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Oraciones de Semana Santa y resurreción con reflexión

Oraciones de Semana Santa con reflexión
Oraciones de Semana Santa con reflexión

La Semana Santa es un momento importante para los cristianos de todo el mundo. La Semana Santa, la última semana de Cuaresma, comienza el Domingo de Ramos, el domingo anterior a la Pascua. La Semana Santa es un momento en que los católicos se reúnen para recordar y participar en la Pasión de Jesucristo. La Pasión fue el período final de la vida de Cristo en Jerusalén. Abarca desde que llegó a Jerusalén hasta que fue crucificado.

Oraciones para cada día de Semana Santa

  • Comenzamos con la Señal de la Cruz
  • Señor, abre mis labios, y mi boca publicará tu alabanza.

Oración de rendición de San Ignacio de Loyola

Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad. De Ti, Señor, todo lo he recibido; a Ti todo lo devuelvo. Dispón de mí según Tu Voluntad. Dame Tu Amor y Tu Gracia, que sólo eso me basta. Amén

Oraciones para cada día

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Domingo de Ramos: Semana Santa hecha presente hoy

La gran multitud tendió sus mantos en el camino, mientras que otros cortaron ramas de los árboles y las esparcieron por el camino. Las multitudes que lo precedían y los que lo seguían gritaban y decían: “¡Hosanna al Hijo de David; bendito el que viene en el nombre del Señor; Hosanna en las alturas." Mateo 21, 8–9

Comienza la Semana Santa. Qué semana tan importante la que comenzamos a conmemorar hoy. El pasaje de la Escritura anterior proviene del Evangelio que se lee al comienzo de la Misa para conmemorar la entrada de Jesús en Jerusalén para el cumplimiento de la Pascua. Ese año, Jesús se convertiría en el nuevo Cordero Pascual cuya sangre fue derramada por todos nosotros y cuya carne ahora comemos. La Liturgia de la Palabra de hoy concluye con la versión de Mateo de la traición, arresto y muerte de Jesús en la Cruz. Dado que tenemos la bendición de leer esta narración en detalle hoy, es útil recordar la comprensión de la Iglesia de la Palabra de Dios.

“Cuando se lee la Sagrada Escritura en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio” (Instrucción General del Misal Romano #29). Esta es una lección importante de aprender, especialmente hoy cuando leemos el corazón del Evangelio en detalle. Aunque la entrada de Jesús a Jerusalén, Su última cena, arresto, juicio simulado, sufrimiento y muerte en la Cruz ocurrieron hace 2000 años, esos eventos históricos se nos presentan hoy de una manera única y real. Al participar en la proclamación de este Evangelio en la Misa de hoy, nos unimos místicamente a esta acción salvadora de nuestro Señor. Y aunque nuestras mentes puedan divagar a veces, Dios está verdaderamente presente para nosotros si escuchamos y vemos.

Al comenzar esta Semana Santa, tratemos de caminar con Jesús en cada paso del camino. A medida que avanzamos en nuestros días durante esta semana, cumpliendo con nuestros deberes normales en la vida, recordemos la verdad espiritual que de acuerdo al Evangelio completo de la pasión y muerte de Jesús nos es proclamado hoy, Él está manifiestamente presente para nosotros de una manera especial. El Jueves Santo, reflexionaremos sobre el Don de la Santísima Eucaristía. El Viernes Santo, escucharemos la pasión de Jesús proclamada en el Evangelio de Juan. Así, esta semana comienza con el anuncio de la Pasión y termina con la Pasión como una forma de adentrarnos más en el misterio del Sacrificio salvífico de Cristo.

En el corazón de la historia de la Pasión de Jesús está la manifestación de un amor como ningún otro. El amor del que somos testigos esta semana es un amor tan puro, tan desinteresado, tan sacrificado y tan transformador que está más allá de la comprensión. El amor del que somos testigos es aquel en el que Dios se permite entrar en la humillación más profunda jamás vista. Él hace esto para poder encontrarse con nosotros en nuestra bajeza, pecado y caída, y elevarnos a las alturas más altas imaginables.

Al entrar en esta Semana Santa, sepamos que es más que una semana de reflexión. Es una semana de participación en el misterio del amor puro y perfecto de Dios por ti. Mientras reflexionamos sobre este amor, permitámonos que nos confronte. Mantengámoslo en nuestra mente y corazón durante toda la semana. Permitámonos que ese amor, ofrecido hace unos 2000 años, se haga realmente presente para nosotros a fin de que estemos más presentes para nuestro Señor y Su amor por nosotros.

