Vidas de santos

San Juan Diego y la Virgen de Guadalupe

San Juan Diego y la Virgen de Guadalupe
San Juan Diego y la Virgen de Guadalupe

San Juan Diego fue un humilde campesino chichimeca del Siglo IV, y es hoy conocido por ser el santo que tuvo la bendición de presenciar la aparición mariana que ahora es conocida como Nuestra Señora de Guadalupe en 1531. Nuestra Iglesia celebra su festividad el día 9 de diciembre.

¿Quién era San Juan Diego?

Según algunos registros, nació el 5 de mayo de 1474, en el Calpulli de Tlayecac ​​en Cuautitlán, un pequeño pueblo a 28 km de la Ciudad de México. Su nombre de nacimiento era Cuauhtlatoa, que significa “el que habla como un águila” en la lengua náhuatl. Es común también encontrar el nombre como Cuauhtlahtoatzin, que es la forma honorífica.

Juan Diego fue agricultor y tejedor de esteras, y testigo de la conquista española de México por parte de Herman Cortés en 1521. Tras la invasión, en 1524, los primeros 12 misioneros franciscanos llegaron a lo que hoy es la Ciudad de México. Juan Diego y su esposa acogieron a estos hombres de piedad y fueron de los primeros en ser bautizados. Él tomó el nombre de Juan Diego y su esposa el de María Lucía.

Juan Diego era considerado por los franciscanos y agustinos asentados en Tlatelolco, como un hombre piadoso. Allí no había convento ni iglesia, sino lo que se conocía como «doctrina», que era una choza donde se oficiaba misa y catequesis. Juan Diego hacía un gran esfuerzo al trasladarse cada semana saliendo muy temprano del barrio de Tlayecac, Cuautitlán, que era donde vivía, y caminar hacia el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac.

Luego se trasladaron a Tulpetlac para estar más cerca de la Ciudad de México y de la misión católica que habían establecido los Frailes Franciscanos.

Después de escuchar un sermón sobre la castidad, decidieron vivir en esa virtud. Se piensa que esta decisión pudo ser el motivo por el cual la Virgen María lo escogió para aparecerse a él. En 1529, pocos años después de su bautismo, María Lucía enfermó y falleció.

En su viudez, Juan Diego caminaba todos los sábados y domingos a la iglesia y, en las mañanas frías, vestía una tilma de ayate hecha con fibras de maguey, ya que el algodón solo lo usaba la clase alta.

San Juan Diego y Nuestra Señora

El 9 de diciembre de 1531 por la mañana le sucedió que mientras caminaba hacia la iglesia, escuchó el canto de los pájaros en el cerro del Tepeyac y que alguien le llamaba. Corrió cuesta arriba, y allí vio una doncella, con el aspecto de una adolescente, parecida en apariencia a una princesa azteca, y rodeada de luz. Era Nuestra Señora, que le dijo en náhuatl, su lengua nativa, que le dijera al obispo de México, un franciscano llamado Juan de Zumárraga, que quería que en aquel lugar donde ella se encontraba se construyera un Santuario en su honor.

Ella le dijo: “Deseo vivamente que se me construya aquí un templo para mostrar y prodigar en él todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de la tierra, y a aquéllos que me aman y buscan y solicitan mi amparo, y me llaman en sus trabajos y aflicciones para darles consuelo y alivio”.

Al reconocer a la Señora como la Virgen María, Juan Diego fue al obispo según las instrucciones, pero éste tenía dudas y le dijo a Juan Diego que necesitaba una señal. Juan regresó al Cerro del Tepeyac y le explicó a la Señora que el Obispo no le creía. Le imploró que usara otro mensajero, insistiendo en que él no era digno. María, sin embargo, insistió en que era de suma importancia que fuera él quien hablara al Obispo en su nombre. El 10 de diciembre Juan Diego hizo lo que la Señora le indicó, pero nuevamente el Obispo pidió una señal. Más tarde ese día, la Señora le prometió a Juan Diego que le daría una señal al día siguiente. Esa noche al regresar, encontró a su tío Juan Bernardino gravemente enfermo. Por esa razón, a la mañana siguiente, Juan Diego no acudió al encuentro con la Señora.



El Milagro de la Virgen de Guadalupe

El 12 de diciembre, Juan Diego salió a buscar un Sacerdote que pudiera administrar los últimos sacramentos a su tío moribundo. Cuando intentaba rodear el cerro del Tepeyac, la Señora lo interceptó y le dijo: “No temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro de que ya sanó”, y le pidió que subiera al cerro y recogiera las flores que hubieran allí.

Era diciembre, cuando normalmente nada florece a causa del frío. Allí ocurrió el “Milagro de las Rosas” de Diego, que encontró rosas de la región de Castilla, España, antiguo hogar del obispo Zumárraga. La Señora reorganizó cuidadosamente las rosas dentro de la tilma doblada que llevaba Juan Diego y le dijo que no la abriera delante de nadie más que del Obispo. Cuando Juan desdobló su tilma ante Zumárraga, de ella cayó una cascada de rosas y un “ícono” de Nuestra Señora de Guadalupe quedó milagrosamente impreso en la tela, haciendo que el Obispo cayera instantáneamente sobre sus rodillas.

El obispo Zumárraga reconoció el milagro y en dos semanas ordenó que se construyera un santuario donde se había aparecido la Virgen María, y confió entonces la imagen a Juan Diego, quien optó por vivir como ermitaño hasta el día de su muerte, cerca del lugar donde se había aparecido Su Señora, como él le decía. Desde su ermita cuidó la capilla y atendió a los primeros peregrinos que acudieron a rezar allí, convirtiéndose en un catequista santo, altruista y compasivo, que enseñaba con la palabra y especialmente con el ejemplo.

Santidad de San Juan Diego

La noticia de la aparición en el cerro Tepeyac se extendió rápidamente por todo México y en los siete años siguientes 8 millones de personas se convirtieron a la fe católica. Lo que es aún más sorprendente, es que durante esos mismos años se estaba llevando a cabo la Reforma Protestante en Europa. A medida que Europa estaba perdiendo un gran número de católicos, aproximadamente la misma cantidad de católicos se convirtió en México, manteniendo la fuerza general de la Nuestra Iglesia.

Hasta el día de hoy, América Latina sigue siendo un pilar importante de la Iglesia Católica, gracias a Nuestra Señora de Guadalupe. Los católicos de México y el resto de América Latina reconocen a la Virgen de Guadalupe como la patrona de «Las Américas”.

San Juan Diego murió el 30 de mayo de 1548 a la edad de 74 años. Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 31 de julio de 2002, quien recordó lo que el santo decía sobre sí mismo: “Yo soy un don nadie, un pobre campesino, una hoja al viento, un animal de carga, la cola de un animalito, el último peldaño de la escalerita”, admitiendo que esto nos enseña que Juan Diego era un modelo de humildad.

Así, San Juan Diego se convirtió en el primer santo indígena de la Iglesia Católica, un campesino sencillo y humilde, que aceptó el cristianismo sin renunciar a sus raíces indígenas.

Dios contaba con Juan Diego para desempeñar un papel humilde pero enorme al llevar la Buena Nueva a los pueblos de México. Superando sus propios miedos y las dudas del obispo Juan de Zumárraga, San Juan Diego cooperó con la gracia de Dios para mostrar a su pueblo que la Buena Nueva de Jesús es para todos.

Historia de San Juan Diego en Youtube

🙏 SAN JUAN DIEGO y la Virgen de Guadalupe

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