Oraciones Reflexiones

Oraciones de adviento para cada día 2022

Oraciones de adviento para cada día
Oraciones de adviento para cada día

Al comenzar el Adviento, encendemos una vela en medio de toda la oscuridad en nuestras vidas y en el mundo. Simboliza nuestro anhelo, nuestro deseo, nuestra esperanza. Tres “advenimientos” o “venidas” dan forma a nuestro deseo. Queremos ser renovados en el sentido de que Jesús vino a salvarnos de nuestro pecado y muerte. Queremos experimentar su venida a nosotros ahora, en nuestra vida cotidiana, para ayudarnos a vivir nuestras vidas con significado y propósito. Y queremos prepararnos para su venida a nuestro encuentro al final de nuestra vida en esta tierra.

Entonces, comenzamos con nuestro anhelo, nuestro deseo y nuestra esperanza.

Cuando nos despertemos, todos los días de esta semana, podríamos encender esa vela, simplemente tomándonos unos momentos para concentrarnos. Podríamos hacer una pausa de un minuto al lado de nuestra cama, o mientras nos ponemos las pantuflas o la bata, y encender una vela interior. ¿Quién de nosotros no tiene tiempo para hacer una pausa por un momento?

Si nuestra familia tiene una corona de Adviento, o incluso si no la tiene, podemos orar juntos antes de la cena. Mientras encendemos la primera vela de la corona, o simplemente hacemos una pausa para rezar juntos nuestra gracia normal. Luego, al comenzar a comer, podemos invitarnos unos a otros, incluidos los niños, a decir algo sobre lo que significa hoy encender esta primera vela.

Todas las noches de esta semana, podemos hacer una breve pausa, quizás mientras nos sentamos por un minuto al borde de la cama. Podemos ser conscientes de cómo esa pequeña vela de deseo trajo luz a este día. Y podemos dar gracias. Ir a la cama cada noche esta semana con un poco de gratitud es parte de la preparación para la anticipación y el deseo crecientes.

¡Ven, Señor Jesús! Ven y visita a tu gente.
Esperamos su venida. Ven, oh Señor.

Oraciones para cada día de adviento

  • Comenzamos con la Señal de la Cruz
  • Señor, abre mis labios, y mi boca publicará tu alabanza.

Oración inicial para cada día

Padre, Dios todopoderoso y eterno, hacemos bien en darte gracias siempre y en todo lugar por Jesucristo nuestro Señor. Cuando se humilló para venir entre nosotros, cumplió el plan que tú formaste hace mucho tiempo y nos abrió el camino de la salvación. Ahora esperamos el día, con la esperanza de que la salvación prometida sea nuestra cuando Cristo venga de nuevo en Su gloria.

Y así, con todos los coros de ángeles en el cielo proclamamos tu gloria y nos unimos a su interminable himno de alabanza: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de poder y fortaleza, llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria.
Hosanna en las alturas. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en las alturas.

Oraciones para cada semana de adviento

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Primera Semana de Adviento

Primer Domingo de Adviento: Preparación

“Así también vosotros debéis estar preparados, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del Hombre.” Mateo 24:44

Una vez más, entramos en la temporada santa de Adviento. El Adviento, más que cualquier otra cosa, es un tiempo de preparación espiritual por el cual nos disponemos más plenamente a recibir el Don más grande que jamás podríamos recibir: ¡Cristo Jesús mismo!

Las lecturas de este Primer Domingo de Adviento nos recuerdan que el Salvador del Mundo un día regresará a la tierra. Se nos recuerda que Él regresará en todo Su esplendor y gloria y que esta venida será “a la hora que no esperáis…”

Aunque es cierto que nuestro Señor podría regresar a la tierra para el Juicio Final y la recreación del Cielo y la tierra en cualquier momento, la mayoría de la gente no espera que esto suceda pronto. Y aunque ese sea el caso, nuestro Señor hace todo lo posible para alentarnos a estar siempre preparados para esta venida final, afirmando claramente que realmente podría ser en cualquier momento.

¿Qué tan preparado estás si ese día fuera hoy? Ignoremos la racionalización de que lo más probable es que no sea hoy y simplemente consideremos nuestra preparación para ese momento definitivo en el tiempo. Esta preparación es una de las claves centrales de nuestra vida santa. Si fuéramos capaces de vivir hoy y todos los días a partir de ahora como si fuera ese día, el día del regreso de nuestro Señor, entonces no hay duda de que nuestra santidad de vida aumentaría enormemente a medida que vivamos con esta constante anticipación y preparación.

Uno de los efectos de vivir día tras día, año tras año, en un estado de preparación perpetua es que no solo estamos listos si nuestro Señor regresa hoy, sino que, lo que es igualmente importante, permanecemos perpetuamente atentos a las innumerables formas en que Él viene a nosotros todos los días. Esta forma de preparación perpetua forma en nosotros un hábito espiritual de escuchar y responder a la voz de Dios y las innumerables gracias que Él nos envía todos los días. Esta preparación habitual es una virtud por la cual la venida de Cristo transforma lo que somos, aquí y ahora, y le permite vivir más plenamente dentro de nosotros, cumpliendo su misión de redimir al mundo en y a través de nosotros.

Reflexionemos, hoy, sobre el deseo ardiente en el corazón de Cristo de que formemos este santo hábito de estar siempre atentos a Él y permanecer siempre en un estado de recepción constante de su santa presencia en nuestras vidas. Deja que Él venga a ti, hoy, ahora, y no esperes. Pon tus ojos en Él hoy. No dejes para mañana lo que Jesús te pide hoy. Hacerlo no solo te preparará para Su venida final y gloriosa en el fin del mundo, sino que también te preparará para la transformación diaria y total de tu vida.

Oración

Señor Dios, solo tú puedes ver dentro de mi corazón y saber que debajo de todo el ajetreo de mi vida, hay un profundo anhelo de hacer de este Adviento uno que te acoja más profundamente en mi propia vida.

Mi corazón anhela el calor de tu amor y mi mente busca tu Luz en medio de la oscuridad.

Ayúdame a ser un pacificador este Adviento y a dar un amor especial a aquellos que no están de acuerdo conmigo. Dame la fuerza y ​​el coraje para perdonar a los que me han hecho daño. Ayúdame a liberar mi corazón de la prisión de mi ira y dolor. Amén.

Lunes de la primera semana de Adviento: Fe en la Eucaristía

“Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solo di la palabra y mi siervo sanará”. Mateo 8, 8

Esta línea tan familiar está tomada de la fe de un centurión romano. Le pidió a Jesús que sanara a su siervo, Jesús accedió a venir a curarlo, y el centurión exclama esta profunda fe en Jesús afirmando dos cosas:

  1. Que no es digno de la presencia de Jesús en su casa.
  2. Su confianza en que Jesús puede sanar a su siervo simplemente diciendo la palabra.

Jesús, por supuesto, está bastante impresionado con la fe de este hombre y eso lo conduce a la curación física de su siervo a distancia. Pero Jesús hace mucho más que una curación. Él también presenta a este hombre como un modelo de fe para todos.

Esta hermosa declaración de fe del centurión se usa dentro de la Misa para hablar de dos asuntos de fe con respecto a la Eucaristía:

  1. No somos dignos de recibir la Sagrada Comunión.
  2. Invitamos a Jesús de todos modos a que venga y sane nuestras almas.

El Adviento es un tiempo en el que reflexionamos especialmente sobre el gran misterio de la Encarnación. Es un momento en el que reflexionamos especialmente sobre el misterio de la venida de Dios y su morada con nosotros en forma física. Aunque esto sucedió hace más de dos mil años, continúa ocurriendo en todas y cada una de las Misas. Y en todas y cada una de esas Misas estamos llamados a expresar la misma fe que este centurión romano.

Reflexionemos hoy sobre nuestra fe en la venida de Cristo en la Santísima Eucaristía. Cada Misa es una manifestación del Dios-Hombre que vino a vivir entre nosotros y vivir dentro de nosotros. Si tan solo tenemos la fe de este centurión, nosotros también seremos bendecidos sin medida por nuestro Dios.

Oración

Amado Dios, siento que todo es Tu creación y todo, y todos nosotros, estamos siendo atraídos hacia Tu amoroso Corazón.

Ayúdame a ser una persona de paz, a hablar de ella en un mundo inquieto, y a vivirla entre las personas que has puesto en mi vida todos los días.

Enciende en mí el deseo de prepararme para tu venida, para pararme en la oscuridad, esperando, ansioso y lleno de alegría. Amén.

Martes de la primera semana de Adviento: Los ojos de la fe

Dirigiéndose a los discípulos en privado, dijo: “Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no oyeron. Lucas 10, 23-24

¿Qué vieron los discípulos que hizo que sus ojos fueran “bendecidos”? Claramente, fueron bendecidos al ver a nuestro Señor. Jesús era el prometido por los profetas y reyes de la antigüedad y ahora estaba allí, en carne y hueso, presente para que los discípulos lo vieran. Aunque no tenemos el privilegio de “ver” a nuestro Señor de la misma manera que lo hicieron los discípulos hace unos 2000 años, tenemos el privilegio de verlo de innumerables otras maneras en nuestra vida diaria, si tan solo vemos y oímos con nuestra fe.

Desde el tiempo de la aparición de Jesús en la Tierra mucho ha cambiado. Los Apóstoles finalmente fueron llenos del Espíritu Santo y enviados en una misión para cambiar el mundo. Se estableció la Iglesia, se instituyeron los Sacramentos, se ejerció la autoridad docente de Cristo, e innumerables santos han dado testimonio de la Verdad con sus vidas. Los últimos 2000 años han sido años en los que Cristo se manifestó continuamente al mundo de innumerables maneras.

Hoy, Cristo sigue presente y sigue estando ante nosotros. Si tenemos los ojos y los oídos de la fe, no lo extrañaremos día tras día. Veremos y comprenderemos las innumerables formas en que Él nos habla, nos conduce y nos guía hoy. El primer paso hacia este don de la vista y el oído es tu deseo. ¿Deseas la Verdad? ¿Deseas ver a Cristo? ¿O estás satisfecho con las muchas confusiones de la vida que buscan distraerte de lo que es más real y más transformador?

