¿Por qué Dios permite el mal? ¿Por qué tenemos libre albedrío?
¿Por qué Dios nos permite pecar?
¿Por qué permitió pecar a Adán y Eva?
Todas o casi todas las personas creyentes nos hemos hecho estas y otras preguntas, cuya respuesta -muchas veces ausente o indefinida- es la razón por la cual muchos ateos no conciben la existencia de un ser superior que permite tanta maldad en el mundo y de ser real, les parecería cruel.
Pero a pesar de que no podemos responder con total seguridad la razón, he aquí las interesantes respuestas del Padre José Antonio Fortea para estas preguntas, las cuales citamos lo más textual posible, resumiendo un poco para que no sea tan largo.
¿Por qué Dios permite el mal? ¿De dónde nace?
Dios sólo puede crear el bien, todo lo que hace lo hace bien. El mal es una corrupción del bien. Cuando sale de las manos de Dios todo es bueno. Esto encaja con lo que dice la Biblia: «Y vio Dios que todo era bueno» (Génesis 1, 31). Es después la libertad lo que hace que se empiece a torcer. Porque si quieres que aparezca el amor, tienes que dar libertad.
¿Por qué tenemos libre albedrío?
Tú puedes crear todas las piedras que quieras o los árboles, o las gallinas, pero si quieres amor tienes que dar inteligencia, libre albedrío. Si das libre albedrío ese individuo puede ser cada vez más bueno o también puede hacerse malo, ese es el problema.
¿Los ángeles también tienen libre albedrío?
Los ángeles, después de una prueba que tuvieron se transformaron en ángeles, es decir espíritus angélicos bienaventurados y en demonios, que son espíritus angélicos réprobos. Ellos también tuvieron una prueba (por lo mencionado anteriormente). Si quieres que aparezca el amor, tienes que darles libertad.
De la libertad nace el amor
Es en la libertad, en la prueba, en la fe cuando esa persona desarrolla el amor. Si yo le pido a alguien que me ayude y sabe que soy el hombre más rico del mundo, me va a ayudar, pero si yo soy un pobre y no sabe quién soy, entonces eso si que vale porque lo hará solo por amor, no por lo que yo después le de.
Cuando lleguemos al Cielo, amar a Dios no nos va a costar nada. Eso ya no tiene mérito. El mérito acaba en cuanto veamos a Dios. Allí ya no ganamos nada, podemos gozar de Dios según somos, pero no hay mérito. La transformación y desarrollo de las virtudes ocurre en el tiempo de prueba. Por eso ni a los ángeles se les ahorra el tiempo de prueba.
¿De qué sirve el tiempo de prueba?
Los niños que mueren bautizados van al Cielo, pero están en el grado de felicidad mínima. Su alma está feliz y contenta, pero no se han transformado a sí mismos. Ellos están en el grado menor de amor a Dios. El hombre que ha sufrido mucho, que en esa etapa de prueba hizo actos de generosidad hacia Dios, hacia el prójimo se transformó.
El premio es el mismo para todos. Para santa Teresa de Jesús y para un pecador, pero cada un goza de él según es. De ahí la necesidad del tiempo de prueba.
Un ejemplo es, cuando en Roma el que ve la capilla Sixtina, que la conoce muy bien, que es un profesor y ha estado estudiándola toda su vida, la disfruta de un modo distinto que un niño. No tiene ninguna culpa el niño, pero a lo mejor hasta se aburre. Los dos están viendo lo mismo pero cada uno goza según lo que es.
La transformación sólo puede ocurrir en la Tierra, es decir, en la no visión de Dios. Después ya no tiene ningún mérito.
¿Tuvieron también los ángeles su tiempo de prueba?
Los ángeles nada más ser creados tuvieron su prueba. No veían la esencia de Dios. Quizá veían una manifestación, pero no su esencia. También el pueblo elegido en el Sinaí veía la montaña cubierta por la nube, los truenos, los relámpagos, pero no veían a Dios. Probablemente los espíritus angélicos veían alguna manifestación de Dios que les hablaba como padre, les decía que les amaba, lo que debían hacer, que fueran generosos, que se esforzaran, que se ayudaran entre sí, que buscaran verdaderamente la transformación de sus espíritus a través de las virtudes, del amor, de la caridad, de la fe.
El mundo angélico es muy variado, no es una cosa etérea aburrida. Unos aprovecharon ese tiempo más, otros menos, porque ellos tienen un tipo de tiempo. Sólo Dios vive en un eterno presente y lo malo es que algunos, incluso se ensoberbecieron de sus propias cualidades y desobedecieron de forma irreversible, transformándose de un modo que les petrificó en el mal, convirtiéndose en demonios, los únicos seres por los que Jesús no hace ningún esfuerzo por convertirles, al revés, es duro con ellos, no les deja hablar. Hasta con los pecadores Jesús fue muy misericordioso, pero con los demonios no hay nada que hacer.
¿Por qué podemos ir al infierno por pecar?