Oración

Mi Señor salvador, Tú entraste en esta semana de Tu Pasión con valentía y determinación. Elegiste libremente abrazar cada sufrimiento y humillación que pudieras para lograr entrar más plenamente en mi vida. Por favor, hazte presente a lo largo de esta semana y ayúdame no solo a reflexionar sobre este misterio de Tu amor, sino también a encontrar ese amor de una manera real y transformadora. Jesús, en Ti confío.

Lunes de Semana Santa: Expresando tu amor por Dios

Entonces Judas el Iscariote, uno de sus discípulos, y el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este aceite por el salario de trescientas jornadas y se dio a los pobres?" Juan 12, 4–5

Jesús estaba con sus discípulos en la casa de Lázaro, Marta y María. Regularmente pasaba tiempo en su casa y estaba cerca de ellos. Esta comida tuvo lugar justo antes de que Jesús entrara en Jerusalén para el primer Domingo de Ramos y Semana Santa. Pasaron seis días antes de que Jesús muriera en la cruz.

Recordemos que Lázaro había sido resucitado recientemente de entre los muertos por Jesús y también que María, la hermana de Lázaro, era profundamente devota de Jesús y está registrada como la que se sentó a Sus pies, mientras su hermana Marta servía. Durante esta visita, María ofreció otro acto de devoción a Jesús cuando lo ungió con “un litro de aceite perfumado costoso”. Ella le ofreció un acto de amor y devoción. El pasaje de las Escrituras anterior registra la respuesta de Judas, ya que él también estaba en la comida. Jesús reprende a Judas y defiende el acto de devoción de María, y la comida continúa.

Una lección clara que esto nos enseña es que nada es demasiado bueno para nuestro Señor. Es cierto que debemos hacer nuestra parte para ayudar a cuidar a los pobres, pero la respuesta de Jesús a Judas es bastante interesante. Él dice: “Déjala en paz. Que se quede con esto para el día de mi entierro. A los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis”. Jesús no estaba minimizando la importancia de cuidar a los pobres, estaba enfatizando la importancia de ofrecerle actos de amor y devoción.

Al entrar en esta, la semana más santa del año, se nos da esta imagen de María derramando sobre Jesús este litro de costoso aceite perfumado como una forma de invitarnos a hacer lo mismo. Aunque servimos a Cristo en otros que están en necesidad, también debemos buscar ofrecerle regularmente devoción y amor directamente, incluso en formas que otros pueden pensar que son excesivas. Honrarlo, expresar nuestro amor, dedicar tiempo a diversas devociones, orar durante largos períodos de tiempo e incluso ofrecerle de nuestros recursos financieros son todas formas en las que le damos a Jesús la gloria que le corresponde.

Reflexionemos hoy sobre las formas en que podemos imitar este acto de devoción amorosa ofrecido por María a Jesús. ¿De qué manera podemos derramar abundantemente nuestro tiempo, recursos, talentos y energía en nuestro Señor? ¿Cómo podemos expresar mejor nuestra devoción hacia Él en esta Semana Santa? Busquemos formas de hacer esto directamente por la única y simple razón de amar a nuestro Señor y expresarle ese amor esta semana.

Oración

Mi glorioso Jesús, Tú eres digno de toda alabanza y honor. Eres digno de nuestra más profunda devoción y amor. Al entrar en esta Semana Santa, oro para que sea un momento en el que pueda expresar mi más profundo amor por Ti. Ayúdame a derramar ese amor en abundancia durante esta semana para mostrarte la gloria y alabanza que mereces. Jesús, en Ti confío.

Martes de Semana Santa: La gloria de Dios en todas las cosas

“Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también lo glorificará en sí mismo, y lo glorificará inmediatamente”. Juan 13, 31–32

Jesús dice esta frase sobre sí mismo siendo glorificado inmediatamente después de que Judas deja la cena para salir a traicionarlo. Jesús acababa de terminar de lavar los pies de Sus discípulos, y pronto terminaría la Última Cena, iría al Huerto de Getsemaní, sería arrestado, golpeado y crucificado. Y todo esto iba a tener lugar a través de la traición de uno de los Doce. Sin embargo, en lugar de hablar de estos eventos pendientes de una manera temerosa o ansiosa, Jesús señala la gloria que recibirá a través de ellos.