Reflexionemos, hoy, sobre nuestros deseos. Los profetas y reyes de la antigüedad “deseaban” ver al Mesías. Tenemos el privilegio de tenerlo presente hoy en la Eucaristía, hablándonos y llamándonos continuamente. Fomenta entonces dentro de ti el deseo por nuestro Señor. Permite que se convierta en una llama ardiente que anhela consumir todo lo que es verdadero y todo lo que es bueno. Desea a Dios. Desea Su Verdad. Desea Su mano guía en tu vida y permite que te bendiga más allá de lo que puedas imaginar.

Oración

Dios de perdón, me dirijo a ti en mi gran debilidad y suplico tu ayuda. Déjame sentir la alegría creciendo en mi corazón mientras anticipo tu llegada.

Escucho el mensaje de los profetas de antaño y sé que el Mesías traerá nueva vida y nuevas formas de vivir.

Desde la humildad de mi vida, ayúdame a crecer y florecer y a escuchar las palabras que cambiarán el mundo. Amén.

Miércoles de la primera semana de Adviento: Jesús se preocupa por nosotros

Jesús llamó a sus discípulos y dijo: “Mi corazón se conmueve por la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos con hambre, por temor a que se derrumben en el camino”. Mateo 15, 32

Lo primero que revela este pasaje fácilmente podría pasarse por alto. Revela la profunda preocupación de Jesús por las multitudes. Él no solo cuidó de sus almas, también cuidó de sus cuerpos en el sentido de que no quería que se fueran con hambre. Esto revela el cuidado total de Jesús por sus seguidores.

Conocemos el resto de la historia. Jesús multiplica los panes y los peces y alimenta a la multitud. Y aunque este es un milagro increíble a nivel físico, es igual de milagroso a nivel personal y espiritual.

Hablando personalmente, el milagro es que Dios, el Todopoderoso, el Omnipotente, está profundamente preocupado por el pequeño detalle de alimentar a la multitud con su próxima comida. Esto revela que Dios no solo se preocupa por nuestra salvación eterna, también se preocupa por nuestras necesidades diarias.

Nótese que el pasaje cita a Jesús diciendo: “Mi corazón se conmueve por la multitud…” y “No quiero despedirlos con hambre…” Esta preocupación tan personal y humana de Jesús debería ofrecernos un gran consuelo al saber que Su cuidado es profundo y exhaustivo.

La preocupación que Jesús tiene por la necesidad física de alimento para sus seguidores también apunta a su preocupación espiritual por las almas de sus seguidores. Si Él se preocupa tanto por el cuerpo, se preocupa aún más por el alma y desea profundamente nutrir sus almas con el alimento de la vida eterna.

Reflexionemos, hoy, sobre el cuidado profundo de Jesús por nosotros. Sepamos que no hay detalle de nuestras vida sque escape a Su atención. Aunque a veces puede ser difícil de creer, debemos saber que es absolutamente cierto. Entrégale todo a Él con confianza, creyendo que Él está allí para ayudarte en cada una de tus necesidades.

Oración

Señor de todo, eres un Dios de abundancia, un Señor que nos provee en nuestra necesidad. Al comenzar estos primeros días de Adviento, ayúdame a creer que sabes lo que necesito.

Dame el coraje de escuchar tu voz y la libertad de abrir mi corazón a las gracias que me estás ofreciendo para depositar mi confianza en ti. Amén.

Jueves de la primera semana de Adviento: Escucha, comprende, actúa

Todo el que escuche estas palabras mías y las ponga en práctica será como un hombre sabio que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron las inundaciones, soplaron los vientos y azotaron la casa. Pero no se derrumbó; había sido asentada sólidamente sobre roca. Mateo 7, 24–25

Quizás una de las cosas más difíciles de hacer en la vida es escuchar. ¿Somos buenos escuchando? ¿Sabemos escuchar? Lo más probable es que esto sea una lucha para ti, ya que es una lucha para la mayoría de las personas.

Escuchar es más que oír. Escuchar implica que uno oye y comprende. Además, en este pasaje de las Escrituras, Jesús deja claro que “escuchar” no es suficiente. Una vez que hemos escuchado (oído y entendido), debemos actuar. Actuar sobre la Palabra de Dios implica un abrazo total y una entrega a Su Palabra y voluntad. Significa que permites que la Palabra de Dios dicte tus acciones y pongas tus pies “firmemente sobre roca”.

Las imágenes que usa Jesús son bastante descriptivas. Una casa construida sobre arena es muy diferente a una casa construida sobre roca sólida. Uno solo puede imaginar los problemas que le esperan a una casa construida sobre arena. Cada tormenta que viene causará gran ansiedad y preocupación. El miedo siempre estará presente a medida que la base arenosa se erosione lentamente. Pero si la casa está sobre roca sólida, hay mucha confianza en medio de una tormenta.

Reflexionemos hoy, sobre los cimientos de nuestras vidas. El Adviento es un tiempo en el que examinamos si el fundamento de nuestra vida es o no Jesús. Entró en nuestro mundo y se hizo carne para poder ser ese fundamento de roca. Y el camino a esa base de roca es escuchar, comprender y actuar. Pon tu “casa” en Él de esta manera y ninguna tormenta erosionará los cimientos de tu vida.

Oración

Dios de fortaleza y protección, recurro a ti porque necesito ayuda. Anhelo ser lo suficientemente libre
para confiar en que puedo apoyarme en ti.

Pero me da miedo. Ayúdame a confiar en ti, Señor. Tu fuerza y ​​poder son un suave lugar de protección.

Sé un refugio seguro cuando estoy siendo pisoteado. Anhelo tu ayuda, tu cuidado protector. Ayúdame a librarme de la fría soledad de estas noches oscuras. Amén.

Viernes de la Primera Semana de Adviento: Quiero ver

Hágase en vosotros según vuestra fe”. Y sus ojos fueron abiertos. Jesús les advirtió con severidad: “Mirad que nadie sepa esto”. Pero ellos salieron y difundieron la noticia de él por toda aquella tierra. Mateo 9,29b–31

Esta declaración de Jesús está dirigida a dos hombres ciegos que vienen a Él, suplican misericordia y sanidad, creen con fe en que Jesús los sanará y luego son sanados. Pero lo que es bastante fascinante es que Jesús les dice que no hablen de su curación a los demás. ¿Por qué diría esto?

En primer lugar, la petición de Jesús habría sido imposible de seguir. Todos los que conocían a estos ciegos habrían sabido que eran ciegos. Y entonces, de la nada, pudieron ver. ¿Cómo podría contenerse tal cosa?

Jesús ciertamente sabía que no podían contener tal milagro, pero, sin embargo, habló estas palabras a estos hombres. Para entender por qué Jesús dijo esto, debemos entender el motivo que tenía para sanarlos.

La curación de Jesús a estos hombres se hizo puramente por amor a ellos. Ellos clamaron por misericordia y Jesús quiso ofrecer misericordia. No lo hizo como una forma de ganar elogios públicos o notoriedad. Lo hizo por amor a estos ciegos.

Él también hizo este milagro para enseñar que Él puede sanar la ceguera de nuestros corazones. Él quería que estos hombres llegaran a tener fe en Él y lo “vieran” por lo que Él era. Por lo tanto, este milagro fue algo profundamente personal y se hizo con el propósito de fortalecer la fe de estos dos hombres.

Lo que es interesante notar, sin embargo, es que estos hombres no pudieron contener el gozo que tenían al recibir este regalo de nuestro Señor. Tuvieron que gritar de gratitud y compartir su historia. Podemos estar seguros de que Jesús no se ofendió por esto, sino que lo vio como un resultado necesario de su fe.

¿Y tú? ¿Ves a Dios obrando en tu vida y luego buscas esparcir el gozo de Su obra en tu vida? ¿Eres testigo de Su acción y sanación? ¿Buscas permitir que otros vean todo lo que Dios ha hecho por ti?

Reflexionemos hoy sobre la alegría en los corazones de estos ciegos por su curación. Y sobre nuestro propio gozo por la actividad de Dios en nuestra vida. Si tu alegría no es desbordante, ¡tal vez sea un buen día para pedirle al Señor, con una fe profunda, que te ayude a ver!

Oración

Jesús, protector, anhelo tu venida. La promesa de una nueva luz está ahí si tan solo puedo creer.

Protégeme de los peligros y guíame a través de la penumbra hacia la alegría que tanto anhelo encontrar en ti, levántame de mis bajos pecados, ayúdame a ver y dame la promesa de salvación, la luz y la gracia sanadora de tu amor.

Deja que el antiguo sueño se cumpla en ti y la paz venga a esta vida y al mundo. Amén.

Sábado de la Primera Semana de Adviento: El regalo de Dios

“Gratis lo habéis recibido; sin costo has de dar.” Mateo 10, 8b

¿Qué es lo que hemos recibido “sin costo”? Bueno, hemos recibido todo lo bueno gratis. ¡Es verdad! Todo lo que es bueno es un regalo de Dios. Y es un regalo gratuito de Él. No hay nada que podamos hacer para ganar Sus bendiciones en nuestras vidas. ¿Crees eso?

La cita anterior de las Escrituras es parte de la exhortación de Jesús a Sus Doce Apóstoles cuando los envía a predicar, sanar y expulsar demonios en Su nombre. Les recuerda que todo lo que han recibido de Él es un don gratuito y que ellos deben, a su vez, dar el Evangelio gratuitamente a todos.

El Adviento es un tiempo en el que debemos centrarnos especialmente en la próxima celebración del don de Navidad. La Navidad es una época en la que damos y recibimos regalos, pero es importante entender la diferencia entre un "regalo" y un "don". Un regalo es algo que se espera. Por ejemplo, su cónyuge o hijo espera un regalo en su cumpleaños o en Navidad. Pero un don es algo más. Un don es algo que se da libremente, no se gana ni se merece. Se da por amor sin ataduras. De esto se trata la Encarnación.

