El Padre Pío y su Ángel de la Guarda siempre tuvieron una relación especial y fascinante, y solía dar consejos sobre cómo comunicarse con ellos y pedir su ayuda.
¿Qué es el Ángel de la Guarda?
El Catecismo de la Iglesia católica afirma (CIC 350):
Los ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin cesar y que sirven sus designios salvíficos con las otras criaturas: «Los ángeles cooperan en toda obra buena que hacemos» (Santo Tomás de Aquino).
Además, los ángeles guardianes nos ayudan durante toda nuestra vida. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 336):
Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. «Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida» (San Basilio Magno). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
Los Ángeles de la guarda o Ángeles custodios son nuestros compañeros durante toda nuestra vida. Nos cuidan del peligro y de todo mal. Nos guían a través de las diversas circunstancias que aparecen día a día.
En su bondad, ellos se mantienen a nuestro lado a pesar de nuestras faltas y descortesía, incluso si pasamos años sin hablarles.
Padre Pío y el Ángel de la Guarda
La vida del Santo Padre Pío estuvo llena de fenómenos sobrenaturales. Podía bilocarse, fue atacado físicamente por el demonio, decía que más almas de muertos que de vivos subían a su montaña para asistir a sus misas y buscar sus oraciones, tuvo las heridas de los estigmas durante 50 años, y con sus numerosas referencias a los ángeles, parecía habitar el mundo angelical.
En la confesión, a menudo les decía a los penitentes que le enviaran a sus ángeles cuando lo necesitaran, escribe Clarice Bruno en su libro Caminos hacia el Padre Pío. Una de las amigas de Clarice tuvo que tomar una decisión difícil y se lamentó de lo lejos que estaría el Padre Pío.
-Envíame tu ángel -le dijo
-Pero Padre -respondió ella-, ¿usted lo escucha?
-¿Y tú crees que soy sordo? -respondió, no en broma, sino con sinceridad y sencillez.
Otra mujer a la que el Padre Pío había aconsejado enviar su ángel, decidió hacerlo en uno de sus aniversarios, como saludo. Unos días después, recibió una carta de un vecino de San Giovanni Rotondo. En la confesión, el Padre Pío le había pedido a esta persona que le escribiera a la mujer con un mensaje suyo: “El Padre le agradece por sus saludos espirituales”.
El Padre Pío aconsejaba a la gente que le enviara sus ángeles porque entendía el poder de los ángeles de una manera que muchos de nosotros no lo entendemos. Quería recordar a los fieles que recurrieran a sus ángeles en momentos de necesidad.
“Recordad que Dios está dentro de nosotros cuando estamos en estado de gracia y fuera de nosotros cuando estamos en grave pecado”, decía el Padre Pío. “Pero su ángel nunca nos abandona. Es nuestro amigo más sincero y confiable, incluso cuando, por culpa nuestra, lo entristecemos con nuestro mal comportamiento”.
Consejos del Padre Pío para tratar al ángel de la Guarda
El Ángel de la Guarda del Padre Pío jugó un papel importantísimo en su vida. Él Confiaba tanto en su santo amigo que lo predicaba constantemente a todos.
Dentro del siguiente extracto, de una carta escrita a Ana Rodote el 15 de julio de 1905, el Santo Padre Pío nos regaló invaluables consejos:
- Que tu buen ángel de la guarda vele siempre sobre ti, que pueda ser tu guía en el camino escabroso de la vida.
- Que siempre te mantenga en la gracia de Jesús y te sostenga con sus manos para que no puedas tropezar en una piedra.
- Que te proteja bajo sus alas de todas las trampas del mundo, del demonio y la carne.
- ¡Qué consolador es saber que cerca de nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni por un instante, ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar.
- Y este espíritu celestial nos guía y protege como un amigo, un hermano.
- Es muy consolador saber que éste ángel ora sin cesar por nosotros.
- Ofrece a Dios todas nuestras buenas acciones, nuestros pensamientos, nuestros deseos, si son puros.
- Por el amor de Dios, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente, siempre dispuesto a escucharnos y listo para consolarnos.
- Oh deliciosa intimidad!, ¡Oh deliciosa compañía! ¡Si tan sólo pudiéramos comprenderlo!
- Mantenlo siempre presente en el ojo de tu mente. A menudo recuerda la presencia de este ángel, dale las gracias, órale a él, siempre mantén la buena compañía.
- Ábrete tu misma a él y confíale tu sufrimiento a él. Ten un miedo constante de ofender la pureza de su mirada. Sabe esto y mantenlo bien impreso en tu mente.
- Él es muy delicado, muy sensible.
- Dirígete a él en momentos de suprema angustia y experimentarás su ayuda benéfica.
- Nunca digas que estás sola en la batalla contra tus enemigos.
- Nunca digas que no tienes a nadie a quien puedas abrirte y confiar. Harías para este mensajero celestial una grave equivocación.
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