Novena al Manto Sagrado de San José

Novena al Manto Sagrado de San José
Novena al Manto Sagrado de San José

La Novena al Manto Sagrado de San José dura 30 días, un día por cada año que José pasó con el Señor Jesús, antes de que comenzara su ministerio. Cada día, se reza la oración de la novena y se recitan idealmente las Letanías de San José. La novena pide el cuidado del padre adoptivo de Nuestro Señor, simbolizado por San José, envolviéndonos en su manto espiritual como envolvió al Niño en su manto. Durante treinta días, comenzando tradicionalmente el sábado 6 de marzo y terminando el domingo de Pascua 4 de abril (aunque se puede hacer en cualquier momento del año), todos podríamos pedirle a San José que nos mantenga a cada uno de nosotros, nuestra parroquia y nuestro mundo bajo su cuidado.

El manto de José es un símbolo que reúne tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Cuando los hijos de Israel pasan hambre, Jacob les dice a sus hijos que vayan a José; a Egipto, a su hermano que tenía un hermoso manto de mangas largas, al hermano que vendieron como esclavo. Reconciliados, los hermanos suplican por las necesidades de los hijos de Israel, y José abre su tienda y alimenta al pueblo con el mejor trigo.

La iglesia siempre ha visto esta historia como una profecía de San José, padre adoptivo de Jesús. ¡Id a José!, porque acurrucado en las mangas de su manto está el Niño Jesús, el Pan de Vida. Quién sabe si no levantará su manto para proteger a los hijos de Dios y darles lo que necesitan. ¡Ite ad Joseph!



La siguiente es la oración que se debe recitar cada día:

Oración de la Novena al Manto Sagrado

Oh glorioso patriarca San José, tú que fuiste elegido por Dios sobre todos los hombres para ser la cabeza terrenal de la más sagrada de las familias, te suplico que me aceptes dentro de los pliegues de tu sagrado manto, para que seas el guardián y custodio de mi alma.

A partir de este momento te elijo como mi padre, mi protector, mi consejero y mi patrono, y te suplico que pongas bajo tu custodia mi cuerpo, mi alma, todo lo que soy, lo que poseo, mi vida y mi muerte.

Mírame como a uno de tus hijos; defiéndeme de la traición de mis enemigos, invisibles o no, ayúdame en todo momento en todas mis necesidades; consuélame en la amargura de mi vida y especialmente a la hora de mi muerte, y aunque sea una sola palabra, háblale de mí al Redentor Divino, a quien fuiste digno de sostener entre tus brazos, y a la Santísima Virgen María, tu castísima Esposa. Pide para mí esas bendiciones que me llevarán a la salvación. Inclúyeme entre aquellos que te son más queridos, y me dedicaré a demostrarte que soy digno de tu especial patrocinio. Amén.

Se recomienda recitar al Letanías a San José al finalizar la oración.

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