Por qué María es Madre de la Iglesia

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María Madre de la Iglesia

Al pronunciar el Fiat de la Anunciación y al dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico. (CIC 973)

¿Por qué María es Madre de la Iglesia?

Las raíces teológicas de este título se remontan a la Iglesia primitiva. Los Padres de la Iglesia, obispos santos y estudiosos de los primeros siglos, hablaban a menudo de María como la Nueva Eva. Así como la Mujer Eva fue “la madre de todos los vivientes” (Gén 3, 20), la Mujer María fue Madre de todos los que viven en Cristo. En Apocalipsis 12, 17, San Juan dice que la descendencia de esta Mujer son «los que guardan los mandamientos de Dios y dan testimonio de Jesús». María, como Madre de Nuestro Señor, está intrínsecamente ligada a la Iglesia como su Madre.

La popularidad de la expresión específica “Madre de la Iglesia” creció especialmente en los siglos XX y XXI. En 2018, el Papa Francisco añadió una fiesta bajo este título para el lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés, considerado el cumpleaños de la Iglesia.

“Declaramos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, de todo el pueblo cristiano”. -Papa San Pablo VI

¿Qué significa que María es Madre de la Iglesia?

El Papa San Juan Pablo II dijo:

El título “Madre de la Iglesia”… refleja la profunda convicción de los fieles cristianos, que ven en María no sólo la madre de la persona de Cristo, sino también de los fieles. Aquella que es reconocida como madre de la salvación, de la vida y de la gracia, madre de los salvados y madre de los vivos, con razón es proclamada Madre de la Iglesia.

¿Se encuentra el título “Madre de la Iglesia” en la Biblia?

El título “Madre de la Iglesia” no se encuentra en las Sagradas Escrituras, pero el Papa San Juan Pablo II cubrió varias formas en que la Biblia alude a este título:

Aunque el título de “Madre de la Iglesia” fue atribuido recientemente a María, expresa la relación maternal de la Santísima Virgen con la Iglesia, como se muestra ya en varios textos del Nuevo Testamento.



Desde la Anunciación, María fue llamada a dar su consentimiento a la venida del reino mesiánico, que se produciría con la formación de la Iglesia.

Cuando en Caná María pidió al Hijo que ejerciera su poder mesiánico, hizo una contribución fundamental a la implantación de la fe en la primera comunidad de discípulos y cooperó en el inicio del reino de Dios, que tiene su “semilla” y su “principio” en la Iglesia (cf. Lumen gentium, 5).

En el Calvario, María se unió al sacrificio de su Hijo y dio su contribución maternal a la obra de la salvación, que tomó la forma de los dolores de parto, el nacimiento de la nueva humanidad.

Al dirigir a María las palabras “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, el Crucificado proclama su maternidad no sólo en relación con el apóstol Juan, sino también con cada discípulo. El mismo evangelista, al decir que Jesús tuvo que morir “para reunir en uno a los hijos de Dios que están dispersos” (Jn 11, 52), indica el nacimiento de la Iglesia como fruto del sacrificio redentor al que María está asociada maternalmente.

El evangelista San Lucas menciona la presencia de la Madre de Jesús en la primera comunidad de Jerusalén (Hechos 1, 14). De este modo subraya el papel maternal de María en la Iglesia naciente, comparándolo con su papel en el nacimiento del Redentor. La dimensión materna se convierte así en un elemento fundamental de la relación de María con el nuevo Pueblo de los redimidos. (Audiencia General, 17 de septiembre de 1997)

¿Cómo llegó María a ser Madre de la Iglesia?

El Padre eligió a María entre todas las mujeres para ser madre, según la naturaleza humana, de su Divino Hijo. Como es Madre de Cristo en el orden natural, también lo es de su Cuerpo Místico, la Iglesia, de la que Él es Cabeza en el orden de la gracia.

En el Libro de Hebreos 2, 9-13, el autor deja claro que Jesús es nuestro hermano:

Por un momento lo hiciste más bajo que los ángeles. Esto se refiere a Jesús, que, como precio de su muerte dolorosa, ha sido coronado de gloria y honor. Fue una gracia de Dios que experimentara la muerte por todos. Dios, del que viene todo y que actúa en todo, quería introducir en la Gloria a un gran número de hijos, y le pareció bien hacer perfecto por medio del sufrimiento al que se hacía cargo de la salvación de todos; de este modo el que comunicaba la santidad se identificaría con aquellos a los que sanctificaba. Por eso él no se avergüenza de llamarnos hermanos, cuando dice: Señor, yo te daré a conocer a mis hermanos, en medio de la asamblea celebraré tu nombre. Y también: Mantendré mi confianza en Dios. Aquí estoy yo y los hijos que Dios me ha dado.



Dado que Jesús es nuestro hermano y María es su madre, se deduce que María también es nuestra Madre.

Finalmente, cuando Jesús estaba en la cruz, vemos el tierno momento en que entregó a María al apóstol Juan. En el Evangelio de Juan 19, 26-27 leemos:

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Así, la Tradición de la Iglesia, proveniente de los Apóstoles, nos enseña a comprender que el Señor confiaba a todos sus discípulos a María, en la persona de San Juan.

“Tú eres la Madre de la justificación y de los justificados, la Madre de la reconciliación y de los reconciliados, la Madre de la salvación y de los salvados”. -San Anselmo

Qué dice el Catecismo sobre la Maternidad de María hacia la Iglesia

El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. «Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión:

«La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)» (LG 58).

Después de la Ascensión de su Hijo, María «estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones» (LG 69). Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, «María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra» (LG 59). (CIC  964-965).

“Creemos que la Santa Madre de Dios, la nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejerciendo su papel maternal en favor de los miembros de Cristo”. -Papa San Pablo VI