En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a nadie. En la misma ciudad vivía una viuda, que acudía a él con frecuencia para decirle: Hazme justicia contra mi adversario. Pero durante mucho tiempo no lo quiso. Finalmente reflexionó consigo mismo: no temo a Dios ni respeto a los hombres; pero como esta viuda me preocupa, le haré justicia o no dejará de molestarme. El Señor continuó: “¿Escuchas lo que dice este juez injusto? ¿Acaso Dios no hace justicia a sus elegidos que claman por él día y noche? ¿Será demasiado tiempo para ayudarlos? Te digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» San Lucas 18: 1-8
¿Cómo orar correctamente?
El Señor nos conoce a todos por igual y sabe bien qué hay dentro de nuestros corazones. Por eso debemos siempre acercarnos a Él con el alma en las manos y sin guardar apariencias ni justificar nuestros errores. Él sabe bien por qué hicimos cada cosa y cómo sucedió. Él sabe cuando hemos pecado sin querer, por presión o por nuestra voluntad. Él sabe bien cuándo hemos querido hacer daño y cuándo hicimos daño sin querer. Incluso conoce nuestros pecados que son desconocidos para nosotros.
Sé honesto, entra en tu cuarto y hazlo en la intimidad, háblale con tus palabras de siempre, no intentes usar un lenguaje complicado, no es necesario. Si repites oraciones, fíjate bien en lo que dices y procura sentirlo de corazón, ya sea que la estés leyendo o la sepas de memoria.
Procura no distraerte, pero es inevitable que eso pase durante rezos largos como el Rosario, sin embargo, lucha por mantenerte concentrado en cada palabra. He visto en las Iglesias muchas personas que rezan repitiendo de memoria las palabras, algunas con la mirada puesta en cualquier lugar y estoy segura de que si una vez terminada la oración les preguntáramos «¿de qué se trata aquello que acabas de recitar?», muchos no sabrían qué responder. Debes saber qué estás diciendo, por qué y siempre sentirlo, por eso es tan recomendable hablarle al Padre directamente, pero reitero, si repites oraciones, como en el Santo Rosario, siéntelo. Cuando digas «Dios te salve, María», que tu corazón en ese momento le desee realmente lo mejor a María. Y cuando digas «bendita eres entre todas las mujeres», bendícela con tu corazón. No sólo lo digas por decir.
«Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.» Mateo 6: 5-8
«Dos hombres subieron al templo a rezar. Uno era fariseo; El otro publicano. El fariseo de pie oró dentro de sí mismo así: Te agradezco, oh Dios, que no soy como otros hombres: ladrones, injustos y adúlteros; ni como el publicano que está allí. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias. Pero el publicano, parado a cierta distancia, ni siquiera se atrevió a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeó el pecho y dijo: ¡Oh Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador! Te digo que fue a su casa justificado, y no el otro. Porque todos los que se exalten serán humillados, y el que se humille será exaltado.» San Lucas 18: 10-14
Dios nunca te abandonará, Él quiere que seas feliz
Aunque seas el más pecador, Dios no te abandona. En realidad cuando un hijo prodigo regresa, el Cielo hace fiesta por ese único hijo.
«Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.» Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.» Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus siervos: «Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.» Y comenzaron la fiesta.» Lucas: 15: 11-24
Así mismo recibe el Señor a los pecadores que se convierten y creen en Su misericordia.
Citas bíblicas extraídas de: bibliacatolica.com.br