1° Estación: Jesús condenado a muerte
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Pilato le dijo: «¿Entonces, tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?». Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre ustedes que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Quieren que suelte al rey de los judíos?». Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido. (Jn 18, 37-40)
Considera cómo Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinos, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado.
Oh adorado Jesús mío: fueron mis pecados, más bien que Pilato, los que te sentenciaron a muerte. Por los méritos de este doloroso paso, te suplico me asistas en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad.
2° Estación: Jesús es cargado con la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él». Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios» […] Entonces [Pilato] se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera», que en hebreo se dice Gólgota. (Jn 19, 6-7; 16-17)
Considera cómo Jesús, andando este camino con la cruz a cuestas, iba pensando en ti y ofreciendo a su Padre, por tu salvación, la muerte que iba a padecer.
Oh amabilísimo Jesús mío: abrazo todas las tribulaciones que me tienes destinadas hasta la muerte, y te ruego, por los méritos de la pena que sufriste llevando tu Cruz, me des fuerza para llevar la mía con perfecta paciencia y resignación.
3° Estación: Jesús cae por primera vez debajo de la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». (Mt 11, 28-30)
Considera esta primera caída de Jesús debajo de la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes; su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces desfalleció y cayó en este camino.
Oh amado Jesús mío: más que el peso de la Cruz, son mis pecados los que te hacen sufrir tantas penas. Por los méritos de esta primera caída, líbrame de incurrir en pecado mortal.
4° Estación: Jesús se encuentra con su Madre
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. (Jn 19, 25-27)
Considera el encuentro del Hijo con su Madre en este camino. Se miraron mutuamente Jesús y María, y sus miradas fueran otras tantas flechas que traspasaron sus amantes corazones.
Amantísimo Jesús mío: por la pena que experimentaste en este encuentro, concédeme la gracia de ser verdadero devoto de tu Santísima Madre. Y tú, mi afligida Reina, que fuiste abrumada de dolor, alcánzame con tu intercesión una continua y amorosa memoria de la Pasión de tu Hijo.
5° Estación: Jesús es ayudado por el cirineo a llevar la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. (Lc 23, 26)
Considera cómo los judíos, al ver que Jesús iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les muriese en el camino y, como deseaban verle morir de la muerte infame de la Cruz, obligaron a Simón el Cirineo a que le ayudase a llevar la Cruz.
Oh dulcísimo Jesús mío: no quiero rehusar la Cruz, como lo hizo el Cirineo, antes bien la acepto y la abrazo; acepto en particular la muerte que tengas destinada para mí, con todas las penas que la han de acompañar, la uno a la tuya y te la ofrezco. Tú has querido morir por mi amor, yo quiero morir por el tuyo y por darte gusto; ayúdame con tu gracia.
6° Estación: Verónica enjuga con un sudario el rostro de Jesús
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. (2 Co 4, 6)
Considera cómo la santa mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en sudor y sangre, le ofreció un lienzo, y limpiándose con él nuestro Señor, quedó impreso en éste su santa imagen.
Oh Jesús mío: en otro tiempo tu rostro era hermosísimo; más en este doloroso viaje, las heridas y la sangre han cambiado en fealdad su hermosura. ¡Ah Señor mío! También mi alma quedó hermosa a tus ojos cuando recibí la gracia del bautismo, mas yo la he desfigurado después con mis pecados. Tú sólo, ¡oh Redentor mío!, puedes restituirle su belleza pasada: hazlo por los méritos de tu Pasión.
7° Estación: Jesús cae por segunda vez bajo la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Cristo padeció por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo, no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas han sido sanados. (1 P 2, 21-24)
Considera la segunda caída de Jesucristo debajo de la Cruz, en la cual se le renueva el dolor de las heridas de su cabeza y de todo su cuerpo al afligido Señor.
Pacientísimo Jesús mío: Tú tantas veces me has perdonado, y yo he vuelto a caer y a ofenderte. Ayúdame, por los méritos de esta nueva caída, a perseverar en tu gracia hasta la muerte. Haz que en todas las tentaciones que me asalten, siempre y prontamente me encomiende a ti.