Todo en la vida tiene el potencial de convertirse en un instrumento de la gloria de Dios. Incluso nuestro pecado puede terminar en la gloria de Dios cuando nos arrepentimos y recibimos Su perdón. No será nuestro pecado el que glorifica a Dios sino Su misericordia derramada desde la Cruz sobre nosotros la que le da la gloria.

Lo mismo ocurre con los acontecimientos de Semana Santa. Cuando se mira desde una perspectiva puramente humana, lo que Jesús soportó fue trágico y horrible. Uno de sus compañeros más cercanos lo traicionó. Los líderes religiosos de la época lo traicionaron. Las autoridades civiles lo traicionaron. Y todos los discípulos, excepto Juan, huyeron atemorizados porque Jesús fue traicionado. Pero Jesús no miró nada de esto solo con ojos humanos. Él lo vio todo desde la perspectiva eterna y claramente enseñó que todos estos eventos aparentemente trágicos terminarían en Su gloria.

Cuando nos comprometemos en el seguimiento de Cristo, podemos estar seguros de que también seremos partícipes de su Cruz. Experimentaremos los pecados de otros, encontraremos maltrato y tendremos que soportar diversos sufrimientos. La pregunta para todos nosotros cuando tenemos estos encuentros en la vida es si los soportaremos con ira y desesperación o con la confianza esperanzada de nuestro Señor. Nuevamente, todo en la vida tiene el potencial de convertirse en un instrumento de la gloria de Dios. Nada en la vida tiene el poder de robar esa gloria cuando mantenemos nuestros ojos en la voluntad de Dios y Su poder para usar todo para Su gloria.

Reflexionemos hoy sobre nuestro llamado en la vida para ver todo desde la perspectiva divina. Si a veces estamos molestos, enojados, desesperados o confundidos, sepamos que Dios quiere traer claridad y gracia a cada situación. Él quiere mostrarnos cómo podemos se parte de su misión divina para transformar todo mal en gloria de Dios. Busquemos las formas en que nuestra vida debe dar gloria a Dios en todo, especialmente en aquellas cosas que parecen inservibles para el bien. Cuanto más una experiencia en la vida parece incapaz de ser utilizada para la gloria de Dios, más capaz es esa experiencia de dar verdadera gloria a Dios.

Oración

Mi glorioso Señor, sacaste un bien de todas las cosas. Incluso el grave mal de Tu traición se transformó en una manifestación de Tu gloria. Te ofrezco, amado Señor, todo lo que soporto en la vida y oro para que seas glorificado en todas las cosas, y que mi vida se convierta continuamente en una manifestación de la debida gloria a Tu Santo Nombre. Jesús, en Ti confío.

Miércoles de Semana Santa: Rechazar promesas vacías

Uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes y les dijo: “¿Qué me queréis dar si os lo entrego?” Le ofrecieron treinta piezas de plata, y desde entonces buscó ocasión para entregarlo. Mateo 26, 14–16

El deseo de dinero puede convertirse en un poderoso incentivo para traicionar a nuestro Señor. En este pasaje del Evangelio, parece claro que la traición de Judas se basó en su deseo de dinero. Lo más probable es que tuviera cierto nivel de fe en nuestro Señor, o no se habría convertido en Su discípulo. Pero incluso si Judas tenía algún nivel de fe, su deseo de dinero parecía eclipsar la fe que pudo haber tenido.

Una de las lecciones centrales que podemos aprender de Judas es que el deseo de dinero es un poderoso incentivo para las decisiones que tomamos. Muchos de los grandes santos nos han enseñado que el camino a la santidad consiste, primero, en una purificación de todos nuestros afectos desordenados. Y dado que uno de los apegos más poderosos con el que muchos luchan es el apego al dinero, este es un deseo importante de purificar en nuestras vidas.

Es cierto que las posesiones materiales no son malas cuando se usan para el cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero el deseo excesivo de tener más siempre nublará nuestra capacidad de ver claramente la voluntad de Dios y nos impedirá vivir para Su gloria.

Una vez que Judas hubo traicionado a nuestro Señor y Jesús fue arrestado, “se arrepintió profundamente de lo que había hecho”. Y durante el juicio de Jesús, Judas volvió a los principales sacerdotes y dijo: "He pecado al entregar sangre inocente", en un aparente intento de detener el juicio. Pero la muerte de Jesús se puso en marcha y no pudo ser detenida. Como resultado, Judas devolvió el dinero y tristemente fue a ahorcarse (ver Mateo 27, 3–5 ).

