Testimonios

Bautismo de deseo, testimonio católico

Bautismo de deseo
Bautismo de deseo

Quiero compartir un testimonio que destaca la importancia del bautismo de deseo. Había una práctica que mi madre solía mencionarme cuando era niña. Ella explicaba que el bautismo era necesario para bebés que hubieran perdido la vida por abortos naturales o voluntarios y que no se debe creer que porque ya murieron no se pueden bautizar, al contrario. Mi madre aconsejaba a quienes sufrían la pérdida de un embarazo que bautizaran al bebé y le dieran un nombre. Este bautismo no es sacramental y algunas personas lo reconocen como «bautismo de deseo«, ya que se cree que Dios en Su infinita misericordia lo valida. Sin embargo quiero aclarar algunos puntos:

  • No se puede bautizar a un fallecido, sea infante o adulto.
  • Si la persona aún está viva o se cree que podría estarlo, se puede bautizar.
  • El adulto debe expresar o haber expresado su concentimiento. El niño se puede bautizar incluso contra la voluntad de sus padres.
  • Cualquier persona puede aplicar el bautismo de emergencia, aunque no esté bautizado.
  • Si no existe agua bendita se puede hacer con cualquier agua.
  • El bautismo de deseo se da cuando una persona que tenía intención de bautizarse y muere antes, recibe los frutos del bautismo.
  • Algunas personas, por piedad, creemos que el infante puede recibir los frutos del bautismo, de acuerdo al deseo que sus padres tenían de bautizarle.

Bautismo de deseo de mi hijo no nacido

En 2022, experimenté la pérdida temprana de un embarazo (un mes y medio). Esto se me hizo doloroso, pero lo afronté con resignación, y recordando las palabras de mi madre, lo bauticé. Más tarde en agosto de 2023, enfrenté otra pérdida con 3 meses y medio de embarazo. A pesar del dolor, había una fuerza sobrenatural que me ayudaba a sobrellevar la situación. Era el Señor y Mamá María.

La noche del 9 de agosto me informan que el corazón no muestra latidos. Guardando un hilo de esperanza, al día siguiente lo bautizamos. Le dije a mi esposo que lo hiciera haciendo la señal de la Cruz sobre mi vientre, y él así lo hizo diciendo «Yo te bautizo, en el Nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo», dándole un nombre. No hicimos ninguna oración larga.

Debo aclarar que aún guardábamos un poco de esperanza de que el bebé estuviera vivo, sin embargo, de saberlo fallecido, hubiéramos hecho lo mismo como hice con la pérdida anterior, pero es importante recalcar que no podemos bautizar a un fallecido, sin embargo, por las razones que comenté al inicio, yo creía que sí. De todas maneras creo que cuando un bebé fallece en esas circunstancias, podemos pedir a Dios que tenga a bien conceder los frutos del bautismo a esa alma, aunque Dios conoce nuestras intenciones y deseos y quizá no sea necesario pedirlo, pero puede dar mucha paz expresarlo a Dios. (Ver el artículo sobre Bautismo de deseo)

La tarde del 11 de agosto se completó el proceso. En el momento más duro, en el que pude sostener a mi hijo en mis manos, me cuestioné por qué debía pasar por esto, por mi mente pasaban respuestas que no tenían ningún fundamento. No creía que no lo mereciera, mas bien pensaba «yo quizá lo merezco, pero el bebé no lo merece». Me cuestionaba cosas como «si Dios bendice a los matrimonios con hijos, ¿por qué me los quita de esta forma ahora que estoy casada?», «¿por qué antes me bendijo con hijos fuera del matrimonio?» (mi hija mayor no es hija de mi marido). No alcanzaba a entender. Y en ocasiones es sencillo decir «son los designios de Dios». Solemos «consolar» así a quienes sufren todo tipo de sufrimientos, pero no sabemos la cantidad de preguntas que nos hacemos y la incapacidad que tenemos para responderlas por nuestros propios medios hasta que lo vivimos en carne propia.

María Dolorosa

Entonces, recordé la imagen de María sufriendo al bajar el cuerpo de Jesús de la Cruz. Reflexioné sobre su dolor y me di cuenta de que mi sufrimiento no era nada en comparación al suyo; pensaba: «si ella siendo santa tuvo que pasar por eso, qué puedo esperar yo», pero no quise ahondar en esos pensamientos y los dejé atrás. Hoy me hacen sentido.

Virgen Dolorosa
Virgen Dolorosa

Mi madre, al conocer la situación se puso a rezar el santo rosario, y esa es la parte bella de esta historia, que para mí es real y es un testimonio que comparto con el único fin de animar a todos los cristianos a bautizar a sus hijos no nacidos, no importa si ese bebé perdió la vida ayer o hace muchos años. Por fe sabemos que esos bebés son admitidos en el Cielo, pero qué bien nos hacen los testimonios al recordarnos la importancia de las cosas de Dios.

Testimonio de mi madre:

Primero, contarles que después de un largo tiempo de estar viviendo un tanto alejada de Dios, aun cuando la Fe siempre estaba latente, comencé nuevamente a acercarme a la Iglesia, a reforzar mi Fe y hacer las cosas como Dios manda. A lo largo de mi vida, he tenido manifestaciones como mensajes, sueños y ciertas visiones que hacen meditar y reflexionar como está siendo el actuar de nuestra vida con respecto a nuestro Padre Dios, Jesús su Hijo y la Santísima Virgen María y cómo nos comunicamos con Ellos. Bueno, este simple preámbulo es para manifestarles cuan necesaria, efectiva e impresionante es la oración. Ahora les narro lo ocurrido:

Una de mis hijas, queda embarazada y espera a su bebé con mucha ilusión. Por esas cosas raras de la vida, lo pierde como de 3 meses. Ante su dolor, el mismo día que le ocurrió aquello, me pongo en oración, específicamente, rezando el Rosario, para rogarle a Dios y a la Santísima Virgen le diera consuelo a mi hija y para que recibieran a ese angelito en sus brazos. Recuerdo que eran los Misterios del día Sábado, los Gloriosos. Mientras rezaba, tuve una visión interna muy rápida, donde se veía a la Santísima Virgen María que tomaba en sus manos muy maternalmente a un bebé, no muy nítido, muy chiquito. En ese momento, tuve la certeza que el bebé (no se veía el género) había sido recibido en la Santa Gloria de Dios. Incluso vi a Jesús junto a la Virgen. Fue una visión interior, muy rápida. El 11 de Agosto mi hija recibe el diagnóstico de la pérdida. Yo recé en la noche de ese mismo día, y sentí que la Virgen María me escuchó. Es difícil explicar con palabras humanas lo que se siente, solo manifestar que tuve la certeza que el bebito fue recibido por Ellos. Al día siguiente le conté a mi hija lo que había ocurrido, y ella me dijo, que debió ser así porque su esposo, había bautizado al bebé.

María es nuestra Madre

Bien sabemos que nos hacemos hijos de Dios por el bautismo, pero también nos convertimos en hijos de María, y ella nos recibe en sus brazos, por lo que para mí este testimonio tiene varios significados:

  • Nos recuerda lo que siempre hemos creído: Que Dios reconoce el bautismo de emergencia y de deseo
  • Que Dios recibe en Su Santa Gloria a sus criaturas no nacidas como hijos a través del bautismo de deseo (digo de deseo, porque mi hijo, cuando lo bautizamos, lo más probable es que ya no estuviera vivo)… No quiero con esto sugerir que a los no bautizados Dios los deja fuera de la gloria; por Su infinita Misericordia no lo creo así, pero si le preocupa el alma de un no nacido que falleció, rece él o ella al Señor, es la mejor forma de asegurarnos que entren al Cielo. No importa si ese bebé murió hace mucho.
  • A través de esto que le sucedió a mi madre podemos recordar que María nos recibe en sus brazos a través del bautismo, aunque sea de deseo.
  • Cuánta piedad tiene María por quienes rezan el Rosario, que nos permitió saber a través de ese rezo, que el bebé había sido recibido en la Gloria. Creo que todos mis bebés fueron recibidos, pero fue en esta ocasión en que la Santísima Virgen lo quiso mostrar, seguramente para dar testimonio y Gloria a Dios.



Dios nos va sanando

Con el tiempo, he experimentado que no fui yo quien sanó, sino que Dios sanó la herida de mi pérdida. Aunque la herida aún se siente, ha cicatrizado, o casi. Meses después, el 14 de diciembre (dos semanas antes de escribir esto), enfrenté otra pérdida temprana de embarazo de mes y medio. Esta vez, lo tomé con más calma y resignación. Aunque sentí tristeza, no fue como las veces anteriores; había una fuerza que me brindaba paz en medio del sufrimiento. Por supuesto también bauticé a ese bebé, confiando en la gracia y la misericordia de Dios. Digo que lo bauticé, porque así fue, sin embargo, al estar ya fallecido, repito, no era lo que debía hacer, sino expresar a Dios el deseo.

Hoy sé que mis hijos están en el Cielo y reflexiono sobre la importancia de llevar una verdadera vida cristiana para poder encontrarme con ellos algún día. Esa es una motivación más en mi vida para llegar al Cielo.

Por eso, queridos hermanos, los invito y les ruego bautizar a sus hijos que están por perder la vida en el vientre o a aquellos que no saben si aún viven, y también pedir a Dios que conceda el bautismo de deseo a aquellos niños nacidos o no que murieron sin bautismo, y dejarlo a Su voluntad.

¿Por qué pasamos por esto?

Después de varios meses creo haber recibido del Señor una respuesta, algo que quizá estuvo intentando decirme pero yo no quise escuchar durante todo este tiempo. Primeramente no soy la única; no nos alcanzaría la vida para contar a todas las mujeres y hombres y han pasado por esto. Y está lleno de mujeres piadosas (conozco de cerca a varias) que han perdido a su bebé, y sí, tampoco lo entendía en su momento.

Pero antes quisiera comentar que cuando pensaba «yo quizá merezco esto, pero el bebé no», en realidad estaba equivocada. Los bebés no nacidos están en la Gloria, y es el lugar donde merecen estar. He decidido verlo como un regalo y no como algo malo. Es más, la muerte, cuando nos encuentra de cara a Dios nunca es mala, independiente de la edad que se tenga.

Hoy creo que hemos sido escogidas por Dios para unirnos al sufrimiento de madre de María. Así como en diversos momentos de la vida podemos unirnos al sufrimiento de Jesús en la Cruz, también muchas personas (y creo que posiblemente más aún las consagradas a María), vivimos estos episodios de dolor tan profundos (algunos muchísimo más dolorosos que otros porque Dios da a cada quien el sufrimiento que puede soportar) para unirnos al sufrimiento de ella, y eso transforma todo dolor en gozo, el gozo de estar con ella, de sufrir con ella, de no estar solas o solos en el sufrimiento, de poder entregar el dolor como ofrenda, de encontrar consuelo en su regazo, de hacer que ese dolor tenga un significado profundo para la eternidad, de saber que nuestros pequeñitos viven en el Cielo junto a ella y que son grandes intercesores que nos esperan en la gloria para que un día, cuando partamos de este mundo, salgan a nuestro encuentro diciendo «Mamá, papá, te extrañé».

Si desea contarnos su testimonio sobre este u otros temas, no dude en escribirnos a testimonios@catolicosdemaria.com o a través de nuestro formulario de Contacto



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