8° Estación: Jesús se dirige a las mujeres dolientes
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos, porque miren que vienen días en los que dirán: ‹Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado›. Entonces empezarán a decirles a los montes: ‹Caigan sobre nosotros›, y a las colinas: ‹Cúbrannos›; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?». (Lc 23, 27-31)
Considera cómo algunas piadosas mujeres, viendo a Jesús en tan lastimoso estado, que iba derramando sangre por el camino, lloraban de compasión; mas volviéndose les dijo: «No lloréis sobre mí, sino sobre vosotras mismas y sobre vuestros hijos».
Afligido Jesús mío: lloro las ofensas que te he hecho, por los castigos que me han merecido, pero mucho más por el disgusto que te he dado a ti, que tan ardientemente me has amado. No es tanto el Infierno, como tu amor, el que me hace llorar mis pecados.
9° Estación: Jesús cae por tercera vez bajo la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para ustedes el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que coman y beban a mi mesa en mi reino. […] Simón, Simón, mira que Satanás te ha reclamado para cribarte como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos». (Lc 22, 28-30; 31-32)
Considera la tercera caída de Jesucristo. Extremada era su debilidad y excesiva la crueldad de los verdugos, que querían hacerle apresurar el paso, cuando apenas le quedaba aliento para moverse.
Oh atormentado Jesús mío: por los méritos de la debilidad que quisiste padecer en tu camino al Calvario, dame la fortaleza necesaria para vencer los respetos humanos y todos mis desordenados y perversos apetitos, que me han hecho despreciar tu amistad.
10° Estación: Jesús es despojado de sus vestidos
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Los soldados […] cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. (Jn 19, 23-24)
Considera cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo. Compadece a tu Señor y dile:
Inocente Jesús mío: por los méritos del dolor que entonces sufriste, ayúdame a desnudarme de todos los afectos a las cosas terrenas, para, que pueda yo poner todo mi amor en ti, que tan digno eres de ser amado.
11° Estación: Jesús es fijado con clavos a la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: ‹El Rey de los judíos›, sino: ‹Este ha dicho: Soy el rey de los judíos›». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está». (Jn 19, 18-22)
Considera cómo Jesús, tendido sobre la Cruz, alarga sus pies y manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su vida por nuestra salvación; le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la Cruz en alto, dejándole morir de dolor sobre aquel patíbulo infame.
Oh despreciado Jesús mío: Clava mi corazón a tus pies para que quede siempre ahí amándote y no te deje más.
12° Estación: Jesús muere en la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Jn 19, 28-30)
Considera cómo Jesús, después de tres horas de agonía en la Cruz, consumido de dolores y exhausto de fuerzas su cuerpo, inclina la cabeza y entrega su espíritu.
Oh difunto Jesús mío: Beso enternecido esa Cruz en que por mí has muerto. Yo, por mis pecados, tenía merecida una mala muerte, mas la tuya es mi esperanza. Ea, pues, Señor, por los méritos de tu santísima muerte, concédeme la gracia de morir abrazado a tus pies y consumido por tu amor. En tus manos encomiendo mi alma.
13° Estación: Jesús es bajado de la Cruz
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. (Jn 19, 32-35; 38)
Considera cómo, habiendo expirado ya el Señor, le bajaron de la Cruz dos de sus discípulos, José y Nicodemo, y le depositaran en los brazos de su afligida Madre, María, que le recibió con ternura y le estrechó contra su pecho traspasado de dolor.
Oh Madre afligida: Por el amor de este Hijo, admíteme por tu siervo y ruégale por mí. Y Tú, Redentor mío, ya que has querido morir por mí, recíbeme en el número de los que te aman más de veras, pues yo no quiero amar nada fuera de ti.
14° Estación: Jesús es conducido al sepulcro
- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
- R: porque por tu santa Cruz, redimiste al mundo.
Meditación:
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. (Jn 19, 40-42)
Considera cómo los discípulos llevaron a enterrar al Redentor, acompañándole también su Santísima Madre afligida, que le depositó en el sepulcro con sus propias manos. Después cerraron la puerta del sepulcro y se retiraron.
Oh Jesús mío sepultado: Beso esa losa que te encierra. Tú resucitaste después de tres días; por tu resurrección te pido y te suplico me hagas resucitar glorioso en el día del juicio final para estar eternamente contigo en la Gloria, amándote y bendiciéndote.