El deseo de dinero que tenía Judas nubló su pensamiento. Y su pecado le hizo lo que el pecado siempre hace. Tan pronto como cometió su pecado de traición, vio las consecuencias de esa elección. Y las consecuencias lo entristecieron profundamente. Aprendió que elegir el pecado termina con una promesa vacía. Se dio cuenta de que treinta piezas de plata no valían el valor de su alma. Pero, por supuesto, incluso Judas podría haberse arrepentido y recibido la misericordia de Dios. Pero no fue así. Simplemente terminó con su vida en la máxima desesperación.

Reflexionemos hoy sobre el testimonio de Judas. Usémoslo como fuente de meditación y autoexamen en esta Semana Santa. ¿Qué hay en nuestra vida que deseamos más que a nuestro Señor? ¿Qué tentación nubla nuestro pensamiento y nos lleva a tomar decisiones que sabemos que terminarán en el vacío? Esforcémonos por erradicar cada deseo desordenado dentro de nosotros este día y elijamos sabiamente la voluntad de Dios en su lugar. No nos permitamos continuar creyendo las mentiras que nos impiden hacer de Jesús y Su santa voluntad el único enfoque de nuestra vida.

Oración

Mi divino Señor, Tú y sólo Tú debes convertirte en el centro de mi vida. Tú y sólo Tú tienes el mayor valor en la vida. Ayúdame a despojarme de todos los deseos terrenales de la vida para que no caiga en las tentaciones que conducen a promesas vacías y para que abrace las promesas verdaderas y cumplidas que vienen de Ti. Jesús, en Ti confío.

Jueves Santo, la Cena del Señor: El Único Sacrificio Verdadero de la Misa

Hermanos y hermanas: Recibí del Señor lo que también os he transmitido, que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de haber dado gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros. Haced esto en mi memoria." 1 Corintios 11, 23–24

Damos comienzo al Triduo sacratísimo, las Fiestas más grandes de la vida de la Iglesia. Esta noche celebramos la Última Cena con nuestro Señor. La Iglesia entonces vela en oración hasta la medianoche. Mañana, aunque se reparte la Sagrada Comunión que se consagró el Jueves Santo, no se celebra la Misa y el sagrario está vacío. Veneramos la Cruz, recordamos la Pasión y experimentamos el silencio de la muerte de nuestro Señor. El Sábado Santo no se celebra la Liturgia hasta que se pone el sol y damos comienzo a la celebración de la Vigilia Pascual de la Resurrección de Nuestro Señor.

Esta noche meditamos especialmente en las palabras de Jesús: “Haced esto en memoria mía”. Esto no es solo una invitación; es un mandato de amor. Un mandato para participar en el Memorial del Sacrificio del Salvador del Mundo. Es importante entender la palabra “memorial”. Cuando Jesús dijo: “Haced esto en memoria mía”, no nos estaba pidiendo simplemente que lo recordáramos o que celebráramos la Eucaristía como un memorial en el sentido normal. Un memorial es algo que se usa solo para recordarnos algo que tuvo lugar anteriormente. Puede haber una placa conmemorativa colocada en el lugar de algún evento importante, conmemorando el evento con una descripción y fecha. O podría haber una ceremonia conmemorativa en la que honremos a alguien que nos ha precedido. Pero la Misa es un memorial de una manera muy diferente.

Como memorial, o recuerdo, nuestra Iglesia enseña que cada vez que se celebra la Misa, se hacen verdaderamente presentes los acontecimientos salvíficos del Misterio Pascual. El Catecismo de la Iglesia Católica, al citar al gran Concilio de Trento, lo dice así:

El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: "La víctima es una y  la misma. El mismo el que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, el que se ofreció a sí mismo en la cruz, y solo es diferente el modo de ofrecer" (Concilio de Trento: DS 1743). "Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz "se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento"; […] este sacrificio [es] verdaderamente propiciatorio". (#1367).

