San Juan Bosco, fue un santo sacerdote cuya profunda vida espiritual le conducía a frecuentes visiones o «sueños», como el mismo los llamaría. Ciertamente, no siempre eran sólo sueños; muchos lo eran, ocurridos durante el sueño. Pero a veces fueron verdaderas visiones sobrenaturales, fenómenos místicos muy caracterizados, y el santo por modestia prefirió narrarlos como sueños.
Algunos de estos “sueños” —usemos la palabra entre comillas— eran relativos a la Iglesia y a las dificultades, luchas y sufrimientos que atravesaría en el futuro.
En este artículo vamos a dar a conocer un sueño que se produjo en la víspera de la Asunción de la Santísima Virgen María.
El 20 de agosto de 1862, después de rezadas las oraciones de la noche y de dar unos avisos relacionados con el orden de la casa, dijo don Bosco:
—Quiero contarles un sueño que tuve hace algunas noches.
Soñé que me encontraba en compañía de los jóvenes, en casa de mi hermano. Mientras todos hacían recreo, viene hacia mí un desconocido y me invita a acompañarle. Le seguí y me condujo a un prado próximo al patio y allí me indicó entre la hierba una enorme serpiente de siete u ocho metros de longitud y de un grosor extraordinario. Horrorizado al contemplarla, quise huir.
—No, no —me dijo mi acompañante—. No huya, venga conmigo.
—¡Ah! —exclamé—. No soy tan necio como para exponerme a tal peligro.
—Entonces —continuó mi acompañante— aguarde aquí.
En seguida fue en busca de una cuerda y con ella en la mano volvió nuevamente junto a mí y me dijo:
—Tome esta cuerda por una punta y sujétela bien; yo cogeré el otro extremo y me pondré en la parte opuesta y así la mantendremos suspendida sobre la serpiente. Después se la dejaremos caer sobre la espina dorsal.
—¡Ah no, por favor! ¡Ay de nosotros si lo hacemos! La serpiente saltará enfurecida y nos despedazará.
—No, no; déjeme a mí —añadió el desconocido—. Yo sé lo que hago.
—De ninguna manera; no quiero hacer algo que me pueda costar la vida.
Ya me disponía a huir, cuando él insistió de nuevo que me quedara. Entretanto pasó al lado del monstruo, levantó la cuerda y con ella dio un latigazo sobre el lomo del animal. La serpiente dio un salto volviendo la cabeza hacia atrás para morder al objeto que la había herido, pero en lugar de clavar los dientes en la cuerda, quedó enlazada en ella mediante un nudo corredizo. Entonces el desconocido me gritó:
—¡Sujete bien la cuerda, sujétela bien, que no se le escape!
Y corrió a un peral que había allí cerca y ató a su tronco el extremo que tenía en la mano; corrió después hacia mí, cogió la otra punta y fue a amarrarla a la reja de una ventana. Entretanto la serpiente se agitaba y daba tales golpes con la cabeza, que sus carnes se rompían saltando en pedazos a gran distancia. Así continuó mientras tuvo vida; y, una vez que hubo muerto, sólo quedó de ella el esqueleto pelado y partido.
Entonces, aquel mismo hombre desató la cuerda del árbol y de la ventana, la recogió, formó con ella un ovillo y me dijo:
—¡Preste atención!
Metió la cuerda en una caja, la cerró y después de unos momentos la abrió. Los jóvenes habían acudido a mi alrededor. Miramos al interior de la caja y quedamos maravillados. La cuerda estaba dispuesta de tal manera que formaba las palabras: AVE MARÍA!
—Pero, ¿Cómo es posible? —dije. Metió la cuerda en la caja a la buena de Dios y ahora aparece de esa manera.
—Mire, la serpiente representa al demonio y la cuerda el Ave María, o mejor, el Santo Rosario, que es una serie de Avemarías, con la cual y con las cuales, se puede derribar, vencer y destruir a todos los demonios del infierno.
Hasta aquí el sueño de Don Bosco, que nos exhorta a rezar devotamente el Ave María y el Santo Rosario ante cualquier asalto de la tentación, seguros de que saldremos siempre victoriosos.
El Sueño de San Juan Bosco y el Ave María en Youtube
Fuentes: