La Conversión de San Pablo – Qué podemos aprender

La Conversión de San Pablo
La Conversión de San Pablo

Cada 25 de enero nuestra Iglesia celebra la Conversión de San Pablo, quien de nacimiento se llamaba Saulo. Recordemos cómo sucedió basándonos en los relatos de Hechos 9, 1-18. 22, 3-16. 24, 9-18:

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En el camino a Damasco, un hombre llamado Saulo, un feroz perseguidor de los seguidores de Jesús, fue repentinamente envuelto por una luz deslumbrante del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le preguntó: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Sorprendido, Saulo preguntó: «¿Quién eres, Señor?». La voz respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues».

Saulo quedó ciego y, temblando, le pidió a la voz dirección. Fue instruido para ir a Damasco, donde recibiría más instrucciones. Sus compañeros de viaje lo llevaron a la ciudad, y durante tres días estuvo ciego, sin comer ni beber.

En Damasco, un discípulo llamado Ananías recibió una visión en la cual el Señor le ordenaba ir a buscar a Saulo. Ananías, a pesar de conocer la reputación de Saulo, obedeció.

Al llegar, Ananías impuso las manos a Saulo y le dijo que recuperaría la vista. Al instante, algo como escamas cayó de los ojos de Saulo, y pudo ver de nuevo. Ananías le habló sobre la misión que Dios le había encomendado: ser testigo ante todos de lo que había visto y oído.

Después de su encuentro con Ananías, Saulo fue bautizado, recibió al Espíritu Santo y comenzó a proclamar a Jesús como el Hijo de Dios.

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Hay mucho que podemos aprender de la conversión de San Pablo. Una lección es que nunca debemos juzgar a los demás. Saulo, quien fuera el peor enemigo de los primeros cristianos, parecería ser el converso más improbable de la Iglesia. Pero Dios tenía un plan para él, tal como lo tiene para cada uno de nosotros.



A continuación te compartimos algunas reflexiones sobre la Conversión de San Pablo:

Transformación radical

La historia de Saulo es un testimonio poderoso de la capacidad de transformación que la fe puede tener en la vida de una persona. Saulo, que perseguía a los seguidores de Jesús con furia, experimentó un cambio radical en su vida cuando tuvo un encuentro directo con Cristo.

El encuentro con Cristo da un giro a nuestra vida en 180 grados. Nadie que haya visto u oido al Señor puede seguir manteniendo la misma vida que llevó hasta entonces. El encontrarse con Cristo en nuestras vidas, a través de una experiencia mística, un milagro, la Santa Palabra o incluso a través de cosas tan cotidianas como los sacramentos, hace que volvamos nuestra mirada hacia el Cielo y comencemos a alejarnos poco a poco del pecado. La misericordia de Dios y el poder del evangelio pueden cambiar incluso a aquellos que parecen estar más alejados de la fe, y el camino que han andado en el pasado no será el mismo. Como decía San Alberto Hurtado: “El que ha mirado profundamente, una vez siquiera, a los ojos de Jesús, no lo olvidará jamás”.

La importancia del arrepentimiento

La conversión de San Pablo también destaca la importancia del arrepentimiento en el camino hacia la fe. Antes de su encuentro con Cristo, Saulo estaba cegado, pero cuando reconoció la verdad sobre Jesús, experimentó una profunda transformación interna. Este hecho nos recuerda la necesidad de un arrepentimiento sincero en nuestras vidas para acercarnos a Dios. Para ello, el Señor nos ha regalado el Sacramento de la Confesión, y cuando se nos hace difícil discernir cómo hemos pecado y sentir verdadero arrepentimiento, siempre podemos hacer un examen de conciencia y pedir en oración la contrición perfecta.

La soberanía de Dios

El relato de la conversión de San Pablo nos muestra la soberanía de Dios al dirigir los acontecimientos para cumplir su propósito. Aunque Saulo inicialmente perseguía a los seguidores de Jesús, Dios lo eligió como instrumento para llevar el evangelio a los gentiles. Esto nos recuerda que Dios puede usar incluso las circunstancias aparentemente adversas para cumplir sus planes y propósitos y llamar a su servicio a las almas más alejadas o las personas menos instruidas. Esto último nos recuerda también que Dios no siempre llama al más preparado sino que es Él quien prepara a los que han sido llamados para cooperar en Sus planes.



La importancia de la obediencia

Después de su encuentro con Cristo, Saulo obedeció de inmediato el llamado de Jesús. Esta rápida respuesta destaca la importancia de la obediencia inmediata cuando Dios nos llama. La vida cristiana implica seguir a Cristo de manera activa y obediente, incluso cuando los caminos parecen inciertos. Muchas veces esperamos señales o nos quedamos a la espera de una segunda señal; parece ser que por falta de fe nos cuesta creer que Dios nos está llamando, o por sentir que no estamos preparados, no confiamos lo suficiente para darle nuestro Sí a Dios. Pero como decía el mismo San Pablo: «Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8, 31)

El perdón y la oración de intercesión

La historia de Saulo es un recordatorio impactante de la gracia y el amor de Dios. A pesar de sus impías acciones en contra de los cristianos, Dios extendió su gracia hacia Saulo, perdonándolo y transformándolo en uno de los apóstoles más destacados. Esto nos recuerda que la gracia y el amor de Dios son abundantes y están disponibles para todos, independientemente de nuestro pasado.

Un hecho no menor en esta historia es el perdón que otorgó San Esteban a sus perseguidores y verdugos. Recordemos los versículos 58-60 del libro de los Hechos:

Le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió.

Esteban perdonó y oró por sus enemigos, como enseñó Cristo. Nunca sabemos cómo una pequeña cosa que digamos o hagamos afectará a otra persona. Cuando San Pablo vio a Esteban morir santamente, orando por sus perseguidores, seguramente tuvo un impacto en él, y la oración de Esteban, que pedía el perdón para sus verdugos, fue respondida por Dios. Podemos estar seguros de que la semilla que Esteban plantó con su perdón ayudó en la conversión de San Pablo.

Todos estamos llamados a perdonar y orar por nuestros enemigos, a plantar semillas de fe dondequiera que podamos: en nuestras familias, nuestras comunidades y nuestros lugares de trabajo. Solo Dios sabe cuándo algo que hacemos o decimos puede ayudar a la conversión de otro o incluso traer a la Iglesia a un gran santo y misionero como lo fue y es San Pablo.

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