En otras palabras, cuando participamos de la Misa estamos participando del Sacrificio de Cristo; estamos presentes en la Cruz. Es Su ofrenda la que culminó en Su victoria sobre el pecado y la muerte. Así, cuando celebramos este “recuerdo”, hacemos más que recordar la Última Cena. Estamos verdaderamente allí, participando verdaderamente en ella, experimentando verdaderamente la gracia salvadora del don de Cristo. Es muy fácil “olvidar” en lo que realmente participamos. A veces podemos distraernos en la Misa. Si la Misa se celebra de manera irreverente, si es apresurada o si nuestra mente está en otra parte, entonces estamos parados al pie de la Cruz más como un soldado o un transeúnte que como la Madre de Dios o como personas de profunda fe.

Mientras participamos en la Última Cena y el Sacrificio salvador de Cristo esta noche, reflexionemos sobre en qué participamos cada vez que celebramos la Santísima Eucaristía. Oremos por los ojos de la fe y por el don de la reverencia y el asombro. Oremos para que se nos levante el velo y se nos invite a contemplar el mayor acto de amor jamás conocido. Permitamos que esta noche sea un verdadero recordatorio de que la Misa es real, es el Santo Sacrificio, es el Regalo más importante que jamás recibiremos. Es el Don del Sacrificio del Salvador del Mundo.

Oración

Mi Señor Sacrificial, esta noche instituiste el Santísimo Sacrificio de la Misa en el cual Tu Sacrificio salvador se convirtió en un Memorial permanente en el que estamos invitados a compartir. Por favor, abre mis ojos a la realidad de la Misa y ayúdame a participar siempre en ella con profunda fe, reverencia y amor. Jesús, en Ti confío.

Viernes Santo de la Pasión del Señor: El mayor acto de amor se desarrolla

Luego se lo entregó para que lo crucificaran. Entonces tomaron a Jesús, y, llevando él mismo la cruz, salió al lugar que se llama De la Calavera, en hebreo, Gólgota. Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, con Jesús en medio. Juan 19, 16–18

Comienza la Pasión de Nuestro Señor. Nuestra narración evangélica de hoy comienza con Jesús saliendo a un huerto con sus discípulos después de la celebración de la cena de Pascua. Es impactante considerar que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad permitió que tal injusticia le sucediera. Aunque perfecto en todos los sentidos, se permitió ser tratado como un criminal, sufrir a manos de los pecadores y sufrir una muerte agonizante.

Uno de los primeros eventos impactantes que tuvo lugar en el huerto donde Jesús fue arrestado fue la gran cantidad de soldados enviados para arrestarlo. Una “banda de soldados” podría significar que se enviaron hasta 600 soldados para lograr este hecho. Salir con “linternas, antorchas y armas” revela que estaba oscuro. El simbolismo de la oscuridad es significativo en el Evangelio de Juan, retratando la oscuridad espiritual que impregnaba esa noche. Dentro de esa oscuridad, uno de los propios apóstoles de Jesús lo traicionó, lo que llevó a esta gran cantidad de soldados a arrestarlo.

Tras el arresto de Jesús, Pedro, el futuro líder de los Apóstoles, niega, por primera vez, que conoce a Jesús. Esto sucede mientras Jesús es interrogado por Anás, un ex Sumo Sacerdote respetado. El hecho de que un Sumo Sacerdote fuera el primero en cuestionar a Jesús muestra que incluso aquellos que son “religiosos” pueden, a veces, ser instrumentos brutales de ataques a la fe. Después de Anás, Jesús es llevado ante Caifás, actuando él entonces como Sumo Sacerdote. Durante ese interrogatorio, Pedro negó a nuestro Señor una segunda vez y luego una tercera. Estos líderes religiosos concluyeron que Jesús debía morir. Recordemos que Caifás había argumentado anteriormente que era “mejor que muera un sólo hombre en lugar de todo el pueblo” (Juan 11, 50). De hecho, esas palabras de Caifás fueron una profecía no intencionada, prediciendo la muerte de nuestro Señor para todo el pueblo.

Como las autoridades judías no tenían el poder de crucificar a alguien, confiaron en el gobernador romano Pilato. Aunque Pilato muestra poco interés en atender su pedido, lo hace por temor a un levantamiento y posibles represalias del César. Pilato también humilla a Jesús, azotándolo y permitiendo que sus soldados se burlen de Él. Poco sabían que el manto púrpura con el que cubrieron a Jesús y la corona de espinas que pusieron sobre Su cabeza eran símbolos de la verdadera Realeza de Jesús, ejercida por Su derrota de la muerte misma en la batalla por la salvación de las almas.

