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Devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, origen e historia

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una forma de representar, invocar y adorar el Amor con el que Cristo ama a Su Padre y a todos nosotros. Aunque sus orígenes se remontan a la edad media e incluso antes, realmente comenzó en el siglo XVII cuando Jesús se le apareció varias veces a la hermana francesa Margarita Marie Alacoque.

Jesús le dijo:

«He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres».

Y le mostró Su corazón, perforado en el costado, entreonizado por las llamas, rodeado por la corona de espinas y coronado por la cruz.

La devoción fue aprobada por el papado de 1765 y en 1899, el papa León XIII consagró al mundo entero al Sagrado Corazón.

«El culto al Sagrado Corazón se considera, en la práctica, como la más completa profesión de la religión cristiana. Verdaderamente, la religión de Jesucristo se funda toda en el Hombre-Dios Mediador; de manera que no se puede llegar al Corazón de Dios sino pasando por el Corazón de Cristo, conforme a lo que El mismo afirmó: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí».

Siendo esto así, fácilmente se deduce que el culto al Sacratísimo Corazón de Jesús no es sustancialmente sino el mismo culto al amor con que Dios nos amó por medio de Jesucristo, al mismo tiempo que el ejercicio de nuestro amor a Dios y a los demás hombres. Dicho de otra manera: Este culto se dirige al amor de Dios para con nosotros, proponiéndolo como objeto de adoración, de acción de gracias y de imitación; además, considera la perfección de nuestro amor a Dios y a los hombres como la meta que ha de alcanzarse por el cumplimiento cada vez más generoso del mandamiento «nuevo» que el Divino Maestro legó como sacra herencia a sus Apóstoles, cuando les dijo: «Un nuevo mandamiento os doy: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado… El precepto mío es que os améis unos a otros, como yo os he amado»» -Papa Pío XII, Haurietis Aquas.

Fueron dos los elegidos del Señor para conocer y difundir en el mundo los secretos de Su Sagrado Corazón: Santa Margarita María Alacoque, depositaria de las Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús y San Claudio de La Colombière, quien propagó el amor al Sagrado Corazón de Jesús, tal como lo recibió de la vidente Margarita.

Santa Margarita María Alacoque

Santa Margarita y el Sagrado Corazón de JesúsSanta Margarita María Alacoque nació en Francia el 22 de Julio de 1647 y falleció el 17 de octubre de 1690. Cuando era muy jovencita, a Margarita lo que más le atraía era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando ibas al templo, siempre se colocaba lo más cerca posible al altar, porque sentía un amor inmenso hacia Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle.

Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía:

“Yo soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides dedicarte a mi servicio, tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo, tendrás tristeza y amargura”.

Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara.

El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo de las 3 horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní.

De pronto se abrió el sagrario donde están las Hostias consagradas y apareció Jesucristo como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto, su Sagrado Corazón rodeado de llamas y con una corona de espinas encima y una herida. Jesús señalando su Corazón con la mano le dijo: “He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme”.

Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús, porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es necesario enfervorizar a las personas por este amor.

Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo y le pidió que se celebrara la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús cada año el Viernes de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. (Corpus)

El Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita doce promesas maravillosas para los que practiquen esta hermosa devoción:

  1. Les daré todas las gracias necesarias en su estado de vida
  2. Estableceré la paz en sus hogares
  3. Los consolaré en todas sus aflicciones
  4. Seré su refugio seguro durante la vida y, sobre todo, en la muerte
  5. Otorgaré una gran bendición a todas sus empresas
  6. Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia
  7. Las almas tibias se volverán fervientes
  8. Las almas fervientes se montarán rápidamente a la alta perfección
  9. Bendeciré cada lugar donde se establezca y honre una imagen de Mi Sagrado Corazón
  10. Le daré al sacerdote el don de tocar los corazones más endurecidos
  11. Aquellos que promuevan esta devoción tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, para nunca ser borrados
  12. Te prometo en la misericordia excesiva de Mi Corazón que Mi todopoderoso amor otorgará a todos aquellos que comulguen el Primer viernes de cada mes durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final; no morirán en mi disgusto ni sin recibir los sacramentos; Mi Divino Corazón será su refugio seguro en este último momento

Margarita le decía al Sagrado Corazón de Jesús: “¿Porqué no elije a otra que sea santa, para que propague estos Mensajes tan importantes? Yo soy demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios”.