El Adviento debe ser un tiempo en el que reflexionemos sobre la verdad de que Dios vino a la Tierra para darse a sí mismo de forma gratuita e inmerecida. Su vida es un don totalmente gratuito para nosotros y es el don más grande que jamás hayamos recibido. A su vez, el Adviento debe ser un tiempo en el que también reflexionemos sobre el sí de María para que Dios nos hiciera este don a través de ella y sobre nuestro llamado a llevar el don de Cristo Jesús a los demás.

Reflexionemos hoy sobre el dar y recibir de Jesús en nuestra vida. Dejemos que nuestro corazón se llene de gratitud hacia Dios y la Santísima Virgen en este Adviento para que todos podamos dar el Don de Jesús a los demás.

Oración

Dios de todos nosotros, gracias por el don de María en mi vida. Confío en ella para que interceda por mí ante su hijo
y me guíe, especialmente en mi familia.

Ayúdame a aprender la gracia de la humildad, y dame el valor de decirte "sí" sin saber siempre adónde me llevará.

Libérame de los miedos que me aprisionan, del orgullo y la terquedad que me alejan de ti y de los demás.

Permíteme ver a María como ejemplo para vivir una vida más amorosa y más consciente de ti. Amén.

Segunda Semana de Adviento

Segundo Domingo de Adviento: Un tiempo para arrepentirse

Apareció Juan Bautista, predicando en el desierto de Judea y diciendo: “¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca!”. Mateo 3, 1–2

Juan Bautista es verdaderamente el más grande de los profetas. Tuvo el papel único de ser el precursor inmediato del Salvador del Mundo. Muchas tradiciones piadosas afirman que Juan fue santificado dentro del vientre de su madre en el momento de la Visitación de la Santísima Virgen María, momento en el que nuestra Santísima Madre que estaba embarazada de Jesús visitó a su prima Isabel que estaba embarazada de Juan. Ante el saludo de María, Juan saltó de alegría en el vientre. Además, Jesús dice que nadie nacido de mujer fue mayor que Juan. Esa es una declaración inmensa y es motivo suficiente para que escuchemos las palabras de Juan.

Con respecto a la predicación de Juan, observemos primero que Juan hizo su predicación en el desierto de Judea. No se sentó en un trono real ni disfrutó de los honores de los líderes judíos. En cambio, era pobre, sencillo, orante, hacía penitencia regularmente, permaneció en el desierto e invitó a muchas personas a venir a él. Y cuando llegaban, predicaba palabras audaces a todos.

Entre los que se acercaron a Juan en el desierto estaban los fariseos y los saduceos. No vinieron porque fueran sinceros sino por sus celos y envidia. Pero cuando llegaron, Juan les dijo: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Producid buenos frutos en evidencia de vuestro arrepentimiento”. Juan luego predicó que alguien mucho más grande que él vendría después y que él no era digno ni siquiera de desatar las correas de sus sandalias. Juan explicó que el que vendría se convertiría en la fuente de salvación para muchos, pero que otros, “…arderían con fuego inextinguible”.

Aunque se podría decir mucho más acerca de Juan Bautista, es esencial que consideremos regularmente sus fuertes palabras de predicación y permitamos que esas palabras nos sacudan hasta la médula. ¿De qué manera necesitamos escuchar el mensaje de arrepentimiento de Juan? ¿De qué manera somos como los fariseos y saduceos? ¿De qué manera somos egocéntricos, envidiosos, celosos, orgullosos y cosas por el estilo? Si creemos que somos mucho mejor que los fariseos y saduceos a quienes Juan se dirigió con estas duras palabras, entonces es posible que nos estemos engañando a nosotros mismos más de lo que creemos. El alma humilde también verá el pecado en su alma y siempre permitirá que las poderosas palabras pronunciadas por Juan y por nuestro Señor lo conduzcan a un arrepentimiento más profundo.

Reflexionemos hoy sobre la verdad infalible de que necesitamos arrepentirnos. La única persona que no necesita arrepentirse diariamente es la que vive perpetuamente en estado de perfecta comunión con la Santísima Trinidad. Pero estas almas santas son escasas. No debemos ofendernos por esta verdad, sino regocíjarnos en ella. Da gracias a Dios por las fuertes palabras de San Juan Bautista dichas a los fariseos y saduceos, y permítete escuchar esas palabras tú mismo, como si fueran dichas sólo para ti. Recíbelas con humildad y regocijo, y permite que te preparen más plenamente para recibir a nuestro Divino Señor más profundamente en tu alma en esta temporada de Adviento.

Oración

Querido Señor, en mi oscuridad busco el arrepentimiento. Quiero que mi corazón esté abierto a ti. Pero a veces, incluso en estos días, parece que muchas cosas se interponen entre nosotros.

Ayúdame a enmendarme, a estar despierto y consciente del resplandor que traes a mi vida. Ayúdame a estar agradecido cada día por las bendiciones de familiares y amigos. Permíteme ser un pacificador en mi propia vida y en el mundo. Inspírame a rezar especialmente por este mundo tan duro y por aquellos que tanto necesitan salir del pecado. Mi corazón pide esto en este día. Amén.

Lunes de la Segunda semana de Adviento: Asombro ante la Misericordia de Dios

Entonces el asombro se apoderó de todos y glorificaron a Dios, y llenos de asombro dijeron: “Hoy hemos visto cosas increíbles”. Lucas 5, 26

Estaban “asombrados” porque Jesús curó al paralítico después de que lo bajaron por el techo de una casa en la que Jesús estaba enseñando.

Pero esto no fue lo que más impresionó a la gente. Lo más asombroso fue que Jesús también le dijo al paralítico: “En cuanto a ti, tus pecados te son perdonados” (Lucas 5, 20). Jesús luego confirmó que Él tenía el poder de perdonar los pecados al realizar este milagro físico.

Cierto, la mayoría de la gente se fue a casa ese día hablando primero de la sanidad física. Pero podemos estar seguros de que, al reflexionar sobre esta experiencia, se sintieron aún más profundamente conmovidos por el perdón de los pecados. Tal vez no entendieron completamente lo que significaba todo esto. Pero, no obstante, Sus palabras de perdón fueron bastante poderosas y transformadoras.

Reflexionemos hoy sobre nuestro deseo de recibir el perdón de Dios en nuestra vida. ¿Anhelas escuchar estas palabras dirigidas a ti? ¿Anhelas experimentar la misericordia y el perdón de Jesús en tu vida? La razón por la que vino del Cielo a la Tierra fue para ofrecernos el perdón de nuestros pecados. El mayor milagro es la misericordia y el perdón. Cuando recibas este regalo de Su misericordia, también glorificarás a Dios con un asombro gozoso y santo al ver este increíble regalo desplegarse en tu vida.

Oración

Dios de la Fuerza, necesito tu coraje. Te ofreces a hacer firmes las rodillas que están débiles. Sólo tú sabes lo asustado que estoy tan a menudo.

Y me ofreces fuerza. Está la promesa de la venida de tu Hijo y saber que me salvarás. No puedo hacer esto por mi cuenta, no importa cuántas veces crea que puedo hacerlo.

Dame la humildad para pedir tu ayuda, tu perdón y un corazón abierto para aceptar tu sanación y amor en mi vida. Amén.

Martes de la Segunda semana de Adviento: Dios nunca se da por vencido contigo

“Así mismo, no es la voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños.” Mateo 18, 14

Jesús hace esta declaración después de contar la parábola de la oveja perdida. El pastor deja las noventa y nueve y va buscando diligentemente a esa pequeña. La parábola continúa afirmando que, “Si la encuentra, de cierto os digo que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se descarriaron” (Mateo 18, 13).

Todos somos “uno de estos pequeños”. Al principio, puede parecer injusto que el pastor se regocije más por la oveja perdida que por las noventa y nueve. Pero si entendemos que todos y cada uno de nosotros somos esa oveja perdida, tiene sentido.

Mientras reflexionamos sobre esta parábola, es esencial que reflexionemos sobre el profundo deseo del pastor de encontrarnos. Debemos mirar su preocupación, su esfuerzo incansable y su diligencia en buscarnos. Este es el cuidado que Dios tiene para ti.

Reflexionemos hoy, sobre nosotros mismos siendo esa oveja perdida. Estar “perdidos” en nuestro pecado no es una experiencia agradable. El pecado trae miedo, desesperación, confusión, ira y cosas por el estilo. Pero si podemos volver nuestra mirada al Buen Pastor en medio de nuestro pecado, recuperaremos la esperanza de que nuestro Dios se preocupa tanto por nosotros que nunca dejará de buscarnos. ¡Y cuando Él nos encuentre, Su corazón se llenará de la mayor alegría!

Oración

Dios todopoderoso, lo oigo una y otra vez: vienes a mí. Siento que mi corazón se agita de anticipación y que me invitas a entrar más profundamente en el misterio de Tu nacimiento.

Ayúdame a sentir que la paciencia renovada se asienta en mi corazón, y a levantar mi rostro en alegría.

He sido como una oveja perdida, pero escucho tu voz llamándome y siento cuánto quieres que regrese. De alguna manera sé que te alegras de mi deseo de dejarme encontrar por ti.

Ayúdame a no tener miedo de creer y proclamar que aquí estás Tú, mi Dios, entrando en mi vida. Amén.

Miércoles de la Segunda semana de Adviento: Venid a mí con vuestras cargas

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vosotros, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Mateo 11, 28–30

¡Qué hermosa invitación de Jesús! Vale la pena leer este pasaje una y otra vez y memorizarlo para que pueda reflexionarse fácilmente sobre él durante los momentos más difíciles de la vida. Todos tenemos esos momentos. Los momentos en que nos sentimos abrumados y agobiados. Podría ser que estemos agobiados por alguna tragedia en la vida, o podría ser que estemos agobiados por los aspectos pequeños y monótonos de la vida. Una de las mayores cargas diarias es la de nuestro propio pecado. Pero cualquiera que sea el caso, Jesús quiere que escuchemos y creamos estas palabras. “Venid a mí…”, dice. Ven a mí sin importar lo que esté pasando en tu vida. Ven a mí sin vacilación y sin miedo.