Cuando Jesús fue crucificado, colgó de la Cruz entre dos ladrones. Mientras agonizaba durante tres horas, permitió que Su madre estuviera junto a Él, se la confió al discípulo Juan como su madre y le confió a ella como hijo a Juan, bebió del vinagre para saciar Su sed, pronunció Sus últimas palabras: "Consumado es", y luego inclinó Su sagrada cabeza y entregó Su espíritu.

El Evangelio de Juan nos relata que después de la muerte de Jesús, un soldado le abrió el costado con una lanza, y brotó sangre y agua. Este último don de nuestro Señor se ha entendido como un símbolo de los Sacramentos del Bautismo y la Eucaristía. Estaba realmente cumplido. El rey había ganado la batalla. La muerte fue derrotada, y el medio por el cual debemos compartir esa victoria fue dado por la institución de los Sacramentos.

Reflexionemos hoy sobre esta santísima escena. No hay fin a la profundidad y amplitud del significado de cada acción que tuvo lugar ese día sagrado. Cada detalle revela el amor de Dios. Cada símbolo apunta a la realidad de lo que sucedió. Cada palabra que habló nuestro Señor es para que la escuchemos, la recibamos y la creamos. El significado del Viernes Santo está más allá de nuestra comprensión humana. Sin embargo, en este día santo estamos llamados a penetrar en oración el significado de este acto perfecto de amor, para que podamos participar más plenamente de la gracia que nos ha dado nuestro Señor.

Oración

Mi Señor crucificado, desde la perspectiva de los seres humanos, Tu muerte fue horrible. Pero desde la perspectiva de Tu Padre Celestial, Tu muerte fue el cumplimiento glorioso de Su voluntad. A través de Tu Pasión y muerte, Tú ejerciste Tu Reinado al tomar autoridad sobre el pecado y la muerte y ordenarles que cesaran. Que pueda estar con Tu querida Madre este día, querido Señor, y contemplar con gratitud y asombro lo que has hecho por mí. Jesús, en Ti confío.

Sábado Santo: Junto a la Madre María

El Salvador del Mundo sufrió una muerte cruel en la Cruz. Su cuerpo quebrantado fue colocado en la tumba. Sus discípulos se dispersaron y temieron ser los siguientes. Pero nuestra Santísima Madre velaba con la perfecta esperanza de que su Hijo resucitaría pronto.

Tradicionalmente, los sábados dentro del año de la Iglesia están dedicados a la Santísima Virgen María. Esta antigua tradición se desarrolló en parte debido a la creencia de que, mientras otros estaban llenos de miedo y confusión, la Madre María se mantuvo en vigilia el Sábado Santo en oración anticipando la resurrección de Jesús. Ella sabía que su Hijo resucitaría. Tenía una esperanza más allá de la esperanza. Su fe era segura. Su amor la mantuvo vigilante mientras esperaba el regreso de su Hijo.

Durante muchos siglos, se ha sugerido que la primera persona a la que Jesús se le apareció después de Su resurrección fue Su propia madre. El Papa San Juan Pablo II creía esto. San Ignacio de Loyola lo creía. Y muchos otros a lo largo de los siglos compartieron esta creencia.

Por estas razones, el Sábado Santo es un día ideal para meditar el corazón meditabundo de nuestra Santísima Madre. Hay varias veces en la Sagrada Escritura donde se nos dice que la Madre María meditaba en su corazón los misterios de la vida de su Hijo. Ella fue una de las pocas que estuvieron a su lado en Su agonía y muerte. Se paró frente a la Cruz y reflexionó en oración sobre Su sacrificio perfecto. La Santísima Madre sostuvo Su cuerpo muerto en sus brazos y reflexionó sobre adónde se había ido Su espíritu. Y hoy vela, pensando en su inminente regreso.

Reflexionemos sobre su corazón reflexivo. Tratemos de unir nuestro propio corazón al de ella. Tratemos de entender lo que ella estaba pensando y esperando. Tratemos de sentir lo que ella sintió este día doloroso. Tratemos de experimentar su fe, su confianza y su gozosa espera.

Demasiada gente en este mundo camina en desesperación y confusión. Muchos han perdido la esperanza en la nueva vida que les espera. Muchos padecen su propia forma de muerte interior sin dejar que Dios los atraiga a su Resurrección. Tantas personas hoy necesitan la esperanza que estaba tan viva en el corazón de nuestra Santísima Madre ese primer Sábado Santo.

