Los siete dones del Espíritu Santo

La Congregación de los Padres del Espíritu Santo nos explica cuáles son los siete dones del Espíritu Santo y a qué se refieren. Los Padres del Espíritu Santo (también llamados espiritanos) es una comunidad religiosa dedicada a difundir por todo el mundo una novena muy poderosa al Espíritu Santo que contiene un excelente resumen de lo que son los dones y lo que hacen en nosotros.

1.- El don de ciencia :

Permite al alma valorar las cosas creadas por lo que valen en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la pretensión de las creaturas, revela su vacío y apunta a su único y verdadero propósito como instrumento al servicio de Dios. Nos muestra el amoroso cuidado de Dios incluso en la adversidad, y nos dirige a glorificarlo en todas las circunstancias de la vida. Guiados por su luz, ponemos lo más importante en primer lugar y apreciamos la amistad de Dios por encima de todo lo demás.

2.- El don de entendimiento:

Nos ayuda a comprender el significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las conocemos, pero al comprenderlas aprendemos a apreciarlas y disfrutarlas. Nos permite penetrar el significado profundo de las verdades reveladas y, a través de ellas, apurarnos a renovar nuestra vida. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva, pero inspira una forma de vida que da un testimonio elocuente de la fe que está en nosotros.

3.- El don de consejo:

Confiere al alma una prudencia sobrenatural permitiéndole discernir rápida y correctamente lo que ha de hacerse, especialmente en circunstancias difíciles. El consejo aplica los principios proporcionados por la ciencia y el entendimiento a los innumerables casos concretos que nos confrontan a lo largo de nuestras tareas cotidianas como padres, maestros, servidores públicos y ciudadanos cristianos. El consejo es un sentido común sobrenatural, un tesoro invaluable en la búsqueda de la salvación.

4.- El don de fortaleza:

Sostiene al alma contra el miedo natural y nos impulsa a cumplir nuestras tareas. La fortaleza le transmite a la voluntad perseverancia y firmeza para que realice, sin dilación, las tareas más difíciles, enfrentar peligros, pasar por encima de los respetos humanos, y a soportar sin queja el lento martirio de, incluso, toda una vida de tribulaciones.



5.- El don de piedad:

Engendra en nuestros corazones un afecto filial por Dios como Padre amoroso. Nos inspira a amar y respetar, en su nombre, a personas y cosas consagradas a Él, así como aquellos que están investidos con su autoridad, a su Madre, a San José, los santos, la Iglesia y su cabeza visible, a nuestros padres y superiores, a nuestro país y sus gobernantes. El que está colmado con el don de piedad, considera la práctica de su religión no como una carga pesada, sino como un servicio muy preciado.

6.- El don del temor:

Nos llena de un soberano respeto por Dios y hace que nuestro mayor temor sea ofenderlo por el pecado. Es un temor que surge no del pensamiento del infierno, sino de sentimientos de reverencia y sumisión filial a nuestro Padre celestial. El temor es el comienzo de la sabiduría que nos desprende de los placeres mundanos que pueden, de una u otra forma, separarnos de Dios.

7.- El don de la sabiduría:

Abarca todos los demás dones, así como la caridad abarca todas las virtudes. La sabiduría es el más perfecto de los dones. De la sabiduría está escrito: “todas las cosas buenas me llegaron con ella, e innumerables riquezas a través de sus manos.” El don de la sabiduría es el que fortalece nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la práctica de la virtud en el grado más alto. La sabiduría ilumina la mente para discernir y saborear las cosas divinas en cuya apreciación las alegrías terrenales pierden su sabor mientras la Cruz de Cristo produce una dulzura divina.

Oración por los siete dones del Espíritu Santo

Oh Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para terminar tu obra en las almas de tus apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y amor.

Concédeme el espíritu de sabiduría para despreciar las cosas perecederas de este mundo, y que aspire sólo a las cosas eternas.

Concédeme el espíritu de entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad.

Concédeme el espíritu de consejo para que siempre elija el camino más seguro de agradar a Dios y ganar el cielo.

Concédeme el espíritu de fortaleza para soportar mi cruz contigo y superar con valentía todos los obstáculos que se opongan a mi salvación.

Concédeme el espíritu de conocimiento para conocer a Dios y me conozca a mí mismo, para crecer perfectamente en la ciencia de los santos.

Concédeme el espíritu de piedad para que me sea dulce y agradable servir a Dios.

Concédeme el espíritu de temor para que mi amorosa reverencia a Dios sea plena y tema cualquier forma de ofenderle.

Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y aliéntame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.