Jesús le dijo:

“Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias para que aparezca más mi poder; y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón”.

Y le envió una chispa de la llama que ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios, que sentía en su corazón.

Margarita enfermó gravemente. La Superiora le dijo: “Creeré que sí son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación”. Ella le pidió al Sagrado Corazón de Jesús que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su Superiora creyó que sí en verdad se le aparecía Nuestro Señor. Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la Colombière; y ese hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo.

Margarita fue nombrada Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en Él; en ofrecer oraciones, sufrimientos, misas y comuniones para desagraviarlo y en honrar su Santa Imagen) y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad.

Luego enseñó a su hermano esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la devoción, las personas se volvían mucho más fervorosas.

El Corazón de Jesús le dijo:

«Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí».



Apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque

Primera revelación:

El 27 de diciembre de 1673, día de San Juan Apóstol, Margarita llevaba sólo 14 meses de profesa, tenía 26 años, y se encontraba arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento.

«Estando yo delante del Santísimo Sacramento, me encontré toda penetrada por su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado»

Él me dijo:

«Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos, para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia a fin de que sea todo obra mía».

Y continua Margarita:

“Luego me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba que lo tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como una llama encendida en forma de corazón poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado.

Y al mismo tiempo Él le dijo:

“He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor que encierra en tu costado una chispa de sus más vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal modo te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es algo imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente sólo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón”.

Después de este favor tan grande, Margarita quedó por muchos días como abrasada toda y embriagada y tan fuera de sí que podía hablar y comer solamente haciéndose una gran violencia.

Ni siquiera podía compartir lo sucedido con su Superiora, lo cual tenía gran deseo de hacer. Tampoco podía dormir, pues la llaga cuyo dolor le era tan grato y engendraba en ella tan vivos ardores, que la consumía y la abrasaba toda.

A partir de la primera revelación, Margarita sufriría todos los primeros viernes de mes una reproducción de la misteriosa llaga del costado, cosa que le sucedería hasta su muerte. Estos eran los momentos particularmente elegidos por el Señor para manifestarle lo que quería de ella y para descubrirle los secretos de su amable Corazón.

Entre estas visitas, le decía el Señor: “Busco una víctima para mi Corazón que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de mis designios”.

En su gran humildad Margarita le presentó varias almas que, según ella corresponderían más fielmente. Pero el Señor le respondió que era ella a quien había escogido. Esto no era sino ocasión de confusión para Margarita, pues su temor era que llegasen a atribuir a ella las gracias que del Señor recibía.

Segunda revelación:

Unos dos o tres meses después de la primera aparición, se produjo la segunda revelación.

Escribe Margarita:

“El Divino Corazón se me presentó en un trono de llamas más brillante que el sol y transparente como el cristal, con la llaga adorable rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados y una cruz en la parte superior (…) el cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en la cruz, quedando lleno desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión.”

“Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todo los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en el su amor y llenarlo de los dones de que está repleto y para destruir en él todos los movimientos desordenados.

Que esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción”.

En esta segunda gran revelación, Nuestro Señor empezó a descubrir sus intenciones y formular sus promesas. La imagen del Sagrado Corazón de Cristo es el símbolo de su ardiente amor hacia nosotros, el cual había entregado sin condiciones y el Señor quería que esta imagen se expusiese en las casas o llevase sobre el pecho en forma de Medalla, ofreciendo así promesas de gracias y bendiciones a quienes lo veneraran. Pero por el momento Margarita no podía decir algo de lo que había visto, pues no había llegado la hora. Estas revelaciones tendrían que pasar primero por muchos exámenes y sufrir mucha oposición y Jesús tenía mucho más que revelar al mundo por medio de ella.

Tercera revelación:

Primer viernes de Junio de 1674, fiesta del Corpus Christi.

Escribe Margarita:

“Se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mí, todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo, de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón”.