Jesús también nos promete que Su "yugo es suave" y Su "carga es ligera". ¿Qué significa eso? ¿Significa que venir a Jesús eliminará todas las dificultades de nuestras vidas? En realidad no. Lo que significa es que venir a Jesús nos permitirá soportar y caminar a través de cualquier dificultad que encontremos en la vida.

El Adviento nos recuerda que Dios Hijo vino y tomó nuestra naturaleza humana y todo lo que implica ser humano. Y aunque nunca pecó, se permitió experimentar los efectos del pecado y la carga que impone. Entonces, siendo Dios, puede mirarnos a los ojos y decirnos que comprende nuestras dificultades porque las vivió. Él las vivió por amor a nosotros para poder ayudarnos a soportar con gozo todo lo que enfrentamos en la vida.

Reflexionemos hoy sobre esta dulce y gloriosa invitación de Jesús. Deja que Él entre en lo que sea que te agobie. Deja que Él lleve el yugo que tú llevas y te dé, en cambio, el yugo suave que Él ha preparado para ti. La cruz que llevas puede que no desaparezca, pero será transformada y alumbrada en Su gracia. Amén.

Oración

Jesús, puedo ver tu amor especial por aquellos que a menudo son invisibles en este mundo. Abre mi corazón para que se llene de compasión por los hambrientos y sin dignidad. Concédeme la capacidad de vivir con sencillez y de verte en los rostros de los que me rodean.

En la oscuridad de mis noches de, guíame hacia ti por la luz de Tu palabra. Dame la humildad para ser guiado por ti y la sabiduría para aprender de ti. Déjame descansar en ti.

Estoy agradecido por el Salvador que nos espera, y espero ansiosamente el tiempo de regocijo. Déjame mirar adelante con esperanza, abandonarme y dirigirme a ti con gran confianza, sabiendo que guiarás mis pasos por los caminos desconocidos de mi vida. Amén

Jueves de la Segunda semana de Adviento: El Camino de la Caridad

“De cierto os digo, que entre los nacidos de mujer no ha habido ninguno mayor que Juan Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él”. Mateo 11, 11

Así como reflexionamos sobre San Juan Bautista el domingo pasado, también se nos da su testimonio en el Evangelio de hoy. Juan fue grande ante todo por su humildad. ¡Pero Jesús también aclara que la grandeza de Juan como el más grande de los profetas del Antiguo Testamento no es nada en comparación con ser miembro del Reino de los Cielos!

El cielo debe ser nuestra meta. Debe ser el propósito de nuestra vida. ¿De qué nos sirve si obtenemos mucha grandeza en este mundo y no llegamos al Cielo?

Curiosamente, Jesús no menosprecia a San Juan en esta declaración ya que “San” Juan Bautista está en el Cielo. En cambio, Él señala el hecho de que Juan no solo fue grande por su humildad y todo lo que hizo en esta vida, sino que fue aún más grande porque ahora disfruta de las recompensas de la vida eterna en el Cielo.

Con demasiada frecuencia medimos nuestras vidas desde un punto de vista mundano. Buscamos la grandeza aquí y ahora y no reconocemos que la eternidad es lo que más importa.

Piénsalo. ¿En qué nos regocijaremos por toda la eternidad? ¿En el hecho de haber logrado esto o aquello en este mundo? ¿Por haber hecho mucho dinero? ¿Por ser alabados por muchos en este mundo? No, desde el Cielo nada de esto importará. Lo que importará es una cosa: la caridad.

La caridad que vivimos aquí y ahora irradiará de nuestras vidas para siempre en el Cielo. Aunque nuestra caridad no sea vista por los demás, será vista en el Cielo. La caridad es el resultado de una vida vivida en plena entrega a Cristo.

Reflexionemos hoy sobre la meta última de llegar al Cielo y cuidemos que los actos cotidianos de caridad sean el camino hacia esta meta. ¿Es este nuestro enfoque en la vida? Revisemos nuestras prioridades y volvamos a comprometernos con este llamado eterno.

Oración

Señor, como un padre amoroso, me ofreces tu mano consoladora y me dices que no tenga miedo.

Ayúdame a esperar tu venida con paciencia y a escuchar lo que me pides. Deseo ardientemente ser uno de Tu Reino
y vivir mi vida en ti.

Gracias por la forma en que bendices mi vida, gracias por escuchar mis oraciones. Te pido que siembres en lo profundo de mi corazón, como llama que no se extingue, la virtud de la caridad. Amén.

Viernes de la Segunda Semana de Adviento: Superar palabras duras

Porque vino Juan que ni comía ni bebía, y dijeron: 'Está poseído por un demonio'. Vino el Hijo del Hombre, que comía y bebía, y decían: "Mira, es un comilón y un borracho, amigo de publicanos y de pecadores". Mateo 11, 18–19a

Lo que tenemos aquí es el feo pecado de la calumnia. La calumnia es la distorsión intencional de los hechos para tergiversar la verdad. Básicamente, la calumnia es una mentira destinada a dañar a otro.

Jesús señala que tanto Él como Juan Bautista fueron ridiculizados y acusados ​​falsamente de ser pecadores, por las razones contrarias. Juan, por ejemplo, ayunaba mucho, lo cual era bastante virtuoso. Pero los fariseos lo interpretaron como obra del diablo. Jesús pasó tiempo en las casas de muchas personas como invitado y fue acusado de ser un glotón y un borracho.

Cuando alguien cede a la calumnia, a menudo miran alguna virtud en otro y la tuercen de alguna manera para engañar y tergiversar la verdad. Y a menudo se hace por envidia o celos.

Esta triste situación debería ser una oportunidad para que cada uno de nosotros vea cuán honestos somos en nuestras relaciones con los demás. Cuando ves bondad en otro, ¿sabemos regocijarnos en ese hecho? ¿Somos capaces de dar gracias a Dios honestamente por su bondad? ¿Hemos interpretado una virtud de manera tergiversada o falsa?

Reflexionemos hoy sobre la forma en que miramos a los que nos rodean y, especialmente, cómo hablamos de ellos. Mira las virtudes de los demás y hónralos honestamente por ello. Si un día te ves caer en cualquier forma de celo o envidia, entrégaselo a nuestro Dios misericordioso para que no se convierta en el feo pecado de la calumnia.

Oración

Jesús, dame la sabiduría y humildad para ser guiado por tu Palabra. Sólo Tú eres la luz de mi vida en este mundo. Aguardo con emoción Tu llegada, confiado y esperanzado.

Dame la gracia de no caer nunca en la calumnia o la maledicencia, y enmendar aquellas ocasiones en que por mi ignorancia o negligencia he caído en ello. Amén.

Sábado de la Segunda Semana de Adviento: Arrepintámonos de nuestros pecados

“Os digo que Elías ya vino, y no le reconocieron, sino que hicieron con él lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombre sufrirá a manos de ellos.” Entonces los discípulos entendieron que les hablaba de Juan Bautista. Mateo 17, 12–13

A medida que continuamos reflexionando sobre San Juan Bautista, vemos que los escribas pasaron por alto su papel de ser Elías. No pudieron verlo cumpliendo el papel de Elías de preparar el camino para el Señor.

Aunque Juan tuvo un papel único y definitivo en la preparación de la venida de Cristo, también cada uno de nosotros tiene un papel en la preparación de Su venida continua. Jesús vino una vez hace muchos años, pero desea seguir viniendo a nuestras vidas. Y Él sólo puede venir si nos preparamos apropiadamente para Él.

¿Cómo “preparamos el camino del Señor”? ¿Cómo continuamos la obra de Juan Bautista? Lo haremos, especialmente en Adviento, prestando atención al mensaje principal de Juan: arrepentirnos de nuestros pecados.

Aunque todos luchamos con el pecado como resultado de nuestra naturaleza humana caída, nunca debemos olvidar que nuestro llamado es el de la perfección. Estamos llamados a ser perfectos como el Padre en el Cielo es perfecto. Estamos llamados a reconocer nuestros pecados, confesarlos y esforzarnos por enmendarlos y desapegarnos de ellos.

El Adviento es una de las épocas del año más importantes para hacer esto y es especialmente importante que busquemos la gracia del Sacramento de la Reconciliación durante este tiempo sagrado.

Reflexionemos hoy sobre cuán listos y dispuestos estamos para predicar a nuestra propia alma sobre la importancia de arrepentirnos de nuestros pecados. Abrazar el arrepentimiento en esta temporada santa es la mejor manera de prepararse para la venida continua de Cristo en nuestras vidas.

Oración

Jesús, a ti que iluminas nuestros senderos más oscuros, agradezco infinitamente el mensaje de Juan Bautista en mi vida, permíteme seguir su enseñanza de arrepentirme siempre y ayúdame a levantarme de mis errores y pecados.

Dame la gracia de enmendar mis malas acciones, y por Tu Misericordia infinita, sé indulgente con esta pobre alma mía, y concédeme el perdón por todos mis pecados. Amén.

Tercera Semana de Adviento

 Tercer Domingo de Adviento: Cambio y Novedad en Cristo

Cuando Juan Bautista escuchó en prisión de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a Jesús con esta pregunta: "¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?" Mateo 11, 2–3

¿Por qué San Juan Bautista envió a sus discípulos a Jesús para hacerle esta pregunta? Recordemos que Juan había dicho anteriormente acerca de Jesús: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” ( Juan 1:29 ). Entonces, si Juan sabía que Jesús era el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, ¿por qué enviaría a sus discípulos a preguntarle a Jesús si Él es el que ha de venir?

Los Padres de la Iglesia exploran muchas razones, pero la mayoría llega a la conclusión de que Juan hizo esto no porque no supiera quién era Jesús, sino por el bien de sus discípulos, para que siguieran a nuestro Señor una vez que Juan fuera asesinado por Herodes. Así que esta era una manera de tratar de señalar a sus discípulos a Jesús y animarlos a abrazar este nuevo cambio en su vida de fe.

