¿Qué son las revelaciones privadas?

Qué son las revelaciones privadas
Qué son las revelaciones privadas

Las revelaciones privadas, que Dios todavía da hoy, son infinitamente fascinantes y consisten en ciertos conocimientos que Dios comunica a personas particulares, por lo general muy entregadas a Él. Pero ¿dónde podemos obtener información fiable sobre éstas y cómo funcionan? Veamos qué dice el Magisterio de la Iglesia.

¿Por qué se les llama revelaciones “privadas”?

El término comunmente utilizado, generalmente revelación «privada» puede significar muchas cosas, por lo que algunas fuentes utilizan otros términos. El Concilio de Trento, por ejemplo, utilizó el término “revelación especial”.

Cualquiera que sea el término preferido, la idea es distinguir estas revelaciones de aquellas que se encuentran en la Sagrada Escritura y la Tradición. Esa revelación es vinculante para toda la Iglesia a lo largo de toda su historia. Por eso a veces se la llama revelación pública porque está dirigida a todos los miembros de la Iglesia.

Por el contrario, la revelación privada está dirigida a un público más reducido. Puede estar dirigido a una sola persona, a un grupo de personas o incluso a toda la Iglesia en una época particular, pero no está dirigido a toda la Iglesia a lo largo de la historia.

¿Qué dice la Iglesia sobre las revelaciones privadas?

El Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 67, dice:

A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de «mejorar» o «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.

La fe cristiana no puede aceptar «revelaciones» que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes «revelaciones».

Si la Iglesia ha aprobado una aparición, ¿estamos obligados a aceptarla?

No. En 2010, Benedicto XVI explicó:

La aprobación eclesiástica de una revelación privada significa esencialmente que su mensaje no contiene nada contrario a la fe y a la moral; es lícito hacerla pública y se autoriza a los fieles a darle su adhesión prudente. Una revelación privada puede introducir nuevos énfasis, dar lugar a nuevas formas de piedad o profundizar las ya existentes. Puede tener un cierto carácter profético y ser una ayuda valiosa para comprender y vivir mejor el Evangelio en un momento determinado; en consecuencia, no debe tratarse a la ligera. Es una ayuda que se ofrece, pero su uso no es obligatorio (Verbum Domini 14).

En el siglo XVIII, Benedicto XIV observó que la Iglesia acepta estas revelaciones sólo “como probables” y añadió: “De ello se deduce que cualquiera puede, sin perjuicio para la fe católica, hacer caso omiso de estas revelaciones y discrepar de ellas, siempre que lo haga con modestia, no sin razón y sin desprecio”.


La falta de desprecio es necesaria porque uno necesita mostrar respeto a las autoridades de la Iglesia que las aprobaron, pero si uno piensa que hay una buena razón para no aceptar una aparición particular aprobada, la Iglesia sostiene que uno es libre de hacerlo.

9. Si un santo ha sido canonizado, ¿significa eso que la Iglesia aprueba las apariciones que relató?

No es asi. La Iglesia tiene un proceso aparte, descrito en las Normas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para aprobar las apariciones o revelaciones. El hecho de que alguien haya sido canonizado no significa que se haya utilizado este proceso.

Por otro lado, si un santo hubiera afirmado recibir revelaciones heréticas, no habría sido canonizado. Se puede suponer que las visiones que relató un santo no contradecían las enseñanzas de la Iglesia.

Además, la Iglesia supone que Dios estuvo obrando en la vida del santo al menos de manera general, incluso en las revelaciones que el santo informó haber recibido. Pero esto no significa que cada revelación particular que él o ella informó o que cada detalle en ellas fuera genuino.

San Juan Pablo II lo expresó al comentar sobre Santa Brígida de Suecia (1303-1373): “No hay duda de que la Iglesia, que reconoció la santidad de Brígida sin pronunciarse jamás sobre sus revelaciones individuales, ha aceptado la autenticidad global de su experiencia interior” (Motu Proprio, 1 de octubre de 1999, n. 5).

La Iglesia reconoce así la autenticidad de la experiencia interior de Brígida de manera general sin pronunciarse sobre la validez de las revelaciones individuales que ella relató.

Si alguien recibe una revelación genuina, ¿significa eso que cada detalle que ve es auténtico?

No necesariamente. Al comentar sobre Santa Brígida, Juan Pablo II señaló: “Incluso las experiencias de los grandes santos no están libres de esas limitaciones que siempre acompañan a la recepción humana de la voz de Dios”.

Esto significa que la propia conciencia del vidente puede deslizarse en detalles. Las Normas de la Congregación para la Doctrina de la Fe establecen que, si bien una revelación genuina no contendrá error doctrinal, se debe tener en cuenta “la posibilidad de que el sujeto haya añadido, incluso inconscientemente, elementos puramente humanos o algún error de orden natural a una auténtica revelación sobrenatural».

Por ejemplo, existen revelaciones de santas mujeres en las que Cristo aparece clavado en la Cruz con tres clavos, a veces con cuatro. El verdadero propósito de Dios al mostrarle a la gente visiones de Jesús crucificado es ayudarlos a amar a Cristo y meditar en lo que hizo por nosotros, no enseñarles el número exacto de clavos que se usaron (la imaginación del vidente proporciona ese detalle).

¿Cómo es mejor proceder?

Algunas personas tienden a ir a un extremo u otro en cuanto a la revelaciones privadas; o rechazan completamente el concepto o consideran la revelación privada su principal regla de fe. Esto es un error. Debemos tener oídos abiertos a escuchar y discernir, y buscar también orientación en personas que tengan más conocimientos sobre la doctrina para darnos su opinión. Hay evidentemente, mensajes circulando por internet que presentan terribles o al menos notorios errores doctrinales, sin embargo, también otros no presentan este problema y son de gran ayuda para la vida de fe, independiente de su procedencia.

Por lo tanto, debemos tener cuidado al discernir las revelaciones privadas y prestar atención al dicho de San Pablo: No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno (1 Tes. 5, 19-21).

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