Entonces Jesús le explicó las maravillas de su puro amor y hasta que exceso había llegado su amor para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes. Esta aparición es más brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro amor.

Jesús le dirige las siguientes peticiones:

  1. Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírtelo.
  2. Jueves o viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la muerte.
  3. Te levantaré de 11 a 12 de la noche para postrarte una hora conmigo, el rostro en el suelo.

Le dice Jesús a Margarita:

“Eso fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y de poder ser aún, habría querido hacer más. Más sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”.

Ante estas palabras, Margarita sólo podía expresarle al Señor su impotencia.

Él le replicó:

“Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto te falle”.

Y del Corazón abierto de Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a consumir, pues quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le pidió que tuviese compasión de su debilidad.

Él le respondió:

“Yo seré fortaleza, nada temas, sólo has de estar atenta a mi voz y a lo que exija de ti con el fin de prepararte para la realización de mis designios”.

Entonces el Señor le describió a Margarita exactamente de qué forma se iba a realizar la práctica de la devoción a su Corazón, junto con su propósito, que era la reparación.

Finalmente Jesús mismo le avisa sobre las tentaciones que el demonio levantará para hacerla caer:

“Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás además todos los primeros viernes de mes y en la noche del jueves al viernes, te haré partícipe de la mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte.

Para acompañarme en la humilde plegaria que le elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las 11 y las 12 de la noche para postrarte conmigo durante una hora con la cara al suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo, la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero oye hija mía, no creas a la ligera en todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás estará rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes”.

Cuarta revelación:

Fue bajo esta nueva aceptación que se dio la cuarta y última revelación que se puede considerar como la más importante. El Señor quería establecer en la Iglesia una fiesta litúrgica en honor del Sagrado Corazón de Jesús.

Sucedió esta revelación en el curso de la octava del Corpus Christi del año 1675, o sea entre el 13 y el 20 de junio.

Cuenta Margarita:

«Estando ante el Santísimo Sacramento un día de su octava y queriendo tributarle amor por su tan gran amor, me dijo el Señor: “No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya”.

Entonces, el Señor le descubrió su Corazón y le dijo:

“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como de las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de Amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute”.

El Padre Colombière le ordenó a Margarita que cumpliese plenamente la voluntad del Señor. Y que también escribiese todo lo que le había revelado. Margarita obedeció a todo lo que se le pidió, pues su más grande deseo era que se llegase a cumplir los designios del Señor.

Pasarían más de diez años antes que se llegase a instituir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el monasterio de La Visitación. Serían diez años muy duros para Margarita. La Madre Superiora que por fin llegó a creer en ella, fue trasladada a otro monasterio; pero antes de irse, ordena a Margarita a que relatara ante toda la comunidad todo cuanto el Señor le había revelado. Ella accedió sólo en nombre de la santa obediencia y les comunicó a todas lo que el Señor le había revelado incluyendo los castigos que Él haría caer sobre la comunidad y sobre ellas. Y cuando todos enfurecidos empezaron a hablarle duramente, Margarita se mantuvo callada, aguantando en humildad todo cuanto le decían.

Al día siguiente, la mayoría de las monjas sintiéndose culpables de lo que habían hecho, acudían a la confesión. Margarita entonces oyó que el Señor le decía que ese día por fin llegaba la paz de nuevo al monasterio y que por su gran sufrimiento, su Divina Justicia había sido aplacada.

En contra de su voluntad, Margarita fue asignada como maestra de novicias y asistente a la superiora. Esto llegó a ser parte del plan del Señor para que por fin se empezara a abrazar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo Margarita nunca llegó a ver durante su vida en la tierra el pleno reconocimiento de esta devoción.

En la tarde del 17 de octubre de 1690, habiendo Margarita indicado previamente como el día de su muerte, encomendó su alma a su Señor, quien ella había amado con todo su corazón. La Santa tenía 43 años de edad y 18 años de profesión religiosa. Pasaron solo tres años después de su muerte cuando el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría las puertas a esta devoción. Proclamó una bula papal dando indulgencias a todos los monasterios Visitantinos, que resultó en la institución de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús en la mayoría de los monasterios. En 1765 el Papa Clemente XIII introdujo la fiesta en Roma y en 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta a toda la Iglesia; finalmente en 1920, Margarita fue elevada a los altares por el Papa Benedicto XV.