Jesús entendió la razón por la que Juan le envió a sus discípulos. Como resultado, Jesús les dio a estos discípulos lo que necesitaban para llegar a creer. Él les señala las obras que Él ha hecho como el Cristo para que puedan interpretar estas obras por sí mismos y así llegar a la novedad de la fe. Jesús señala que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan ya los pobres se les anuncia la buena nueva. ¿Quién podría discutir con tales señales milagrosas del Cielo? Pero Jesús va más allá y afirma algo muy sutil. Él dice: “Y bienaventurado el que no se ofende conmigo”. Esta línea parece ser una forma en que Jesús reprochó amablemente a estos discípulos por lo que parece ser su propia lucha personal con este cambio de líderes espirituales. Jesús identificó cierta “ofensa” con la que estaban lidiando. Estaban "ofendidos" por el hecho de que Jesús realmente estaba aumentando mientras que Juan estaba disminuyendo.

En muchos sentidos, esta es una experiencia común cada vez que hay un cambio en nuestra vida espiritual. Cuando algo es nuevo, a menudo luchamos con varios aspectos del cambio y la novedad. Pero la vida cristiana tiene que ver con el cambio, la transformación y la novedad de vida. Y esto es bueno. Debemos buscar cambiar, ser transformados, construir mejores y nuevas relaciones, aprender nuevas formas de amar y tender la mano, y sentirnos muy cómodos con todas y cada una de las nuevas experiencias que nuestro Señor pone en nuestras vidas.

Reflexiona hoy sobre cualquier forma en la que hayas luchado con los cambios en tu vida espiritual. A menudo, esas cosas con las que luchamos son en realidad oportunidades gloriosas para vivir nuestra fe cristiana y la caridad en un nuevo nivel. Busquemos los cambios que Dios nos está llamando a adoptar en nuestra vida y sepamos que, aunque sean difíciles, son el camino más seguro hacia una vida de mayor santidad para todos nosotros.

Oración

Elevo mi corazón a ti, Señor, para agradecerte por las bendiciones que derramas sobre mí cada día.

Eres la alegría de mi alma. Sé que estoy sostenido y protegido en Tu gran amor, rezo y escucho las buenas noticias que envías; pido y siento la curación. Soy liberado por ti de las cosas de este mundo que me distancian de ti.

Me regocijo, me regocijo, hasta el alma. Ayúdame a abrir mi corazón para que esté preparado y sea capaz de recibir Tu inmenso amor. Amén.

Lunes de la Tercera Semana de Adviento: Reaccionando a la Autoridad de Jesús

Cuando Jesús entró en el área del templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se le acercaron mientras estaba enseñando y le dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad? Mateo 21, 23

Este fue un movimiento un poco audaz por parte de los principales sacerdotes y los ancianos. Claramente tenían una agenda y estaban claramente inquietados por Jesús. Muy triste.

Pensemos en eso por un momento. Aquí está Dios Todopoderoso, en la Persona de Jesús el Hijo Eterno, enseñando las Palabras de vida eterna. Él está en el área del templo y los principales sacerdotes y ancianos estaban inquitados por Él. Jesús habló con poder y autoridad y todos lo reconocieron. Pero los principales sacerdotes y los ancianos parecían estar enojados y envidiosos de Él, cuestionando de dónde había recibido Su autoridad. Esto es bastante impactante cuando se entiende claramente y revela cuán lejos estaban los líderes religiosos de la época. Estaban claramente ciegos. Su desafío a Jesús, en este contexto, muestra que no estaban abiertos a la verdad y no estaban abiertos al plan de salvación de Dios. En cambio, estaban llenos de egocentrismo, orgullo y envidia.

Tratemos de ubicarmos en el área del templo donde Jesús estaba hablando. ¿Cuál sería nuestra reacción ante Él? ¿Lo ignoraríamos? ¿Sentiríamos curiosidad por Él? ¿Estaríamos inquitados por Él o sentiríamos alguna clase de celos o envidia? ¿O reconoceríamos Su poder, amor y autoridad divinos e iríamos tras Él?

Reflexionemos hoy sobre cómo nos encontramos con nuestro Señor a diario. Aunque no podemos ir literalmente al área del templo y escuchar a Jesús hablar, tenemos la misma oportunidad a nuestro alrededor todos los días. La verdad es que Dios todavía está hablando de innumerables maneras. En un momento de silencio, piensa acerca de cuán sencillo o complejo es para ti percibir Su presencia y Su voz. Y cuando lo escuchas hablar a tu corazón, ¿cómo reaccionas?

Oración

Oh, Dios de sabiduría, quiero alabarte y darte mi vida. Como un padre amoroso, me bendices. Tú has velado por mí,
sabiendo mi historia y el camino que me llevó a ti.

Gracias por la paz que prometes a mi vida. Te pido que sea siempre consciente de la fuerza de tu gran poder y autoridad.

Tantas personas antes que yo en tantas generaciones, te han servido tan humildemente, respondiendo a tu llamado.
Dame a mí también la sabiduría y el coraje para ser tu humilde servidor. Amén.

Martes de la Tercera Semana de Adviento: Identificarse con el pecador

Jesús les dijo: “En verdad os digo que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán en el Reino de Dios antes que ustedes. Cuando vino a vosotros Juan en camino de justicia, no le creísteis; pero los recaudadores de impuestos y las prostitutas sí”. Mateo 21, 31c–32a

Esta declaración de Jesús, hecha a los ancianos y principales sacerdotes, habría sido difícil de creer. ¿Realmente los recaudadores de impuestos y las prostitutas entran en el Reino de Dios antes que estos líderes religiosos? ¿Jesús realmente estaba diciendo que la santidad de las prostitutas y los recaudadores de impuestos superaba a la de estos líderes religiosos? ¡Ciertamente sí!

Fue especialmente el orgullo de estos líderes religiosos lo que les hizo difícil aceptar estas palabras de Jesús como verdaderas. Tenían una alta opinión de sí mismos y esperaban que los demás también los tuvieran en alta estima. Estaban convencidos de su propia justicia y fue una escena para nada agradable.

Pero Jesús quebrantó todo eso al elevar a las prostitutas y recaudadores de impuestos al Reino de Dios. Qué “bofetada en la cara” fue esto para esos líderes religiosos. Pero fue una bofetada que necesitaban por el bien de sus propias almas.

Lo mejor que podemos sacar de esto es reflexionar con quién nos relacionamos más fácilmente. ¿Te relacionas con los orgullosos líderes religiosos de esa época? ¿O te relacionas más con los recaudadores de impuestos y las prostitutas? Tal vez sea difícil admitir relación con cualquiera de los dos grupos. Quizás la tendencia es querer identificarnos como personas buenas y justas.

La verdad es que todos deberíamos vernos en la agrupación de los recaudadores de impuestos y las prostitutas. ¿Por qué? Porque todos somos pecadores. Puede que no seamos culpables del mismo pecado que ellos, pero somos culpables de pecado. De hecho, si no pudiéramos admitir nuestra debilidad y pecado, no seríamos diferentes a los ancianos y los principales sacerdotes de esa época.

Reflexionemos hoy sobre con quién nos identificamos más estrechamente, y pidamos por nuestra humildad. Ora para que te veas a ti mismo como Dios te ve. Sólo a la luz de esta verdad encontrarás la libertad.

Oración

Oh, Adonai , amadísimo Señor, Dios compasivo de justicia, tantas áreas de mi vida parecen aprisionadas, pero tú me prometes verdadera libertad y paz en mi vida. Renueva mi espíritu y libera mi alma. Por favor, abre mi corazón que has bañado en el anhelo del Adviento.

Estoy asombrado de que tu gloria llene la tierra y quiero seguirte en el cuidado de los demás. Concédeme la gracia de verme con tus ojos y haz brillar tu luz sobre nosotros, pobres pecadores, cuyo lugar es tan especial en tu corazón. Amén.

Miércoles de la Tercera Semana de Adviento: No te ofendas por nuestro Señor

Y Jesús les dijo en respuesta: Id y haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia el evangelio. Bienaventurado el que no se ofende conmigo. Lucas 7, 22–23

Jesús habla aquí de los que son "ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos y pobres". Cada una de estas personas se identifica como bendecida por el ministerio de Jesús.

A medida que nos acercamos más a la Navidad, debemos seguir observando nuestra debilidad. Debemos ver cómo nosotros también somos ciegos, cojos, leprosos, etc. Por supuesto, estas dolencias físicas apuntan a algo mucho más profundo. Señalan las dolencias espirituales que todos podemos tener.

Jesús también dice algo bastante interesante. Él dice: “Bienaventurado el que no se ofende conmigo”. ¿Por qué nos ofenderíamos con Jesús? ¿Por qué dice eso?

Jesús es perfectamente directo y honesto. De hecho, Él obviamente no habla más que pura verdad. Pero a veces, la verdad puede doler. Podemos ir por la vida pensando que estamos sanos y bien, espiritualmente hablando, y como resultado, podemos tender a pensar que no necesitamos la verdad que Jesús vino a predicar. En ese caso, cuando nos enfrentamos con nuestro pecado o con cualquier verdad con la que luchamos, podemos sentirnos ofendidos por Cristo.

Reflexionemos hoy sobre cuán abiertos estamos a la verdad plena del Evangelio. ¿Estamos listos y dispuestos a escuchar todo lo que Jesús proclama? ¿Estamos listos y dispuestos a aceptar el Evangelio completo en nuestra vida? Que el Adviento sea un tiempo en el que profundicemos nuestra disposición de escuchar y prestar atención a todo lo que nuestro Señor quiere decirnos. Y si un día nos hemos sentido "ofendidos" de alguna manera, sepamos que el área de la ofensa es probablemente el área en la que más necesitamos trabajar.

Oración

Oh, Jesús que descendiste de Jesé, eres signo del amor de Dios. Me siento esperanzado y expectante, lleno de un renacimiento de alegría y amor, y dependo totalmente de ti. Tú eres la roca de mi fe.

¡Lléname con tu alabanza! Quiero cantar tu gloria, lleno de alegría por el mensaje de esperanza que nos traes.

