Vidas de santos

Santa Catalina Labouré, historia de su vida y santidad

Santa Catalina Labouré
Santa Catalina Labouré

Santa Catalina Labouré es la patrona de los enfermos y ancianos, y nuestra Iglesia le recuerda cada año el 28 de noviembre. Santa Catalina nació el 2 de mayo de 1806 en un pueblo de Borgoña, Francia y fue bautizada al día siguiente en la fiesta del Hallazgo de la Vera Cruz, con el nombre de Zoe.

Parece más que una coincidencia la fecha de su bautismo y también el hecho de que naciera al sonar el Ángelus. Seguramente fue el toque encantador de Dios: el anuncio con las campanas de Nuestra Señora sobre la santa que iba a ser tan favorecida por María.

Primeros años de su vida

Era la novena de once hijos, y a la edad de nueve años, su madre murió y, en su dolor, Catalina recurrió a la única otra madre que conocía. En su habitación, frente a la estatua de la Santísima Virgen María en su casa, la pequeña Catalina dijo entre lágrimas: “Ahora, querida Santísima Madre, serás mi madre”.

El 25 de enero de 1818, Catalina recibió su Primera Comunión. A partir de ese día, se levantó cada mañana a las 4:00 am, y caminó varios kilómetros hasta la iglesia para asistir a misa y orar.

Catalina y su hermana menor, María Antonieta, fueron invitadas a vivir con su tía, una mujer amorosa que estaba casada y tenía cuatro hijas. Después de dos años, cuando su hermana mayor, María Luisa, se convirtió en Hija de la Caridad, regresaron a la granja de la familia para ayudar en su gestión. Catalina tenía sólo 12 años, pero, según quienes la conocieron, era brillante y eficiente.

A medida que crecía, Catalina recibió al menos una propuesta de matrimonio. Su padre le presentó la oferta, pero ella la rechazó. Sin que él lo supiera, Catalina ya se había prometido a Jesucristo.



El llamado de Dios

Un año antes, Catalina soñó con un sacerdote que nunca antes había visto. Él estaba celebrando misa y cuando terminó, le hizo señas para que lo siguiera, pero ella huyó. Luego visitaba a una mujer enferma, y vio al mismo sacerdote que le dijo: “Haces bien en visitar a los enfermos, hija mía. Huyes de mí ahora, pero un día estarás feliz de venir a mí. Dios tiene planes para ti; no lo olvides».

A los 22 años, manifestó a su padre que deseaba ingresar a la vida religiosa, pero él se negó rotundamente.

Poco después, su padre recibió una carta de Charles, uno de los hermanos mayores de Catalina, cuya esposa había fallecido recientemente. Tenía su propio negocio, un pequeño restaurante en París, y necesitaba ayuda. Entonces la joven muchacha partió hasta allí. Podría haberse escapado para unirse al convento, pero prefirió honrar a su padre.

Un año después, su hermano Hubert y su esposa Jeanne invitaron a Catalina a vivir con ellos. Jeanne dirigía una academia para señoritas y todos pensaban que esto beneficiaría a Catalina, que nunca había aprendido a leer ni a escribir. Sin embargo, allí se se sentía fuera de lugar.

Curiosamente, cada vez que Jeanne visitaba el hospicio a cargo de las Hijas de la Caridad, pedía a Catalina que la acompañara. Fue allí donde Catalina vio un cuadro de San Vicente de Paúl y lo reconoció como el sacerdote de su antiguo sueño. Cuando le dijeron que él era el Fundador de las Hijas de la Caridad, Catalina corrió hacia su confesor y le contó sobre el sueño. Él le dijo que claramente Dios la estaba llamando a ser Hija de la Caridad.

Hija de la Caridad

Sin embargo, todavía quedaba la negativa de su padre, pero Jeanne acudió en su ayuda, persuadiendo personalmente al padre de Catalina para dar su consentimiento.

Finalmente, poco antes de cumplir los 24 años, Catalina entró silenciosamente en las Hijas de la Caridad. Era el 22 de enero de 1830. Seis meses después, el 18 de julio de 1830, Sor Catalina Labouré se encontraba arrodillada a los pies de María, mirándola a los ojos y teniendo una conversación de corazón a corazón durante largo rato.

Más tarde ese mismo año nuestra Santísima Madre se le apareció nuevamente y le mandó a acuñar la Medalla Milagrosa.

Dios le concedió varias visiones extraordinarias a Santa Catalina Antes de la aparición de la Santísima Virgen, durante tres días consecutivos contempló el corazón de San Vicente sobre el relicario donde se encontraban sus reliquias, cada vez bajo un aspecto diferente. En otras ocasiones contemplaba a nuestro divino Señor frente al Santísimo Sacramento; esto ocurriría especialmente durante la Misa cuando aparecería tal como fue descrito en la liturgia del día.

Durante los siguientes 46 años, Santa Catalina estuvo consciente de los innumerables milagros que Dios estaba obrando a través de la Medalla, pero decidió permanecer en el anonimato.

En 1876, Catalina sintió la convicción espiritual de que moriría antes de fin de año, así que, justo antes de su muerte y con el permiso de la Santísima Virgen, Santa Catalina confesó a su superiora que ella era la Hermana de la Medalla Milagrosa; Hasta ese momento, la única persona con la que habló sobre las apariciones había sido su confesor. El 31 de diciembre de 1876, Santa Catalina emprendió su camino al Cielo, y después de su fallecimiento, su superiora rompió el silencio sobre la Hermana que había visto y tocado a la Santísima Virgen María.



Santidad de Santa Catalina Labouré

Sus restos fueron exhumados 57 años después. Milagrosamente su cuerpo estaba en perfecto estado. Incluso la muerte respetó a esta santa cuyas manos reposaron sobre las rodillas de la Santísima Virgen.

El cuerpo de Santa Catalina Labouré, protegido por un cristal, yace bajo el altar lateral de la Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, en París, donde Nuestra Señora se le apareció.

Santa Catalina fue canonizada por el Papa Pío XII el 27 de julio de 1947, por las virtudes heroicas que vivió en el cumplimiento de sus deberes cotidianos. En vida no obró milagros, no era materialmente pobre como los pastorcitos de Fátima o Santa Bernadette. Ella venía de familia de clase media alta. Por eso, su santidad consiste en medio siglo de fiel servicio como sencilla Hija de la Caridad.

Hoy sus preciosos restos aún reposan serenos. Aunque había vivido setenta años y estuvo en la tumba cincuenta y siete años, sus ojos seguían siendo los mismos; y en la muerte sus brazos y piernas eran tan flexibles como si estuviera dormida.

Aún hoy se pueden contemplar el rostro y los labios que durante más de cuarenta años guardaron un secreto cuyos frutos sacudieron al mundo.

Historia de Santa Catalina Labouré en Youtube

🌺 Santa CATALINA LABOURÉ | Patrona de la Medalla Milagrosa

Fuentes:

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