Reflexionemos en silencio sobre la realidad del Sábado Santo y permitamos que el glorioso corazón de nuestra Santísima Madre nos inspire y nos atraiga más profundamente a una vida de fe, esperanza y amor.

Oración

Queridísima Madre María, en aquel primer Sábado Santo velaste por tu Hijo. Dejaste crecer en ti el don divino de la esperanza y dejaste que esa esperanza fuera tu fuerza en medio del horror de la Cruz. Ruega por mí para que pueda reflexionar sobre tu hermoso corazón este día, para que yo también pueda estar lleno de esperanza mientras soporto los desafíos de esta vida terrenal. Dame un corazón de gozosa anticipación mientras espero la gracia de una nueva vida que nuestro Señor desea tan profundamente otorgarme. Madre María, ruega por mí. Jesús, en ti confío.

Domingo de Pascua: La resurrección del cuerpo

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro por la mañana temprano, cuando aún estaba oscuro, y vio que habían quitado la piedra del sepulcro. Entonces ella corrió y fue donde Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde lo han puesto”. Entonces Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Juan 20, 1–3

Nuestro Señor ha resucitado, ha vencido a la muerte y ha abierto las puertas del Cielo a todos los que creen y reciben el don de la salvación. ¡Aleluya! ¡Qué glorioso día celebramos!

El Evangelio de hoy concluye diciendo: “Porque todavía no entendían la Escritura que decía que tenía que resucitar de entre los muertos”. Esto es evidente por la reacción inicial de María Magdalena, Simón Pedro y el Apóstol Juan. María primero pensó que alguien había tomado el cuerpo de Jesús y lo había sacado de la tumba. Pedro estaba confundido y corrió a ver por sí mismo. Juan también fue y cuando vio el sepulcro vacío, creyó. Eventualmente, todos los Apóstoles llegarían a entender y creer.

La reacción inicial a la tumba vacía nos enseña una lección importante. Aunque la Resurrección de Cristo nos es claramente conocida hoy en día, nuestro conocimiento sobre este glorioso evento debe profundizarse continuamente. Esto se evidencia por el hecho de que los discípulos de Jesús llegaron a comprender la Resurrección con el tiempo. No comprendieron Su Resurrección cuando Jesús les enseñó por primera vez. No lo entendieron completamente cuando vieron la tumba vacía. Ni siquiera lo comprendieron completamente cuando vieron al Señor resucitado. Fue solo después de que recibieron el don del Espíritu Santo en Pentecostés que sus mentes se abrieron a este increíble misterio de la fe para que pudieran comenzar a penetrar y comprender este misterio más claramente.

La Resurrección de Cristo fue un acontecimiento histórico real. Pero también es un acontecimiento que trasciende el tiempo. Es un acontecimiento que debe impregnar todos los tiempos y transformar cada momento de nuestras vidas. Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, fue muy diferente a un simple regreso a la vida. No volvió simplemente a la vida que vivía antes de morir. En cambio, Su estado resucitado fue un nuevo comienzo. Ahora era diferente. Él fue transformado. Su cuerpo ahora nunca envejecería. No podría morir. Podría pasar a través de puertas cerradas. Este cuerpo resucitado de nuestro Señor, que está perfectamente unido a su alma divina, permanecerá con Él para siempre.

El cuerpo resucitado de nuestro Señor también hizo posible que nosotros participáramos de Su estado resucitado. Ahora tenemos la esperanza de que, si compartimos Su sufrimiento y muerte, también compartiremos Su Resurrección. Pero ¿qué significa eso? Santo Tomás de Aquino creía que nuestros cuerpos resucitados serán gloriosos más allá de la imaginación. Nunca envejeceremos, no necesitaremos alimentos, nunca experimentaremos enfermedades, estaremos libres de todo trastorno y viviremos de esta manera para siempre. De alguna manera, a través de nuestros cuerpos, también seremos capaces de compartirnos con los demás de una manera pura y santa, comunicando a los demás el amor de Dios vivo dentro de nuestras almas. Tendremos el don de la agilidad, pudiendo movernos de un lugar a otro con inmediatez simplemente con pensarlo. Nuestros nuevos cuerpos glorificados manifestarán las formas en que amamos y servimos a Dios en este mundo. Por ejemplo, el cuerpo resucitado de Jesús tenía heridas en las manos, los pies y el costado. Pero ahora esas heridas irradian Su gloria y dan testimonio para siempre de Su acto de amor perfecto.