Quizá no siempre entiendo tus enseñanzas. Dame el entendimiento y humildad para aprender de ti, mientras celebro el misterio de cómo viniste a estar con nosotros, Emmanuel. Amén.

Jueves de la Tercera Semana de Adviento: Los impulsos de Dios

Toda la gente que escuchaba, incluidos los publicanos, que fueron bautizados con el bautismo de Juan, reconocieron la justicia de Dios; pero los fariseos y los eruditos de la ley, que no fueron bautizados por él, rechazaron el plan de Dios para ellos mismos. Lucas 7, 29–30

Tienes que dar un paso en fe para crecer en la misma. Esta podría ser la lección del Evangelio de hoy, porque aquellos que dieron un paso de fe y fueron bautizados por Juan también “reconocieron la justicia de Dios”. Aquellos que rehusaron aceptar el bautismo de Juan también “rechazaron el plan de Dios para ellos”.

Si aplicamos esta misma verdad a nuestras propias vidas, deberíamos descubrir que se aplica de muchas maneras. En primer lugar, ya fuimos bautizados en Cristo, por lo que no somos llamados al bautismo de Juan de manera literal. Pero el “bautismo de Juan” también podría verse como una invitación inicial del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Por ejemplo, si sentimos que Dios nos dice: “Lee este libro” e ignoramos esa indicación, es posible que estemos rechazando mucho más del plan de Dios para nuestras vidas de lo que nos damos cuenta. O si sentimos que Dios nos llama a perdonar a esa persona, o a pasar más tiempo en oración, o a pasar más tiempo con la familia, etc., y lo hacemos, podemos encontrar que abre la puerta a muchas más gracias maravillosas en nuestras vidas.

Reflexionemos hoy sobre lo que Dios nos está llamando a hacer. Aunque parezca insignificante, no rechaces esa invitación inicial; más bien, acéptalo de todo corazón. En ese abrazo puede que descubras que Dios te bendice en abundancia de maneras que nunca imaginaste.

Oración

Oh, Jesús, tú tienes la llave que abrirá mi duro corazón. Me da mucha esperanza que María haya dicho que sí a ti y a tu plan. Se llenó del Espíritu y dejó de lado sus propias dudas.

Sé que siempre estás listo para responder a mis oraciones, aliviar mis dudas y calmar mis miedos. A veces no escucho a tus mensajeros porque no son lo que espero. No llevan alas ni aureolas, sino que son las personas que están frente a mí.

¿Cuántas veces no he escuchado? ¿Cuántas veces me he opuesto a tus mensajes y a tus mensajeros? ¿Cuántas veces dejé de hacer Tu voluntad y responder a Tu llamado?

Lléname con la luz de tu Espíritu y entra, con toda Tu gloria, en mi vida y mi corazón. ¡Déjame regocijarme en ti! Amén.

Viernes de la Tercera Semana de Adviento: Dios habla a tu corazón

"Enviaste emisarios a Juan, y él testificó de la verdad. Juan era una lámpara que ardía y alumbraba, y por un tiempo vosotros os contentabais con regocijaros en su luz. Pero tengo un testimonio mayor que el de Juan. Las obras que el Padre me dio para llevar a cabo, estas obras que realizo dan testimonio a mi favor de que el Padre me ha enviado". Juan 5, 33.35–36

Al principio, los judíos se regocijaron por el testimonio que Juan dio de Jesús. Juan era una “lámpara que ardía y alumbraba” la divinidad de Jesús como Mesías.

A los judíos, en un inicio les parecía bueno volverse a Jesús por la predicación de Juan y después llegar a creer en Jesús a causa de un testimonio mucho mayor. El mayor testimonio no fueron solo los milagros que Jesús realizó, sino también el poder de Su Palabra y Su propia presencia divina transformadora.

Si aplicamos esto a nuestra propia vida, veremos cómo Dios inicialmente nos llama y luego nos transforma a un nivel mucho más profundo. Al principio, a menudo somos atraídos hacia Cristo a través de alguna predicación poderosa o testimonio de otra persona. Son muchos los que están llamados a cumplir el papel de Juan Bautista en nuestras vidas.

Pero una vez que conocemos a Cristo y llegamos a la fe en Él, Él mismo comenzará a hacerse cargo de nuestra vida de fe y oración. El propio testimonio directo que Jesús ofrece es mucho más profundo y convincente que cualquier experiencia que tengamos inicialmente de Él. A medida que crece nuestra fe, Jesús comienza a hablarnos de una manera más poderosa y directa y Él mismo da testimonio de Su propia presencia y poder divinos.

Reflexionemos hoy, dónde nos encontramos en nuestro camino de fe. Tal vez necesitemos la buena inspiración de otro que dé testimonio de Cristo. Esto es bueno porque esta persona puede ser el "Juan Bautista" de nuestras vidas. Pero reflexionemos también, sobre cómo Jesús quiere ministrar nuestras almas en un nivel mucho más profundo. Deja que Su divina presencia sea lo que finalmente te testifique de Su amor y cuidado.

Oración

Amado Dios, está creciendo en mi corazón una conciencia y gratitud de tu constante amor por mí; como el sol saliendo por el Este para calentar y consolar mi vida y traerme un nuevo crecimiento espiritual.

Gracias por estos días de oración. En el espíritu de la temporada, mi espera, mi paciencia, se sienten sagradas.

Bendice mi corazón con generosidad y prepárame para recibirte. ¡Ven, Señor Jesús, no tardes! Amén.

Sábado de la Tercera Semana de Adviento: El plan perfecto de Dios

Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, Jacob engendró a José, el esposo de María. De ella nació Jesús que es el Cristo. Mateo 1, 15b–16

Iniciamos, hoy, una “octava” de preparación inmediata al nacimiento de Cristo. ¡Después de esta octava, entramos en la gloriosa Solemnidad de la Navidad!

En este día, se nos presenta la larga genealogía de los antepasados ​​de Jesús. Los versículos 2–16 del Capítulo Uno del Evangelio de Mateo nos presentan tres series de catorce antepasados. Abraham comienza la genealogía y Jesús la concluye. Aunque hay muchos hechos interesantes que un estudioso de las Escrituras podría tomar de esta genealogía y de todos los que se nombran en ella, el corazón y el alma de su significado se encuentran en el versículo uno: “El libro de la genealogía de Jesucristo, el Hijo de David. , el hijo de Abrahán.” Esto muestra el vínculo directo de la promesa que Dios le hizo a Abraham, a su cumplimiento en la persona del Hijo de Dios.

Una cosa que vemos en el cumplimiento de esta promesa es el hecho de que Dios es fiel. Es cierto que tomó siglos para que se cumpliera Su promesa a Abraham, pero sucedió, y no hay duda de que Abraham se regocijó enormemente al presenciar el glorioso nacimiento de uno de sus descendientes como el Salvador del mundo.

Esto también nos dice que el tiempo de Dios y Sus caminos son a menudo diferentes de lo que podemos concebir al principio. Podemos tener muchas ideas “buenas” y esperar que se hagan realidad. Pero, con demasiada frecuencia, cuando no resultan inmediatamente como esperábamos, podemos desanimarnos.

Aprendamos la lección, hoy, del plan perfecto “a largo plazo” de Dios. Él sabe lo que está haciendo y está llevando a cabo Su plan para todos nosotros. Él nos está guiando lenta e intencionalmente por el camino que conduce a la salvación y la paz. Puede que no sea la forma en que haríamos las cosas, pero es la forma perfecta.

Reflexionemos hoy sobre el plan que Dios tiene para nuestras vidas. ¿Te llama a la paciencia y la longanimidad? ¿Requiere Él una confianza exigente y absoluta? ¿Requiere Él que sometas tus propias ideas y tus propias ambiciones a Él? Sí, Él requiere todo esto y más. Volvamos a comprometernos con el plan perfecto en el corazón de nuestro Padre Celestial y Él nos guiará en cada paso del camino.

Oración

Oh, Rey de todos nosotros. Me encuentro de pie ante tu fuerza y ​​esplendor mirando, esperando y lleno de alegría. Has elevado mi mente a la esperanza. Ahora ayúdame a abrir mi vida a la venida del Espíritu.

Quiero ser como María, tu madre. Su maravilloso coraje y fuerza me inspiran a hacer lo mismo. Simplemente dijo que sí y se hizo lo imposible en el tiempo perfecto.

Gracias por este viaje de Adviento. La esperanza ha llenado mi vida y me ha hecho anhelar una relación más cercana contigo.

Desde mi ocupada vida, te doy gracias por la orientación y por los momentos de tranquilidad en los que he sentido tu amor. Nada es imposible a tu lado. Amén.

Cuarta Semana de Adviento

Cuarto Domingo de Adviento: Misericordia y fidelidad de José

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. Cuando José se despertó, hizo como el ángel del Señor le había mandado y llevó a su esposa a su casa. Mateo 1, 22–24

Tratemos de imaginar el dilema de José. Amaba a María, pero de pronto ella estaba embarazada. Y José supo que él no era el padre. Así que su primer pensamiento no fue castigarla, cuestionarla o ridiculizarla. En cambio, el Evangelio dice que José "no estaba dispuesto a exponerla a la vergüenza". Esta es una hermosa declaración sobre la misericordia y la bondad de San José. En lugar de preocuparse por sí mismo, su preocupación era que María no sintiera vergüenza por este embarazo inesperado.

Pero claro, la historia va mucho más allá. El ángel se le apareció a José en un sueño, explicándole que era por obra del Espíritu Santo que este niño había sido concebido en ella y que salvaría a su pueblo de sus pecados. La respuesta de José, como se cita arriba, fue entonces hacer como el ángel del Señor le había mandado y llevar a María y a su nuevo hijo a su casa. Por lo tanto, este pasaje evangélico de hoy nos revela la misericordia de José, así como su fidelidad a la voluntad de Dios, sin importar lo que Dios le pidiera. Estas dos cualidades ayudarán grandemente a nuestra vida también, si logramos esforzarnos por imitar a San José.