Dios es siempre apertura, es siempre amor. Es un acto simple, único, perfecto, absoluto de amor. Dios sólo quiere, sólo es amor.
Sin embargo el infierno hay que entenderlo, no como una especia de sentencia externa que recae sobre un sujeto, sino como la capacidad que tiene un ser humano para rechazar a su padre, y finalmente que ese rechazo sea indefinido. Dios no va a añadir más sufrimientos, Dios no va a torturar a nadie ni va a poner alguien con tridentes, no va a poner fuego en el infierno para que te quemes.
Las descripciones del infierno, siempre en el evangelio, Jesús habla, no pocas veces precisamente, son de tinieblas exteriores: «es expulsado del banquete…», «las puertas se cierran y no pueden entrar…». Son cosas de ese tipo, no es que Dios tortura, no es que pone un fuego. Sí que hay un fuego eterno en la Gehena, pero es el fuego interior.
Es verdad que no creeríamos en el infierno si Dios, después de revelarnos el abismo de felicidad de felicidad, de ternura que es Él, después nos dijera que hay otro abismo del que debe hablar, y es el abismo del mal que puede hacerse tan absoluto como el bien.
El mal puede hacerse tan perfecto, tan consumado que sea absoluto, para decir un no absoluto al amor de Dios.
¿Por qué Dios permite las tentaciones?
Una de las cosas que aparece en el Génesis al principio, después de crear un mundo perfecto, de armonía es que coloca el árbol del conocimiento del bien y del mal en medio del jardín del Edén, y también el árbol de la vida. ¿Por qué coloca ese árbol? Que en cierto modo es el árbol del mal, aunque es verdad que tiene ciertos matices, pero sus frutos no podían ser ni siquiera tocados.
¿Por qué permite que los demonios pululen por la historia de salvación de Israel y otros pueblos?
¿Por qué el mal no es coartado o arrancado mucho antes de que produzca frutos tan grandes?
Por alguna razón que Dios conoce en su sabiduría es buena la permisión divina de una cierta cantidad de mal. De hecho gracias a eso se obtiene una perfección de las virtudes y por lo tanto del amor.
«Sin la crueldad del verdugo, no tendríamos la paciencia de los mártires» -Tertuliano
Para que el amor llegue a ese extremo de cualidad, el verdugo es necesario. Hay otra frase que escribió otro teólogo:
«Quizá nadie deseó menos que el diablo la santidad de Job, pero nadie trabajó más por ella».
La mayor parte de los seres humanos pecan de debilidad. Realmente son pocos los que son monstruos. En ese sentido la mayoría serán perdonados con facilidad porque yo creo que al final los hombres reciben una iluminación justa antes de dejar este mundo y casi nadie se condena. Pero es cierto que los santos aparecen porque son presionados. Para que aparezcan los diamantes hacen falta unas condiciones de temperatura muy fuertes y de presión.
¿Por qué sufren inocentes para que otros sean probados?
Yo una vez estaba en un exorcismo y no sé qué entidad apareció, pero habló con una voz majestuosa, tranquila y dijo una cosa que nos impresionó: lo único que importa es Dios y el alma, lo demás es ornato.
Es decir, cuando hayan pasado ochocientos mil millones de años, si algo le pudiéramos recriminar a Dios es «Señor, ¿por qué no me hiciste sufrir un poquito más?». Tendemos a pensar en el mundo como un destino final, pero al final comprenderemos que todo el mundo es sólo el escenario donde iban a aparecer las gemas imperecederas para siempre, eternas, que son las almas. Y eso es lo único que no puede crear Dios. Dios puede crear ochocientos mil trillones de billones de ángeles, pero el amor, las virtudes, todo lo que ya después hagas con el libre albedrío, de la libertad de los hombres -bajo la acción de la gracia-, pero aunque sea con la ayuda de Dios, con la dirección de Dios, aunque en cierto modo Dios es autor de esas joyas, es la libertad la que va tomando las decisiones.
¿Por qué Dios tiene este plan que a muchos les puede parecer cruel?
Una santa Teresa de Jesús o una santa Teresa de Calcuta no aparece porque Dios chasquee los dedos. Él pone las condiciones, toda la situación, Él ayuda, y entonces, si quiere, la buena planta crecerá. Y en ese sentido la Biblia es un monumento a la lógica, no hay ninguna contradicción, porque si no más valdría ser puestos en el Cielo directamente. En un bosque hay hierba y hay matorrales, y árboles, y hay secoyas. Si uno quiere ser como la hierba lo mejor es ser bautizado con tres semanas y morir, pero si quieres ser secoya, pasarán los inviernos, el viento, el frío, el calor y al final después mucho esfuerzo aparece la secoya. Las secoyas materiales aparecen con el poder de Dios, pero las secoyas del espíritu no.
Entonces Dios parece cruel, pero también parece cruel el padre que le dice a su hijo que estudie, que no beba tanto. Al final por los frutos merece la pena el sacrificio.
Toda esta información corresponde a una entrevista realizada por el padre Daniel Pajuelo al padre Fortea en su canal de Youtube smdani.