“Los hombres de todos los rangos y países deben volar a la confianza y guardia del bendito José”, especialmente los padres de familia, escribió el papa León XIII en su encíclica sobre la devoción a San José, Quamquam pluries.
El Castísimo Corazón de San José
El padre Luis Lallemant. S.J. (1588-1635) estableció una bella meditación de San José pidiendo que nos comparta un pedazo de su fidelidad a la Gracia y a la vida interior. y su amor por Jesús y María. Hay tanto de José en Jesús: si aprendemos de José, habrá mucho de Jesús en nosotros.
Nunca se grabó ninguna palabra de José. Los Angeles le hablaron a él tres veces en sueños. En cada caso, José les respondió a ellos con acción aceptando el consejo de los Angeles y llevando a cabo sus órdenes obedientemente. Son escasos los detalles confiables sobre la vida de San José. No podemos seguir a este hombre único y grande de forma cercana a través de los ojos de sus historiadores. Podemos seguir la fórmula dejada por el padre Lallemant y volvernos hacia San José cuatro veces al día para pensar sobre San José y meditar en estos cuatro puntos:
- Su fidelidad a la Gracia
- Su fidelidad a la vida interior
- Su amor por el Divino Niño
- Su amor por la Santísima Virgen
Después de meditar cada punto, le podemos preguntar a Dios a través de la intercesión de San José por fidelidad y amor similares. Estas pequeñas medita- ciones y oraciones se pueden hacer en cualquier momento del día o de la noche y en cualquier lugar.
“Dios, por el gran amor que tiene hacia nosotros, y por Su gran deseo de vernos salvos, nos ha dado entre otros medios de salvación la práctica de la devoción a los santos. Es Su Voluntad que ellos, que son Sus amigos, intercedan por nosotros y, por sus méritos y oraciones, obtener gracias para nosotros que por nosotros mismos no merecemos. Pero todos deben saber que, después de la Madre de Dios, San José es, de todos los santos, el más querido a Dios. El tiene por lo tanto gran poder con el y puede obtener gracias para sus fieles devotos.” -San Alfonso de Ligorio
Fidelidad de José a la gracia
Por Gracia entendemos la iluminación dada por Dios a la mente, y la fuerza dada por Dios a la voluntad para evitar el mal y hacer el bien. La Gracia es la mano de Dios empujando a la persona en la dirección correcta. Siempre es suave. Para José, esta Gracia empezó a una edad muy temprana. Se preparó para la labor desconocida que tenia adelante. mediante la fidelidad diaria a la gracia. Uno que coopera con todas las gracias y no sólo con algunas, crece como un gigante. José como hombre a quien se le dieron cinco talentos y los multiplicó de forma que se dijo de él: “Bien hecho, buen y fiel sirviente; porque has sido fiel en lo poco te haré fiel sobre mucho”. (Mateo 25:14). Yo te daré la gran tarea de ser el esposo de Maria y el guardián de Jesús. La fidelidad a la gracia de Dios preparó a José para esta misión especial y nos preparará a nosotros para lo que Dios tenga planeado de nuestras vidas. Cualquiera que sea nuestra tarea estaremos listos para servir José no cuestionó las voces de los Angeles. El obedecio inmediatamente. El realmente estaba muy por delante de la tentación. No hay razón para tratar de hacerlo un hombre viejo y por ello exento de pasión. José fue una torre de fortaleza porque la estructura total de su vida espiritual fue construida sobre fundamentos firmes de cooperación constante con la gracia de Dios.
Fidelidad de José a la vida interior
Cuando hablamos de la vida interior de San José, nos refe- rimos a la vida que vivió en presencia de Dios. con su mente volcada a EL y su voluntad inclinada a Sus deseos. El hombre devoto a la vida interior cierra la puerta de su alma al acelere de las actividades diarias, se retira dentro de si y se sienta en un sitio en el silencio de su alma interior para que el alma esté sola con Su Creador. San José tomó parte en los hechos ordinarios de la vida social, no fue recluido sino un carpintero. Era consciente del peligro cuando huyo a Egipto pero su parte más intima siempre se volvió a Dios. José aprendió de Dios mientras veía la belleza del amanecer y del atardecer. la majestuosidad del cielo lleno de nubes; todo esto le hablaba a él de la belleza de Dios. Los pensa- mientos y reflexiones de José procedían espontáneamente deseando la gloria de Dios, que todos los hombres pudieran venir a conocer y amar a Dios. El alma de San José hacia eco de una súplica enseñada por Cristo: que se haga Tú Voluntad en la tierra asi como en el Cielo. Temprano en la vida José aprendió a dominar sus emociones de autocompasión. envidia, irá indebida y deseo de venganza. A través de la práctica de la vida interior y de la oración regular, autodisciplina y autocontrol, el alma de José fue llenada de calma y quietud. Si queremos hacer grandes trabajos para Dios, no necesitamos dejar nuestro ocupación sino aprender la vida interior. La cosa importante no es nuestro lugar de trabajo, sino dejar un lugar en nuestra alma en el cual el Espiritu Santo pueda trabajar.
“San José fue escogido entre todos los hombres, para ser el protector y guardián de la Virgen Madre de Dios; el defensor y padre adoptivo del Dios Infante y el único cooperador sobre la tierra, el confidente del secreto de Dios en el trabajo de la redención de la humanidad.” -San Bernardo de Clairvaux
El amor de José por Jesús
José supo que Jesús era un Regalo del Cielo, era El Prometido. Aunque había este misterio, eso no impidió que el amor de José por Jesús fuera como debería ser el amor de cualquier padre por su hijo. José vio al Niño crecer, aprender a gatear. empezar a caminar y finalmente caminar. El respondió muchas preguntas que el Niño preguntó, mientras se familiarizaba con el mundo. A medida que Jesús crecía. José le enseñó el oficio de un carpintero. Con su muy bien desarrollado sentido espiritual. José pudo ver algo del alma de su Hijo adoptivo. Eso lo hizo reverenciar al Niño. y amarlo con sentimientos de mayor consideración y ternura. En dos ocasiones. José también conoció el susto de perder a Jesús en la huida a Egipto y en la búsqueda de El por tres dias antes de encontrarlo en el templo Algo precioso que casi se pierde se vuelve doblemente querido a nosotros. Cuando el peligro y el susto de perderlo pasó, Jesús fue doblemente querido para José. José sabía que este Niño era engendrado del Espiritu Santo y confiado a él. Un padre puede ver a su hijo y pensar esta es mi propia carne y mi propia sangre. pero José podía ver a Jesús y pensar: quién ha sido tan favorecido como yo que me han dado un niño para proveer por el. que es mas que mi propia carne y sangre. iNingún padre había tenido nunca un corazón más paternal para un hijo. que el que tuvo José por Jesús!
El amor de Jesús por María
El amor de José por su esposa fue el amor de un hombre por una mujer, excepto por el elemento de la pasión corporal. José admiraba a Maria y la reverenciaba. Ella era una persona con la que él vivió y habló íntimamente. Su amor por Maria era tierno, vivo a sus más pequeños deseos y de respuestas sensible a sus alegrías y tristezas. José conoció los pensa- mientos de María, la disposición y carácter; y su comprensión de ella y su amor por ella crecieron. La Santísima Madre era fácil de amar. pues no había nada de egoismo en ella. El egoismo es usualmente lo que destruye un amor floreciente. Todo lo que María hacía o decía era apto para traer alegría a quienes estuvieran alrededor de ella. José sabia eso, por más que tratara, siempre quedaba corto de la apreciación completa debido a su esposa. El no sólo era el protector y el proveedor. sino el esposo que recordaba traer una flor con amor a su esposa, y que anticipaba sus deseos de ayudar a aquellos en el pueblo que estuvieran enfermos y pobres. y que necesitarán de su caridad ¡Maria fue la madre favorecida por Dios y José nunca olvidó esas cosas! El nunca se entrometió en su privacidad. Vivir con Maria siempre era encantador y estimulante. José era un gigante espiritual antes de conocer a María. El efecto de su gran amor por la mujer más perfecta que Dios jamás haya hecho, causó en el alma de San José que se desarrollara en belleza y perfección.
¡Ve a José!
Ve a José, en el hambre y la tristeza; su intercesión es poderosa.
Ve a José, con gran confianza; ėl te ayudará en todas tus necesidades.
Ve a José, para aprender cómo vivir con Dios y salvar tu propia alma.
Ve a José, ėl te enseñará como amar a Jesús y a Maria.
En este tiempo presente de hambruna espiritual de nuestras almas, ¡Ve a José!
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