Primero, todos necesitamos tener misericordia en la vida. Esto significa que nuestra prioridad debe ser el bien del otro. Con demasiada frecuencia, cuando tenemos un conflicto en la vida o nos enfrentamos a alguna dificultad inesperada, volvemos la mirada hacia nosotros mismos. Pero un corazón misericordioso nunca piensa primero en sí mismo. En cambio, piensa en el otro y se desapega completamente de sus propios sentimientos hasta el punto de que el alma misericordiosa es capaz de desear misericordia para todos, incluso para aquellos que le han lastimado. Por supuesto, nuestra Santísima Madre no hizo nada para lastimar a San José, pero antes de que él entendiera cómo quedó embarazada, ciertamente habría estado tentado a sentirse molesto y herido por su inesperado embarazo. Por eso, a imitación de San José, debemos buscar siempre tener un corazón lleno de misericordia.

Quizás la virtud suprema de San José fue su fidelidad, no solo a su nueva esposa, sino también a la voluntad de Dios tal como le fue revelada a través de la mediación de este ángel. Y aunque no tenemos ángeles que se nos aparecen en sueños de la misma manera, estamos dotados con los Evangelios, las enseñanzas de la Iglesia y las vidas de los santos para guiarnos a la voluntad de Dios. Además, cuando estamos verdaderamente abiertos, ciertamente Dios nos comunicará su perfecta voluntad para nuestras vidas a través de nuestra oración y en nuestra conciencia. Nuestro único deber debe ser la fidelidad inquebrantable a todo lo que Dios habla.

Reflexionemos hoy sobre estas dos virtudes de San José y consideremos cuán bien las vivimos en nuestra vida. ¿Mostramos misericordia a todos, pase lo que pase? ¿Nos permitimos ser atraídos por el deseo de mostrar misericordia? Si es así, también estaremos imitando la virtud de la fidelidad a la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es la misericordia misma. La misericordia debe impregnar nuestra vida siempre.

Oración

Amado Dios lleno de misericordia, aunque muchas cosas en mi vida se ven estancadas, Tú me ofreces libertad

En estos días que quedan de adviento, te pido que sigas llenando mi corazón de esperanza. Me emociona que Tu gloria llene la tierra y deseo como San José, ser fiel, compasivo y seguir Tu Santa Voluntad. Concédeme esa gracia por su intercesión para que un día pueda alabarte junto a tus ángeles para toda la eternidad. Amén.

Lunes de la Cuarta Semana de Adviento: Zacarías y su duda

“Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios. He sido enviado para hablaros y anunciaros esta buena noticia. Pero ahora quedaréis mudo y no podréis hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no creísteis mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo". Lucas 1, 19b–20

Para describir el impacto de esta declaración, estas podrían ser algunas palabras: Poderoso, autoritario, definitivo, impactante, humillante, abrumador y divino. “¡Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios!” ¿Cuántas personas pueden decir eso? Gabriel, siendo un ser celestial, es uno de los pocos.

Es interesante contrastar la conversación de Zacarías y Gabriel con la que tiene María con Gabriel. Sus respuestas a Gabriel parecen similares, pero Gabriel reacciona a cada una de ellas de manera completamente diferente. A María, Gabriel le ofrece una explicación simple ante su solicitud de más información: "¿Cómo puede ser esto?", pregunta ella. Gabriel responde: “El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra…” Pero, en el caso de Zacarías, el Ángel no da una explicación. En cambio, Zacarías se queda mudo por no haber creído.

Aunque estas reacciones de María y Zacarías pueden parecer similares en la superficie, está claro que sus corazones están bastante separados. Para María, nuestra Santísima Madre, su pregunta fue formulada con perfecta fe. Oyó hablar a Gabriel y creyó. Pero la fe busca la comprensión y así María, en su fe perfecta, trató de comprender el misterio que se le presentaba. Gabriel responde con una breve explicación y María está agradecida por eso.

Zacarías responde al ángel: "¿Cómo sabré esto?" En otras palabras, admitió no "saber" que estas palabras eran ciertas. La fe es un conocimiento claro y Zacarías no tuvo fe. Por lo tanto, se quedó mudo como señal de que, sin fe, no hay nada que hablar.

Reflexionemos hoy, sobre nuestra propia fe. ¿Es pura y está deseosa de asentir a todo lo que Dios revela? ¿Estamos listos y dispuestos a creer todo lo que Dios nos dice? Aunque es posible que no recibamos Su palabra a través de la mediación directa de un ángel en forma visible, tenemos el privilegio de que Dios nos hable constantemente a través de estos defensores angélicos. Cuando ellos te hablan, ¿escuchas y respondes con la fe de nuestra Santísima Madre o, como Zacarías, vacilas y dudas de la revelación?

Oración

Oh, Jesús, hijo de David, señal inequívoca del amor de Dios. Mi alma, llena de esperanza, quiere cantar tus glorias.

Dame la misma fe pura y santa que tuvo Tu Santísima Madre. Aunque reconozco mi pecado y mi debilidad, ayúdame, con su ejemplo e intercesión, a recibir todas y cada una de las palabras que me quieres dirigir por mediación de los Bienaventurados en el Cielo. Haz que siempre esté atento a Tu palabra y responda con un corazón generoso. ¡Ven, Señor, no tardes! Amén.

Martes de la Cuarta Semana de Adviento: Nuestra Santísima Madre y Su Fe Perfecta

Pero María le dijo al ángel: "¿Cómo puede ser esto, si no tengo relación con un varón?" Y el ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por tanto, el niño que ha de nacer será llamado santo, Hijo de Dios. Y he aquí, tu parienta Isabel, también ha concebido un hijo en su vejez, y este es el sexto mes para la que llamaban estéril; porque nada es imposible para Dios”. María dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Entonces el ángel se fue. Lucas 1, 34–38

Así como ayer se nos dio el ejemplo de Zacarías, hoy se nos da el testimonio de nuestra Santísima Madre. ¡Y su testimonio es de fe perfecta!

¿Cuál es su respuesta? “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". ¡Tradicionalmente hablamos de esto como su “fiat” o su gran sí a Dios!

Una cosa que vemos dentro de estas palabras es que nuestra Santísima Madre está ofreciendo su completo consentimiento a algo que ella no entiende. El arcángel le da una breve explicación pero, si analizas honestamente esta situación, lo que dice el ángel es increíble para la mayoría de las personas. También es justo concluir que la explicación del arcángel no fue lo que convenció a nuestra Santísima Madre. Ella no escuchó estas palabras, las analizó, consideró cuán probables eran o no, y luego decidió si las creería. En realidad, ella escuchó, reflexionó e inmediatamente accedió a las palabras pronunciadas. “Hágase en mí según tu palabra”, dijo ella. Ella no dijo: “Que se haga en mí en la medida en que entiendo lo que quieres decir”. La fe de nuestra Santísima Madre era una que conocía la verdad sin tener que entenderla completamente. ¡Aquello es un regalo!

Reflexionemos hoy, sobre nuestro propio conocimiento de la verdad. ¿Somos capaces de consentir la voluntad de Dios y las verdades de Dios sin entenderlas completamente? ¿Confíamos en Dios más de lo que confíamos en nuestra propia razón humana? ¿Estamos dispuestos a avanzar en la vida sólo por la fe? Esforcémonos por imitar la fe pura de nuestra Santísima Madre. Ella sabía la verdad porque fue dicha en su corazón. Y mientras escuchaba, consintió y abrazó la Santa Voluntad de Dios. Procuremos hacer lo mismo.

Oración

Oh, Jesús, me regocijo en el Sí de Tu Santísima Madre, que llena del Espíritu Santo aceptó la Voluntad de Dios.

Te pido perdón por ser sordo a tus palabras, deseo confiar en Ti con toda mi mente, corazón, alma y fuerza. Ayúdame a escucharte siempre a hablar y a responder con fe y generosidad completa. Señor, que yo imite la fe perfecta de Tu madre diciendo como ella, 'Hágase en mí según Tu palabra'. Madre María, ruega por nosotros. Amén.

Miércoles de la Cuarta Semana de Adviento: ¡Un niño se regocija en la presencia del Señor!

“Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y cómo me sucede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque en el momento en que la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada tú que creíste que se cumpliría lo que te dijo el Señor”. Lucas 1, 42b–45

Hay mucho que aprender de este hermoso pasaje hablado por Isabel a nuestra Santísima Madre. En primer lugar, vemos el tono general de su saludo. Es uno de gran cariño. Es fácil percibir la auténtica alegría en el corazón de Isabel cuando se encuentra con la Madre de Dios y su Señor que habita en el vientre de su prima.

“¿Y cómo me sucede esto a mí, que la Madre de mi Señor venga a mí?” Esta línea revela que Isabel sintió verdadera alegría en su encuentro con María y vio este encuentro como una bendición abundante. Esto es interesante, ya que Isabel era mucho mayor que María. Podría haber “esperado” que María estuviera allí y haber dado por sentada su visita. Pero no lo hizo, lo vio con mucha gratitud.

También está claro que Isabel no es la única que tiene la bendición de encontrarse con la Madre de Dios y su Divino Niño. El bebé de Isabel, Juan Bautista, que está en su vientre, también se llena de alegría y salta como expresión de aquello. Qué efecto tan asombroso tiene esta visita tanto en Isabel como en su hijo por nacer.

Esto debería plantear una pregunta en nuestros corazones: ¿Percibimos la presencia de Cristo cuando viene a nosotros? Si Isabel y su hijo en el vientre pudieron percibirlo, ¿no deberíamos también poder hacerlo nosotros? Cuando entramos en una iglesia, por ejemplo, ¿somos inmediatamente conscientes de la presencia divina de nuestro Señor? ¿Sentimos Su cercanía? Cuando lo recibes en la Sagrada Comunión, ¿diriges tu corazón al Salvador que viene a ti y reside dentro de ti? Esto requiere fe y requiere ojos fijos en la venida y presencia de nuestro Señor.

Oremos hoy, por el don de ver. Oremos para que nuestro Señor nos dé los ojos que necesitamos para percibir Su presencia divina a nuestro alrededor. Y oremos especialmente, para que nuestra mente y nuestro corazón estén abiertos a Su divina presencia cuando lo encontremos y recibamos en la Sagrada Comunión.