Reflexionemos hoy sobre la Resurrección del Salvador del Mundo. Mientras lo hacemos, reflexionemos también sobre Su invitación a compartir esta nueva vida. Aunque gran parte de nuestra comprensión sobre la Resurrección de Jesús, así como nuestra esperanza de compartir en este estado resucitado, solo se entenderá cuando lo hagamos, es importante colocar estas ideas en nuestras mentes para que tengamos algo que anticipar. Como mínimo, debemos saber y entender que nuestra participación en el estado resucitado de Jesús es gloriosa más allá de lo que podemos imaginar. Esto es lo que celebramos hoy. Y esta celebración debe llenarnos con esperanzada anticipación de nuestra participación en esta gloriosa nueva vida por venir.

Oración

Mi Señor resucitado, Tu cuerpo y alma sagrados están unidos para siempre como uno en un estado nuevo y glorificado. Ahora nos invitas a todos a compartir Tu sufrimiento y muerte en esta vida para que podamos compartir Tu Resurrección. Por favor, llena mi mente con la comprensión de este don para llenarme de esperanza a fin de que trabaje incansablemente por ese día en el que espero compartir Tu Resurrección. Jesús, en Ti confío.



Para cada día hasta el jueves santo podemos finalizar con esta oración:

Oración de Semana Santa

Señor, que todo lo que haga en esta Semana Santa sea inspirado por Ti. Ayúdame a recordar que nada es importante en mi vida a menos que te glorifique de alguna manera. Es tan fácil quedar atrapado en el día a día de mi vida.

Ayúdame a entrar de lleno en tu Pasión a través de mis promesas de Cuaresma y recuerda siempre que Tú fuiste al desierto, al jardín y a la Cruz por mí. Amén

Para Viernes Santo finalizamos con la siguiente oración:

Oración de Viernes Santo

Oh Jesús, que por tu ardiente amor por nosotros quisiste ser crucificado y derramar tu Preciosísima Sangre por la redención y salvación de nuestras almas, míranos aquí reunidos en memoria de Tu dolorosa Pasión y Muerte, confiando plenamente en Tu misericordia; límpianos del pecado por tu gracia, santifica nuestro trabajo, danos a nosotros y a todos los que nos son queridos nuestro pan de cada día, endulza nuestros sufrimientos, bendice a nuestras familias y a las naciones tan gravemente afligidas, concédenos tu paz, que es la única paz verdadera, para que por la obediencia a tus mandamientos podamos llegar al fin a la gloria del Cielo. Amén.

Para Sábado Santo finalizamos con la siguiente oración:

Oración a Nuestra Señora en Sábado Santo

María, Madre de los Dolores, mujer del sábado que, en silencio, desgarrada por el dolor, has seguido a tu Hijo Jesús hasta la Cruz, permanece junto a nosotros, que hemos sido hechos hijos tuyos por tu Hijo. Guárdanos y defiéndenos bajo tu manto, mientras esperamos el nuevo día, el día de la resurrección de tu Hijo. María, Madre Dolorosa, mujer del sábado, ayúdanos a vivir este tiempo de cruz y silencio. Del mismo modo en que tú, Virgen Madre, permaneciste de pie bajo la cruz de tu Hijo, y supiste custodiar en la espera a los discípulos de tu Hijo Jesús, ayúdanos hoy así también a nosotros a vivir a la espera de un tiempo bueno, aprendiendo a no desperdiciar esta experiencia de pasión. María, Madre de los Dolores, mujer del Sábado, Cuídanos y defiéndenos, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén.

Y para Domingo de Resurrección debemos hacer sólo la siguiente:

Oración para Domingo de Resurrección de San Gregorio Magno

Querido Señor Jesucristo, por Tu radiante y magnífica resurrección, rompiste los lazos de la muerte y te levantaste de la tumba como un vencedor. Tú reconciliaste el Cielo y la tierra. Nuestra vida no tenía esperanza de felicidad eterna antes de que nos redimieras. Tu resurrección ha lavado nuestros pecados, ha restaurado nuestra inocencia y nos ha traído alegría. ¡Cuán inestimable es la ternura de Tu amor!

Finalizamos con la siguiente oración mientras nos santiguamos

Que el Señor nos bendiga, nos proteja de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

Oraciones de Semana Santa en Youtube

Fuentes:

Más de Católicos de María