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Por qué Dios permite el sufrimiento en la vida del cristiano

Por qué Dios permite el sufrimiento
Por qué Dios permite el sufrimiento

El sufrimiento es algo de lo que muchas veces no nos gusta hablar, pero que está presente en la vida de cada persona, en distintos niveles, al igual que otras sensaciones o emociones. Y está especialmente dentro de la vida del verdadero cristiano, en donde probablemente encuentre su lugar rápidamente, ya que es la persona cristiana la que sabe de antemano que cada ser humano debe convivir con él y por la fe se resigna a aceptarlo en su vida.

¿Por qué Dios permite el sufrimiento? Eso es algo que solemos preguntarnos… o de forma más específica, ¿por qué permite el sufrimiento en la vida de aquellos que le son más fieles? En realidad lo que debemos preguntarnos siempre es «Para qué». La pregunta, enfocada de esa manera, nos ayuda a encontrar una respuesta más certera y con sentido.

Debemos saber que Dios permite el sufrimiento en la vida del cristiano sólo cuando trae un bien a nuestra propia alma o a otra u otras.

Existen sufrimientos, sin embargo, que Dios no quisiera que sucedieran, pero sí, los permite por un bien mayor, porque nada se escapa de las manos de Dios. Estas suelen ser las nefastas consecuencias del pecado, ya sea propio o ajeno.

Es el caso -según comenta el padre Darío Betancourt Q.E.P.D.- de las enfermedades. Él nos explica que debemos sufrir como Jesús sufrió, es decir, de afuera hacia adentro. Esto es: ataques, envidias, insultos, rechazo, maltrato, entre otros. Dios no quiere que suframos -explica el padre Darío- de adentro hacia afuera, refiriéndose a las enfermedades. Eso lo hemos vivido todos, en diferentes grados, y Dios lo permite, y nuestra alma puede aprovechar ese sufrimiento, pero si Dios mismo vino a sanarnos, Él no lo quiere. A pesar de eso, siempre vale la pena aceptar la enfermedad y entregarla a Dios, esperando con fe la sanación, que es lo que Dios quiere para nosotros.

Según el padre Loring Q.E.P.D., los sufrimientos deben ser aceptado por tres razones:

  1. Porque sufriendo por Dios le mostramos nuestro amor, como Él nos lo mostró muriendo por nosotros en la cruz.
  2. Porque sufriendo por Dios aumentamos nuestros merecimientos para el cielo.
  3. Porque sufriendo uniéndonos a la Pasión de Cristo, colaboramos a la Redención de la Humanidad. Dios quiere que colaboremos a la Redención de la Humanidad. Es doctrina de San Pablo.



Nuestro Señor, antes de padecer, ya había aceptado el sufrimiento, con el fin de redimir al hombre y lo comunicó a sus discípulos.

En Lucas 9, 22 nos dice: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.»

Posteriormente en el versículo 44 nos dice:

«Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.»

Y el versículo 45 nos explica que “ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto”.

Aquí Jesús les quiere decir que «presten atención a lo que Él les dice”, y explica que debe padecer. Pero no lo entendían.

Jesús sabía que no lo entenderían de inmediato. Ellos pudieron entender una vez que el Espíritu Santo descendió sobre ellos guiándolos a la Verdad. Se necesitó la obra del Espíritu Santo para comprender misterios tan profundos.

Lo mismo ocurre con nosotros. Cuando enfrentamos el misterio de los sufrimientos de Jesús, y cuando enfrentamos la realidad del sufrimiento en nuestras propias vidas o en las vidas de aquellos a quienes amamos, nos mostramos confundidos. Se necesita un don del Espíritu Santo para abrir nuestra mente para comprender. El sufrimiento suele ser inevitable. Todos lo hemos tenido que soportar. Y si no permitimos que el Espíritu Santo obre en nuestras vidas, el sufrimiento nos llevará a la confusión y desesperación. Pero si permitimos que el Espíritu Santo abra nuestra mente, comenzaremos a comprender cómo Dios puede obrar en nosotros a través de nuestros sufrimientos, así como trajo la salvación al mundo a través de los sufrimientos de Cristo.

Reflexionemos hoy sobre qué tan bien comprendemos los sufrimientos de Jesús y los nuestros. ¿Estamos permitiendo que el Espíritu Santo nos revele el significado e incluso el valor del sufrimiento? Recemos constantemente al Espíritu Santo pidiendo esta gracia y dejemos que Dios nos lleve a este profundo misterio de nuestra fe.

Después de todo, Cristo nos invita, con su amor y cariño a soportar junto con Él nuestros propios sufrimientos. Él nos dijo en Mateo 11, 28: «Venid a mí los que estáis tristes y agobiados, que yo os daré descanso; pues mi yugo es suave y mi carga ligera».

Por eso, digámosle siempre:

“Señor, sé que sufriste y moriste por mi salvación. Sé que mi propio sufrimiento puede cobrar un nuevo significado en Tu Cruz. Ayúdame a ver y comprender más plenamente este gran misterio y a encontrar un valor aún mayor en Tu Cruz, así como en la mía. Jesús, en Ti confío”.

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