Día 1: Madre de Cristo, ruega por nosotros
¡Oh, María! Todas las generaciones te proclaman bienaventurada. Creíste a la voz del ángel, y en ti se cumplieron todas las maravillas. Prestaste fe a la encarnación del Hijo de Dios; entonces despuntó el día más feliz de la historia de la humanidad. La fe es un don de Dios y fuente de todo bien.
Aviva ¡oh, Madre!, en nosotros esa fe firme que salva y se traduce en obras. Que sepamos meditar como tú, las palabras de tu Hijo, para llevarlas a la vida en medio de nuestros hermanos.
Día 2: Madre de la Iglesia, ruega por nosotros
Después de subir al Cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con María, la Madre de Jesús. Qué asamblea más hermosa, todos juntos en oración con María, esperando la venida del Espíritu Santo. Qué bello nacimiento de la Iglesia.
Recojámonos también nosotros en oración, con María y pidamos que nos dé esa fe y esa fuerza que impulsó a los apóstoles, para que, en medio de las dificultades, no desfallezcamos; y llevemos además la misión que cada uno tenemos encomendada en nuestra vida.
Día 3: Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros
Gracias, Jesús, por habernos dado por Madre a María. Gracias, Madre, por aceptarnos a todos por hijos sobre el Calvario.
¡Oh, María!, todo lo puedes ante Dios, y quieres lo mejor para tus hijos, aunque por nuestras ingratitudes y olvidos, no merecemos tu ayuda. Bien sabes, Madre, lo mucho que te necesitamos. Vuestra misión estaba unida a la de Jesús, que vino a salvar lo que estaba perdido. Por eso hoy acudimos a ti, Madre de la divina gracia, para que derrames sobre nosotros las gracias que más necesitamos para ser fieles servidores de tu Hijo.
Día 4: Madre poderosa, ruega por nosotros
El Señor otorgó a María el poder y la gracia, por ello es depositaria de todas las La historia nos presenta cómo María ama y protege a sus Hijos; con la multitud de gracias y favores que derrama constantemente sobre nosotros.
¡María!, ven en ayuda nuestra. Líbranos de todo mal, para que así logremos alcanzar, después de esta vida, la corona prometida para quienes han combatido contra el mal y han mantenido la fe.
Día 5: Virgen digna de alabanza, ruega por nosotros
Hoy nos dirigimos a ti, Virgen María para alabarte por tus grandezas, para proclamar tus maravillas y para agradecerte los favores y desvelos a favor nuestro.
Todas las generaciones te proclaman bienaventurada. Eres obra del amor de Dios. Eres Madre de todos los creyentes. Te felicitamos con las palabras del ángel: “Salve llena de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre todas las mujeres.”
Hacia tu trono, Madre, se dirigen nuestros ojos y nuestro corazón llenos de ternura para alabarte como reina y para pedirte como Madre que vuelvas tus ojos hacía tus hijos que invocan tus favores y ponen en ti su esperanza
Día 6: Virgen prudente, ruega por nosotros
Consideramos hoy en María la virtud de la prudencia, revestida de una profunda humildad.
Tenemos como ejemplo el episodio de las bodas de Caná; con qué delicadeza presenta a su Hijo el problema de los novios: “no tienen vino”. María se hace cargo del apuro de los novios, y a pesar de la respuesta de Jesús aparentemente desinteresada,”¡Mujer!, ¿ a ti y a mi qué?. Todavía no ha llegado mi hora “. María no se rinde, sabe que su Hijo puede salvar la situación y dice a los criados: “ Haced lo que Él os diga”. Qué fe y que seguridad la de María en el poder de Jesús.
Tú, Señor que nos diste a María como modelo de creyentes, concédenos caminar con ella alegres en el seguimiento de Cristo y que sepamos responder fielmente a nuestra vocación cristiana.
Día 7: Virgen fiel, ruega por nosotros
María, fiel a sus propias convicciones, no habla, obra y actúa el sí. La vida de María es fidelidad y compromiso a ese sí dado, y lo lleva adelante en silenciosa y constante laboriosidad.
María peregrina por el camino de la fe, con fidelidad y perseverancia. Nosotros, también peregrinos, tenemos el camino ya trazado ante nosotros, con señales de lo permitido y lo prohibido; el modo de hacer el camino ya depende de nosotros; si nos salimos, si nos paramos o nos saltamos las señales, todo depende de nuestra fidelidad a los principios, a nuestro sí. Pedimos hoy a María que nos ayude a ser fieles y perseverantes en nuestra vocación.
Día 8: Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros
Nuestra devoción a la Virgen debemos cimentarla en el amor y en la alegría, porque ella es nuestra Madre, no porque nos sintamos obligados a amarla; lo mismo que a nuestra madre natural; la amamos porque sentimos amor, no por obligación. El amor brota instintivamente de nuestro interior, sin esfuerzo. De nuestra Madre natural decimos. Es mi Madre, porque nos ha dado la vida natural. María nos ha engendrado a Cristo a una vida sobrenatural.
Las cruces se hacen pesadas cuando las arrastramos de mala gana, y se tornan ligeras cuando las llevamos con alegría. Ayúdanos, Madre, a hacer alegre nuestra vida y a compartir la alegría con los demás.
Día 9: Salud de los enfermos, ruega por nosotros
Desde las más antiguas inscripciones marianas es constante la invocación a la Virgen bajo el título de Salud de los enfermos.
La comunidad eclesial está llamada a sentir y vivir la presencia de los enfermos como testimonios vivos dentro de sí sabiendo recoger la lección del que sufre en el cuerpo y en el espíritu como una experiencia que difícilmente sabe vivir el que no ha aprendido a sufrir.
Cuánto dolor y sufrimiento dentro de nuestras comunidades y de nuestras familias. Enfermos que pasan las noches, interminables para ellos, esperando el amanecer, y pasan el día con la ilusión de poder descansar durante la noche.
¡Ayúdalos, oh, Madre!. En esos momentos difíciles, para que no renieguen de su estado ni de su fe, sino que se sientan corredentores en la obra de tu Hijo a favor suyo y de toda la Humanidad.