Oración

Amado Dios, creces dentro de mi corazón y me siento agradecido de Tu eterno amor. Deseo verte y conocerte. Deseo discernir Tu presencia a mi alrededor y en todas las formas en que vienes a mí. Ayúdame, especialmente, a estar atento a Tu presencia en la Sagrada Comunión. Que mi corazón siempre salte de alegría por Tu venida. ¡Ven, Señor Jesús! Amén.

Jueves de la Cuarta Semana de Adviento: La Gran Alegría de Nuestra Santísima Madre

“Mi alma proclama la grandeza del Señor; mi espíritu se regocija en Dios mi salvador. Porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada: porque el Todopoderoso ha hecho grandes obras por mí, y santo es su Nombre”. Lucas 1, 46–49

Este canto revela la alegría en el corazón de la Madre de Dios. Humildemente reconoce las grandes cosas que Dios ha hecho por ella y expresa su más profunda alegría.

Es interesante notar que tanto su “alma” como su “espíritu” se mencionan en este canto de alabanza. Su alma “proclama” y su espíritu “se regocija”. ¿Qué revela esto?

En parte, revela tanto una acción propia como una acción de Dios. El “alma” de nuestra Santísima Madre se refiere a todas sus habilidades humanas dentro de su mente, voluntad, emociones y deseos. Es lo que la hace humana. Y con esas capacidades humanas proclama la grandeza de Dios. En otras palabras, con su mente percibe la grandeza de Dios, con su voluntad reconoce y elige proclamar Su grandeza, y lo hace con todos sus sentimientos, emociones y deseos. ¡Todo su ser estaba consumido por la grandeza de Dios!

También revela que dentro de su “espíritu”, estaba llena del glorioso don del gozo. Mientras proclamaba la grandeza de Dios, el Espíritu Santo la inundó y produjo este fruto espiritual. El gozo viene de Dios trabajando activamente en nuestras vidas. Es un fruto del Espíritu Santo y nuestra Santísima Madre tuvo este don en plenitud.

Reflexionemos hoy, sobre nuestra propia alma y espíritu. ¿Imitamos el ejemplo perfecto de nuestra Santísima Madre que busca conocer, amar y proclamar la grandeza de Dios con todo su ser? ¿Permitimos que el Espíritu Santo inunde nuestro espíritu de alegría? Pidamos a nuestra Santísima Madre que ruegue por nosotros a medida que nos acercamos a la Navidad. ¡Pidamos la gracia de “proclamar” y “alegrarnos” con ella en la celebración del nacimiento de su Divino Hijo para que también podamos cantar su canto de alabanza!

Oración

Oh, Rey del Universo, elevas mi alma en esperanza. Ayúdame a ser como María, ejemplo perfecto de sierva fiel y humilde del Dios Altísimo. Proclamó Tu grandeza con todo su ser y se llenó de alegría por Tu venida. Ayúdame, por su poderosa intercesión, a imitar su fe y a amarte con todo mi ser. Madre María, ruega por mí. Amado Jesús, ven, no tardes. Amén.

Viernes de la Cuarta Semana de Adviento: Zacarías vuelve a la fe

Así que hicieron señas, preguntando a su padre cómo quería que se llamara. Pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”, y todos quedaron asombrados. Al instante se le abrió la boca, se le soltó la lengua y habló bendiciendo a Dios. Lucas 1, 62–64

Nuestra hermosa historia continúa a medida que nos acercamos a nuestra celebración navideña del nacimiento de Cristo. Hoy volvemos a reflexionar sobre la persona de Zacarías, el padre de San Juan Bautista. Recordamos cómo Dios los bendijo a él y a Isabel con este embarazo milagroso en la vejez después de ser estéril. El Ángel Gabriel se le apareció a Zacarías en el templo para revelarle este glorioso evento, pero Zacarías lo recibió con incredulidad. El resultado fue que quedó mudo hasta el día del nacimiento.

El evangelio de hoy revela cómo Zacarías desató el nudo de su incredulidad. Lo hizo siguiendo el mandato del ángel de llamar al niño “Juan”. Tradicionalmente, su primogénito se llamaría Zacarías en honor a su padre. Pero Dios había elegido el nombre “Juan” y, por eso, tanto Zacarías como Isabel tuvieron la oportunidad de abrazar y manifestar su fe al aceptar el nombre que Dios le dio a su hijo.

En cierto sentido, podemos decir que Zacarías “corrigió su mal”. Lo enderezó al elegir la fe y actuar en consecuencia. Este es un gran testimonio para todos nosotros porque todos hemos fallado en la fe de una forma u otra. En el caso de Zacarías, Dios lo castigó severamente, quitándole la capacidad de hablar. Pero lo que vemos hoy es que este “despojo” del discurso de Zacarías no se hizo principalmente como castigo, sino para que Dios pudiera manifestar Su gloria a través de la manifestación de fe de Zacarías. La gente está "asombrada" por Zacarías cuando cumple este acto de fe y llama a su hijo recién nacido "Juan". ¡Así su sufrimiento es ahora una manifestación de la gloria de Dios!

En nuestra vida, podemos señalar regularmente fallas en la fe. A veces, Dios considera adecuado darnos una lección en respuesta. Podemos soportar algún sufrimiento o dificultad por no haber escuchado Su voz de todo corazón. Pero sepamos que cualquier lección de Dios no es el resultado de su ira. Más bien, Dios permite las consecuencias de cualquier falta de fe porque tiene algo más grande preparado. En el caso de Zacarías, fue para que Él pudiera desatar la lengua de Zacarías en el momento adecuado y asi pudiera glorificar a Dios con gran fe. En nuestras vidas, debemos buscar que Él haga lo mismo.

Reflexionemos hoy sobre cualquier dificultad que hayamos soportado como resultado de nuestra propia debilidad, pecado o falta de fe. No debemos ver ninguna dificultad como un castigo en el sentido normal de esa palabra. Más bien, debemos percibirlo como una oportunidad a través de la cual Dios nos está llamando a darle una gloria aún mayor.

Oración

Oh, Emmanuel, "Dios-con-Nosotros", me has tocado; eres Dios-conmigo. Refina y purifica mi corazón
con la llama más ardiente de tu amor. Dame el coraje de tus profetas y déjame hacer lo correcto aun cuando los demás no entiendan.

Amado Señor, sé que falta fe en mi vida. No siempre creo todo lo que me hablas. Como resultado, a menudo fallo en poner Tus palabras en acción. Cuando sufro a causa de mi debilidad, ayúdame a saber que este y todos los sufrimientos pueden darte gloria si renuevo mi fe. Ayúdame, como Zacarías, a volver a Ti siempre, y utilízame como instrumento para manifestar Tu gloria. Amén.

Sábado de la Cuarta Semana de Adviento: Zacarías proclama su fe

“Tú, hijo mío, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar su camino, para dar a conocer a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados. Por la tierna compasión de nuestro Dios, la aurora de lo alto vendrá sobre nosotros, para iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, y para encaminar nuestros pies por el camino de la paz”. Lucas 1, 76–79

Este cántico de alabanza de Zacarías se pronuncia una vez que su lengua se suelta después de manifestar la fe en el nacimiento de su hijo Juan. Y en este cántico de alabanza en particular, Zacarías da gloria a Dios al manifestar no sólo su fe, sino también el fruto de su fe: un conocimiento profundo, claro, articulado y perspicaz de las obras del Padre Celestial.

Zacarías habla verdades que solo él puede conocer a través del don de la fe. No hay duda de que su largo exilio de silencio, después de ser enmudecido a través del ángel Gabriel, lo llevó a buscar, escuchar y comprender el misterio que tenía ante él. Llegó a darse cuenta de que su pequeño hijo era quien prepararía el camino inmediato para el Señor. Llegó a comprender el papel profético singular de este bebé en la salvación del mundo. Vio a su hijo como el “amanecer” que iba a anunciar el Sol naciente.

Mucho le sucedió a Zacarías en aquellos meses de sufrimiento: El Señor obró en él y lo capacitó para ofrecer esta oración de alabanza que hoy es cantada diariamente por sacerdotes y religiosos en todo el mundo. Zacarías realmente cumplió su misión al volver a ponerse de pie después de su caída.

Lo mismo debe suceder con cada uno de nosotros. Habría sido fácil para Zacarías estar enojado y desesperado. Fácilmente podría haber perdido la esperanza y haberse sentido abandonado por Dios, pero no lo hizo. Esperó en la fidelidad de Dios y, llegado su momento, pronunció este hermoso canto de alabanza lleno de fe.

Reflexionemos hoy sobre cómo Dios quiere que imitemos la fe y la perseverancia de Zacarías. Sería fácil menospreciarlo por dudar, pero Dios no hizo esto. En cambio, le dio la oportunidad de honrarlo a través de las generaciones con esta alabanza. Busquemos las formas en que Dios también quiere trabajar a través de nuestras fallas del pasado ofreciéndolas a Él y confiemos en que Él manifestará Su poder a través de nosotros mientras buscamos imitar el ejemplo de este hombre santo.

Oración

Oh, Dios-Con-Nosotros, por tanto tiempo has prometido perdón, paz, salvación. Ahora en mi corazón se goza en tu venida. Sé que viniste a salvarme y traer nueva vida, me has sacado de la oscuridad y me has llevado la luz de Tu Gracia salvadora.

Por eso, te ofrezco mi pasado y todas las formas en que he dejado de confiar en Ti. Te doy mi debilidad, mi orgullo y mi frustración. Te entrego todo pecado y me entrego a Ti por completo para que hagas conmigo lo que Tú deseas. Que Tu gracia actúe en mí y que yo, como Zacarías, cante para siempre la gloria de Tu santo nombre. ¡Ya llegas a mí, oh Emmanuel! Amén.

Finalizamos con la siguiente oración mientras nos santiguamos

Que el Señor nos bendiga, nos proteja de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

*Alégraos, Emmanuel viene a ti, Oh Israel*

Oraciones de Adviento en Youtube

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Oraciones de Adviento 2022 para cada día

Fuentes:

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