San Claudio de La Colombière

Santa Margarita y san Claudio de la Colombiere

San Claudio de la Colombière, sacerdote jesuita, fue el primero en creer en las revelaciones místicas del Sagrado Corazón recibidas por Santa Margarita en el convento de Paray-le- Monial, Francia. Gracias a su apoyo, la Superiora de Margarita llegó también a creerla. La devoción al Sagrado Corazón comenzó a propagarse. San Claudio no sólo creyó sino que, en adelante dedicó su vida a propagar la devoción, siempre unido espiritualmente a Santa Margarita en cuyo discernimiento confiaba plenamente.

Sacerdote santo y sabio que supo discernir muy bien la auténtica intervención divina en el alma de Santa Margarita, a pesar que hasta entonces todos los teólogos y las religiosas la despreciaban y hasta algunos la tenían por posesa.

Dos meses después de haber hecho la profesión solemne, en febrero de 1675, Claudio fue nombrado superior del colegio de Paray-le-Monial. Por una parte, era un honor excepcional confiar a un joven profeso el gobierno de una casa; pero por otra parte, la pequeña comunidad de Paray, que sólo tenía 4 o 5 padres, era insignificante para las grandes dotes de Claudio.

En realidad se trataba de un designio de Dios para ponerle en contacto con un alma que necesitaba de su ayuda: Margarita María Alacoque. Dicha religiosa se hallaba en un período de perplejidad y sufrimientos, debido a las extraordinarias revelaciones de que la había hecho objeto el Sagrado Corazón, cada día más claras e íntimas. Siguiendo las indicaciones de su superiora, la madre de Saumaise, Margarita se había confiado a un sacerdote muy erudito, pero que carecía de conocimientos de mística. El sacerdote dictaminó que Margarita era víctima de los engaños del demonio, cosa que acabó de desconcertar a la santa.

Movido por las oraciones de Margarita, Dios le envió a su fiel siervo y perfecto amigo: Claudio de la Colombière. El Padre La Colombière fue en una ocasión a predicar a la comunidad de La Visitación. “Mientras él nos hablaba -escribió Margarita- oí en mi corazón estas palabras: “He aquí el que te he enviado”.

Desde la primera vez que Margarita fue a confesarse con él, éste la trató como si estuviera al tanto de lo que le sucedía. La santa sintió una repugnancia enorme a abrirle su corazón y no lo hizo, a pesar de que estaba convencida de que la voluntad de Dios era que se confiase al santo. En la siguiente confesión, el Padre le dijo estar muy contento de ser para ella una ocasión de vencerse y, “en seguida” dice Margarita y sin hacerme el menor daño, puso al descubierto cuanto de bueno y de malo había en mi corazón, me consoló mucho y me exhortó a no tener miedo a los caminos del Señor, con tal de que permaneciese obediente a mis superiores, reiterándome a entregarme totalmente a Dios, para que Él me tratase como quisiera. El Padre me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir sus comunicaciones con fe y humildad”. Este fue el gran servicio del Padre La Colombière a Margarita María. Por otra parte, el santo trabajó incansablemente en la propagación de la devoción al Sagrado Corazón, pues veía en ella el mejor antídoto contra el jansenismo.

Después de haber dado maravilloso ejemplo de humilde y paciencia, Claudio de la Colombière entregó su alma a Dios al atardecer del 15 de febrero de 1682. Al día siguiente Santa Margarita María recibió el aviso del cielo de que Claudio se hallaba ya en la gloria y no necesitaba de oraciones. Así escribió a una persona devota del querido difunto: “Cesad en vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis. Ahora tiene más poder que nunca para socorrernos”.

El Padre Claudio fue beatificado en 1929 y Su Santidad Juan Pablo II lo declaró Santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.

Estos textos han sido resumidos. Puedes ver las biografías completas aquí

Audiolibro católico Amar al Amor

Fuentes:

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